miércoles, 31 de mayo de 2017

¿Son rentables o no nuestros políticos?

Más de doscientos “ministros” (escrito así con minúscula y entrecomillado) habrá entre todas las regiones y nacionalidades españolas. Nos referimos a los consejeros, “consellers”, o como ustedes quieran llamarlos, de las distintas Juntas autonómicas o preautonómicas. Doscientos “ministros” que cobran lo suyo —que vamos a pagar entre todos— sin que sepamos ciertamente si “la inversión” que en ellos hemos hecho nos va a ser rentable o no.
Hablando de los nuestros, de los de la Junta de Extremadura, diremos que con un presupuesto para 1980 de 156 millones de pesetas, los sueldos mensuales que tienen, según confesión propia, son los siguientes: el presidente se lleva 200.000 pesetas; los consejeros 50.000 cada uno, aunque además de esto, se incrementan con 75.000 pesetas más los siguientes cargos: el vicepresidente (señor Bermejo), los consejeros de Administración Territorial (señor Romero Morcillo), Cultura (señor Martín Tamayo), Obras Púbicas (señor Sánchez Cuadrado) y Comercio y Turismo (Señor Parra). O sea, el que menos cobra, cobra al mes las 50.000 pesetas; los hay con sueldos de 125.000 y la presidencia con 200.000.
Si a ello añadimos que esto es— en la mayoría de los casos— un sobresueldo sobre el profesional que obtengan, veremos que el ser consejero de lo que sea, y el tener un sillón en la Junta, es un “chupe” como para no dejarlo y hasta para ponerle “un cinturón de seguridad” al sillón y desterrar como nefasta la palabra dimisión, y defender con uñas y dientes cualquier modificación que pueda afectar a esa privilegiada situación económica. La “rentabilidad” de esta inversión es aspecto secundario que tendrá que exigir el pueblo, cuando el pueblo sea “mayor de edad”.
No hará falta, por demasiado conocido, el traer a colación los sueldos de los concejales. Hasta los comunistas, en el “Boletín Municipal” que editan, defienden los sueldos de los concejales basándose en una igualdad de oportunidades para la persona que pueda acceder a una concejalía y no tenga posibles para dejar el oficio. Justo; pero agregan que sus concejales ponen el sueldo a disposición del partido, que es quien decide qué se hace con él, por esa disciplina de partido que tan rígidamente observan, por ellos actúan en esto conjuntamente, como podría hacerlo una comunidad religiosa, salvando otras diferencias.
Lo que pasa es que el ciudadano de a pie, que en definitiva es el que paga todos estos gastos, se está hartando de oír hablar de las “disciplinas de partido” y desearía comenzar a oír hablar de “la disciplina ciudadana”, que a nuestro juicio es la que debe privar sobre todas.
Al decir “disciplina ciudadana” debe entenderse como dedicación al cargo y entrega a las gestiones de la ciudad o de la región con verdadera  eficacia, porque es curioso que de eficacia no se habla, porque: ¿Cuántos “días de haber” tendríamos que imponer a muchos de estos representantes públicos por fallos e ineficacias? Para entendernos: si el que paga exige, algo debería dejarse decir al pueblo en cuanto a la percepción o no de esos “sueldos” cuando el que los cobra no los merezca, ya que dejarlo todo a la “vergüenza torera” del que los percibe, o a la tan traída y llevada “disciplina de partido”, es ponerse a tomar “gato por liebre”, al menos durante los cuatro años de mandato para todos ellos.
Diario HOY, 15 de octubre de 1980.

Un primer día de caza incómodo

Como era de esperar, el primer día de caza se armó el lógico desbarajuste del que tiene mucha culpa el ICONA. Ese “criterio renovador continuado” sobre los costos que ICONA-CÁCERES tiene autorizados, y que al parecer difiere del que llevan otras provincias, fue en cierto modo culpa de que esa masa de cazadores que no tiene más que los terrenos libres para ejercer su deporte, sabiendo que muchos de los cotos que figuran como tales no deberían figurar por no tener al día sus impuestos, y ante la negativa de ICONA a facilitar cuáles eran, invadieron todos y en paz. Muchos de estos cotos invadidos son de cazadores modestos que, con grande sacrificios y aportaciones de todos, los tienen pagados “religiosamente” y se las vieron y se las desearon para echar las partidas foráneas que se colaban por sus lindes, a cuyo desagradable “deporte” dedicaron toda la jornada de este primer día de caza, siendo ellos los que pagan la caza y los impuestos exigidos, mientras otros la disfrutan.
La indignación en este sentido era grande porque si, por ejemplo, hay 200 cotos que no están al día en sus pagos, lo lógico es que se les declare como terrenos libres y pueda disfrutar de la caza en ellos cualquiera que tenga licencia, no hacerlo así es ser injusto con los que pagan. Por otra parte, ese criterio de “renovación continuada” puede servir, y así se comenta, para que algunos administradores de fincas tengan tiempo de avisar a sus “señoritos” para que repongan fondos y volver a darlos de alta, pero si los “señoritos” no se ocupan de lo suyo y de cuándo cumplen los plazos… ustedes nos dirán de qué se ocupan. Creemos que ICONA debe estar, en estos tiempo de apertura, al servicio de todos los cazadores —los modestos y los que no lo son— y medir a todos por el mismo rasero. No autorizar dar la lista de terrenos libres antes de la salida de la veda ya es, al menos, sospechoso y puede rozar el conflicto entre cazadores que no creemos sea deseable para nadie. Eso de tener que echar de los cotos a partidas armadas que no son de él, otros cazadores armados también que son los titulares del coto (porque la guardia Civil no puede estar en todas partes y porque ICONA no tiene guardias suficientes) es rozar —al menos— la peligrosidad de discusiones que pueden llegar no ya a las manos, sino a las armas.
¿Qué ICONA no tiene funcionarios suficientes para llevar eso al día?, pues que lo diga, y no se agarre al criterio de “renovación continuada” que no convence a nadie, y que puede ser un cultivo de conflictos que alguna vez va a acabar mal.
Diario HOY, 14 de octubre de 1980.

