viernes, 30 de junio de 2017

Derechos y obligaciones


Uno acaba asombrándose de la serie de derechos que exigimos y de cómo nos olvidamos de las obligaciones que, por lógica, deben ser la contrapartida de esos derechos. Son pequeñas cosas, nimias si ustedes quieren, pero que dan el pulso de un estado actual en el que echamos por delante las exigencias, olvidándonos de lo que nosotros debemos aportar en contrapartida. Por no ir más allá, sucede en el comercio, donde el olvido del cliente —en muchos casos— es palmario excepto para que pague. Por ejemplo, usted va a un establecimiento y encarga un regalo, unas flores o una tarta, para que la lleven a un amigo suyo que festeja algo y con el encargo de que la lleven, con una tarjeta suya, precisamente, en el momento del festejo. Si es que no piensan hacerlo, se lo podrían decir de entrada, pero no, allí le dicen que sí, y hasta usted queda una “propina” para el dador, o al pagar paga algo más por el servicio. Lo que pasa es que la tarta, el regalo o las flores, llegan dos días después del festejo, o si llega el regalo no llega a tarjeta, o si llega la tarjeta no llega el regalo, y si usted reclama se encogen de hombros y le dicen, “pues no lo hubiera usted dejado”, cosa que le debieron decir antes de cobrarle. La cosa no tiene ya remedio y usted se aguanta aunque en el interior se juramente a no volver por allí, cosa que tampoco le importa al empleado porque el dueño del establecimiento es un “explotador” consumado y quizás lo sucedido es una forma de “venganza” para espantarle la clientela actuando como una especie de “quinta columna” desde el interior del negocio.
Yo podría contarles cómo en un hotel de Canarias solían enviar a cada nuevo cliente una botella de “champaña” a su habitación con una tarjeta que decía: “Con los deseos de feliz estancia entre nosotros”. Las tarjetas solían llegar, pero las botellas se las bebía o las vendía el encargado de hacer el servicio y hasta que se averiguó el “negocio” estuvo bebiendo gratis y “congelando” la buena intención de la dirección del hotel. Este estado de cosas es casi general y en cualquier servicio: la carta que no llega, porque tiene el número de la calle equivocado; el funcionario que cierra la ventanilla, porque se va a tomar café, y deja al “cliente” con la palabra en la boca.. etc.
Relacionen esto con la falta de productividad a cualquier nivel y tendrán el panorama completo.
Diario HOY, 20 de mayo de 1981

Con permiso del “diablillo”


La “ventana” del pasado domingo llegó a los lectores con el alféizar roto; o sea —para entendernos— que la parte final quedó cortada y la narración interrumpida, como en las viejas “hojas del calendario” en las que ponían al final: “La solución mañana”. Lo malo es que como en dicha “ventana” no se puso esa coletilla final, el lector se habrá preguntado: ¿Y qué pasó aquí? Pues bien, el “ventanero” tratará ahora de justificarse con ustedes recurriendo al socorrido dicho: “Es que esos diablillos de las redacciones, seguro que andaban jugando con las tijeras y dieron el tijeretazo sin ofrecer explicación ninguna a los seguidores de la “ventana” ni al propio ventanero”. El “ventanero” lo lamenta sinceramente y ahora está un poco mosca, porque los referidos diablillos la han tomado con esta sección y no gana uno para justificaciones.
En fin, como lo iniciado hay que terminarlo —siempre que los diablillos nos lo permitan— les diré que en aquella “ventana” rota me estaba refiriendo a cuando en los cines de Cáceres, porque el público aplaudía a las canciones de las películas, el operador había de rebobinarlas y repetir el cantable. Esto era para él una lata, porque el proyector se movía a manivela, pero duró por costumbre hasta que una empresa automatizó el sistema de proyección y, con gran indignación de los cacereños de entonces, hubo que poner unos carteles en los que decía: “Advertimos al respetable, que por el sistema automático de proyección, no podremos repetir los cantables de las películas, aunque se aplauda.”
Eso era todo y con ello queda completa la “ventana” defenestrada por los diablillos; esperemos que el de las tijeras sea esta vez más comedido y no le pegue otro tijeretazo, porque si no, no habría más remedio que cerrar la ventana y reunirnos en cualquier sitio para que les complete la historia o les cuente otras como éstas sin que el diablillo nos moleste.
Diario HOY, 19 de mayo de 1981

