viernes, 18 de agosto de 2017

Un idioma para andar por casa


Como ya les dije, he pasado unos días en Cuba, pero puedo agregar que medio Cáceres aprovechó esta promoción turística a La Habana por lo económica, y puedo asegurar que algunos de los hoteles —a juzgar por la gente de Cáceres que en ellos nos juntamos— estaban como la propia calle Pintores cacereña. Es más, hasta el vicepresidente de la Diputación, mi tocayo Fernando Nebreda, formaba parte del grupo cacereño.
El grupo español lo formábamos en mayoría extremeños y catalanes y a cuenta de los catalanes, puedo contarles un caso curioso. Cuando llegó el momento de alojarnos en los hoteles, momento en que habíamos de entregar el pasaporte para confrontarlo con la lista de los viajeros, en la que figuraban los apellidos de cada uno de nosotros, la mayoría de los catalanes no aparecían por ningún sitio, y sus pasaportes no coincidían con los nombres de la lista de alojamiento. Ni que decir tiene que los catalanes, que suelen ser protestones de por sí, iniciaron su protesta y nadie se explicaba cómo no figuraban en el alojamiento… ¿qué había pasado?
Bien, el misterio se fue aclarando poco a poco. Nuestro amigos los catalanes se habían puesto, en el pasaporte español, el nombre en catalán —cosa que pueden hacer— pero los cubanos que sólo hablan español y no catalán, tomaban sus nombres por apellidos y allí no aparecía ningún señor Jordi, ni ningún señor Francesc, ni ningún señor Ferrán (nombres estos que corresponden a Jorge, Francisco y Fernando), aunque sí figuraban los señores López, Pérez y Gutiérrez... y gracias que el grupo no era vasco, porque entonces los transformados hubieran sido los apellidos y cualquier López se llamaría Lopezguerri, cualquier Pérez, Peregundiz y cualquier Gutiérrez, Gutibuturribez… Total, que el cubano de turno se mataba a decir:
“¡Oye, chico, y si tu pasaporte es español porqué no escribes: Jorge, o Francisco o Fernando, en “cristiano” y no nos vienes con esa mandanga que no entendéis más que vosotros… mira, a mí en mi casa me llaman Chucho, y no se me ocurre ponérmelo en el pasaporte…”
En definitiva que, por mucho nacionalismo catalán que haya, ese idioma es para andar por casa o por la península, pero es exagerado ponerlo en el pasaporte.
Diario HOY, 22 de junio de 1982

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