Un recuerdo a “Costillares”

(Incluida en el libro “Ventanas a la Ciudad”)
Del señor Antonio Costillares a Pepe Alviz hay en Cáceres una magnífica tradición de buenos cazadores y tiradores. Decimos esto, porque es hoy el día en que sale la veda y aquí es tradicional la enorme afición a este deporte. Pero deslindemos los campos: entre un cazador y un tirador hay sus muchas diferencias y no debemos confundir la afición a la caza con tirar bien -aunque puedan darse las dos cosas juntas-. Ahora, por desgracia, comienzan a faltar cazadores y hay tiradores de sobra.
El viejo cazador, al estilo de Costillares, podía no pegarle un tiro a un cerro, pero ello no quitaba para que aquí, en este mundillo cinegético, se le considerara como el Tartarín de Tarascón cacereño, pues el ser cazador no es matar caza, sino saber buscarla y ponerse a tiro de ella, aunque después se escape, porque la caza debe tener también su defensa. Ya lo decía el señor Antonio Costillares cuando tiraba a una liebre y se le iba: Déjala, que esa ya lleva lo suyo.
De Costillares se cuentan anécdotas a porrillo, hasta el punto de decir que solía llevar una manta para ponerla debajo cuanto tiraba un tiro y recoger en ella los tornillos de la escopeta que se le iban. Pero aunque esto no sea más que exageración, lo que sí es cierto es que él inventó hasta palabras para describir modos de caza, como “cazar al jorobeo”, que era ir jorobado a lo largo de la pared de un cercado, hasta sorprender la pieza al otro lado. Hablaba de su escopeta, una escopeta que cargaba por la boca, como quien habla de la mujer amada, o de la querida: Mira, le meto una embozá de postas, apunto a una puerta cochera y la baño toa... Esta escopeta es muy rica... Y es que a lo natural no llega nada. Lo natural debía ser cargarla por la boca, porque él no entró nunca ni por escopeta de cartuchos ni por repetidoras.
Había, en ese Cáceres tradicional, un rosario de buenos cazadores de este tipo: la familia de “los Toros”, “el Ratón”, “Pitorrito”... Gentes que amaban la caza, aunque la mataran. Ahora, nos hemos quedado sólo con los tiradores que salen a quemar pólvora, pero no gustándoles dar ventajas a su oponente: la pieza, de la que no saben sus querencias y sus costumbres, sólo matarla, lo que no siempre es justo.
Diario HOY, 12 de Octubre de 1980

Los concejales, a “nitritazo” puro

Que alguien riña a cuenta del vino, es casi lógico; pero que lo hagan a cuenta del agua, no lo es tanto y menos aún que la riña sea por el contenido de “nitritos” que el agua pueda contener… Pues bien, a “nitritazos” salieron ayer nuestros concejales a cuenta de si el agua tiene o no tiene nitritos (que vaya usted a saber si es menos pernicioso que el “whiskey”).
A cuenta del agua quedó roto —o al menos fracturado— el pacto de la izquierda, cuando el concejal de Sanidad, del PSOE, Emilio Vázquez, dijo más o menos que lo que le había hecho Ugarte, comunista, era una felonía o, al menos, un faltar a la palabra que se habían dado, en una permanente, de no alarmar innecesariamente al vecindario hasta que se hicieran los análisis y comprobaciones suficientes para saber ciertamente si el agua de Cáceres era potable o no. El alcalde seguía afirmando que según los análisis que le habían dado allí no había nitritos, y que el agua era bebible. Ugarte, no ya sólo como concejal, sino acompañado por gentes de su partido, se entrevistó con el alcalde para decir que sus nitritos eran pares y que ya podían decir los otros laboratorios lo que dijeran que lo que le habían dicho a él era eso… y no dijo que eso iba a misa, por disciplina de partido, pero estuvo a punto.
Total que la cosa amenaza con llegar a mayores y puede que acabe a nitritazos. Pero lo que nadie ha dicho es en qué cantidad son perniciosos esos nitritos y qué pintamos el resto de los vecinos viéndolos reñir a unos y a otros por salirse con las suyas, sin ocuparse de que alguien —no concejal y sí sanitario— nos informe realmente de la peligrosidad que pueda existir en el bebido de aguas del abastecimiento, tengan nitritos o no los tengan. Yo, de momento, he continuado bebiendo el agua porque sé que la beben los propios sanitarios y el que la beban o no los concejales me tiene un poco sin cuidado. Que a los comunistas les sale con nitritos y a los de UCD sin ellos, parece más algo político y hasta partidista A ver si es que el abastecimiento es de derechas y nos está dando estas bromas.
Diario HOY, 11 de octubre de 1980.

“Vacas sí, nucleares no”

Resulta que nuestra salvación de la crisis del petróleo, puede estar en las vacas. Así lo afirmaba la televisión que nos presentó una planta por la que se transformaba el excremento de estos animales en materia energética mediante un tratamiento relativamente sencillo, aunque suponemos que sobradamente oloroso Total que la solución estaba debajo del rabo de las vacas y nosotros haciéndolas de menos, y hasta “expulsándolas” del radio de población de Cáceres. ¿Qué va a decir ahora el concejal Emilio Vázquez, que se ha empeñado en que  los establos se saquen de la población? …Porque si estos animales nos van a sacar se la crisis energética, merecen —no ya su destierro—, sino un monumento. Lo que pasa es que si esto se promueve y se divulga el excremento de vaca se va a poner por las nubes y ya veremos si para que hagan “pon” no vamos a tener que estar tras de ellas rogándoselo.
Si llegamos a enterarnos antes de esto, ya hubiéramos pedido que en vez de una central nuclear como la de Almaraz o Valdecaballeros, se nos pusiera un establo de vacas diarreicas que, desde luego, serían mucho menos peligroso que esas centrales, porque en el caso del ganado vacuno lo más que se puede recibir es una cornada, y la contaminación sería solo de nariz sin entrañar otros peligros. Don Jaime, el presidente de la Diputación, se lo podría plantear así al señor Bayón en la visita que dicen va a realizar a Cáceres y hasta es posible que se hubiera ahorrado posiciones drásticas y dimisionarias.
Echando la imaginación a volar hasta es posible que pueda recibirse al ministro de Industria con pancartas en las que figuren textos del siguiente tenor: “Vacas sí, nucleares no”…
Pero en definitiva estas noticias hay que tomarlas con ciertas reservas por lo que, parangonando a un antiguo gobernador civil de Cáceres que se equivocó en un discurso, podríamos decir: “Estas noticias hay que administrarlas en pequeñas “diócesis”, hasta que el asunto vaya tomando “excremento”. En ello quedamos.
Diario HOY, 10 de octubre de 1980

Las imprevisiones municipales

Poquito a poco cada concejal va consiguiendo sus “cacharritos”. Cacharritos o material para realizar su labor, que en este argot ciudadano cacereño popular se llaman así, simplemente: cacharritos.
Viene la cosa a cuento de que Fernández Lozano, sin mucho pedir ni armar tanto ruido como Machuca con el sonómetro, ya consiguió una grúa de cesta de nada menos que catorce metros de altura —que ha costado sus buenos duros— y que servirá para quitar y poner bombillas de los sitios altos (cuando se aprenda bien el funcionamiento, porque ahora sucede como con las “siete y media”, que o te pasas o no llegas, y todo tiene su aprendizaje). Pero, en fin, ahí está el flamante “chirimbolo” al que no puede ponérsele una pega, al menos por lo que vimos en las pruebas que ante el Ayuntamiento y el alcalde se hicieron. Pero verán ustedes cómo las pegas surgen. De momento nosotros sorprendimos a dos vecinos que , presenciando aquello, apuntaron a una: “Con todo lo de la crisis del petróleo —decían— nuestro Ayuntamiento se embarca en un instrumento que funciona por gasolina, que ya verás tú como con la guerra de Irán e Irak va a quedar arrumbado en los talleres por esta imprevisión.” “¡Cuánto mejor hubiera sido comprarlo de los que funcionan por alcohol, que en Brasil ya los tienen! —apuntaba otro—, porque aquí la gasolina puede faltarnos pero el alcohol… Y, además, lo cómodo que sería llegar a “Casa Maleno” y decir: Ponle un litro a la grúa y a mí dame un chato, y la tapa de tencas échasela también en el depósito. Que aquí pasa lo que pasa: que no hay investigación como muy bien ha dicho el ministro de Universidades, creo…” Allí dejamos a nuestros dos buenos cacereños haciendo cábalas sobre el futuro.
Nosotros no es que lleguemos a tanto, aunque sí pensamos que por equidad municipal nuestro alcalde, que es al fin y al cabo el “padre espiritual” de los concejales, ha debido atender antes a la grúa de Machuca —que bien llorada la tiene— que a la de Fernández Lozano, porque la rabieta de Machuca nos la vemos venir y con razón. Uno a quitar bombillas y el otro a seguir esperando para quitar coches Y el alcalde a aguantar el “rabia, rabieta” que uno le va a hacer al otro nada más se junten… Y es que, oiga, son como niños.
Diario HOY, 9 de octubre de 1980.