El “modernismo” de las comisiones de feria

1963 - Plantilla de personal de Norba y Gran Teatro
Ahora que casi tenemos nuestra feria de mayo en puertas, bueno será reconocer que de antiguo las viejas comisiones de festejos que precedieron a la actual —hablamos casi de principios de siglo— promovieron a nivel popular muchos de los inventos que estaban entonces, como quien dice, recién hechos. Así, en nuestras ferias, los cacereños de aquel entonces pudieron ver los primeros globos aerostáticos; los primeros aviones o aeroplanos —como entonces se decía— con demostraciones como las de Henry Tixler, que vino varias veces, con uno de aquellos cacharros voladores que se deshacían con cualquier golpe, pero que ilusionaba a la concurrencia, y lo mismo podríamos decir de las primeras exhibiciones de cine mudo que solían hacerse ante el Ayuntamiento, a plaza llena y sobre una pantalla improvisada en lo alto de la escalinata para que la viera todo el mundo.
El cine arraigó aquí desde los primeros momentos y hubo casetas desmontables en San Juan, y creo que en la plaza de la Concepción, donde los cacereños vieron las primeas películas de aquel entonces, movida a manivela, y donde se formaban los primeros “operadores” que luego fueron famosos en Cáceres, como Toribio López “Tori”, aunque luego no siguiera por esa profesión, y el famosísimo señor Pulido, más conocido por “Petola” que fue el maestro de operadores cacereños, hasta que se jubiló no hace tantos años. Es más, ya con el cine sonoro y en las primeras salas cerradas y permanentes que hubo, “Petola” era una personalidad popular, hasta el punto de que cuando había carreras de “cow – boy”, el público exclamada, animándole —ya que la cinta se movía a manivela—: “¡Siguelá, Petola!” con el fin de que no se parara.
Hay algo que muchos no creen en la actualidad pero que nos consta ocurría, en el mismo “Gran Teatro” que todavía existe, cuando se ofrecían películas musicales, Tras de cada canción el público aplaudía pidiendo se repitiera (como si el cantante lo hiciera en vivo) y el bueno de “Petola” paraba unos momentos, rebobinaba el filme y volvía a poner la canción aplaudida. Puedo afirmar que con las películas de tangos de Gardel, las peticiones de repetición eran continuas, y hasta que causó cierta indignación el que una de las empresas que lo explotaba (creo que la SAGE), al cambiar los proyectores por otros automáticos, tenía que poner carteles en los que se decía: “Advertimos al respetable que
Diario HOY, 17 de mayo de 1981

NOTA.- El final de esta Ventana salió cortado y se completa y explica en la Ventana siguiente.

Lo que no debe gustarle a San Isidro


Ayer fue el día de San Isidro Labrador, santo al que nuestro pueblo le tiene gran devoción y confianza. En nuestra propia capital no se festeja ya, como debió hacerse de antiguo, pero sí en nuestros pueblos de alrededor, porque no en vano son pueblos agrícolas que admiraron siempre a san Isidro y tuvieron con él una confianza rayana ya en el compadreo, de lo que es muestra la copla, cuyo origen desconozco,  ya que se canta en muchos de ellos:
“San Isidro Labrador
pájaro que nunca anidas,
no le pegues al muchacho
que apareció la petaca…”
Como ven la copla no tiene ni pies ni cabeza, pero el hecho es que se sigue cantando en muchos de nuestros pueblos, como se cantan otras muchas coplas del mismo corte que no tienen ningún sentido ofensivo, sino más bien el de la confianza casi fraternal en el labrador santificado que debió ser Isidro.
Isidro era madrileño, nacido en lo que después sería la capital del Reino, y que entonces se llamaba “Maioritum”; vivió por el siglo XII y estaba casado con María de la Cabeza —que también fue santificada—. Él fue canonizado por Gregorio XV y desde entonces fue el patrono y valedor de todos los agricultores y el admirado de todos los españoles, que más o menos hemos dejado la reja y el arado hace poco… Algunos todavía siguen con ella, pero como se están poniendo las cosas —y si San Isidro no lo remedia— van a tener también que dejarla.
Yo muchas veces me he preguntado por qué estaba tan generalizada la admiración al Santo Isidro, y tengo para mí que tiene sus motivos, no confesados. Como se recordará, existe la piadosa leyenda de que, mientras Isidro dormía, unos ángeles le cultivaban los campos —no digo yo que el santo no diera golpe, pero hay muchos que lo piensan— y ahí cifro, en mi fuero interno, la admiración por el bendito Isidro que, por bueno, alcanzó esa inestimable ayuda. Nuestro pueblo, nosotros mismos, quisiéramos conseguir por otros medios —aunque fueran menos santos— lo que Isidro logró por sus inestimables cualidades, y así echamos la quiniela, jugamos a la lotería, nos “embarcamos” en el “bingo”, etc., etc… Lo que ya es un síntoma de que nuestra admiración está más en lo accesorio del santo, que era el que encontraba ayudas sin pedirlas, que en lo esencial, como es el imitar su vida como siervo de Dios no regateando el trabajo.
En fin, amigos, que siempre nos quedamos por las ramas, lo que no debe gustarle a San Isidro.
Diario HOY, 16 de mayo de 1981

Una noche de zozobra e indignación


Los cacereños, creo que al igual que casi todos los ciudadanos españoles y del mundo, vivimos la tarde del día 13, y parte de la noche, pendientes de la salud del Santo Padre y consternados porque pueda haber alguien que, aun no siendo católico, pueda atentar contra un adalid de la paz como es Juan Pablo II, que aparte de ser el Vicario de Cristo en la Tierra, no ha hecho mal a nadie y ha sido y es el paño de lágrimas de todo el mundo. Claro que a Cristo, siendo Hijo  de Dios y el salvador del mundo, también le crucificaron. Pero esto no puede ser consuelo, sino más bien la aceptación de un mundo y una Humanidad en la que hay mucha suciedad en todos los sentidos y donde se aplaude aín al Barrabás de turno y se sigue crucificando a Cristo a cada momento.
Dicho esto y aparte de unir mi oración a las que todos, o casi todos —porque uno no sabe ya a qué carta quedarse—, los cacereños elevan por la pronta salud del santo Padre, entro en los comentarios tomados al oído.
Lo que pasa es que en cuanto al comentario sobre el atentado en sí hay opiniones para todos los gustos. Hay quien dice que el asesino es un loco, otros que es un terrorista movido por algunos oscuros intereses, otros que puede ser alguien con deseo de notoriedad. A este respecto, se recuerda lo que en el Quijote se cuenta, en unos consejos de don Quijote a Sancho sobre la mal alcanzada fama, de un pastor que puso fuego y abrasó, en la antigüedad, el famoso templo de Diana, considerado como una de las siete maravillas del mundo, sólo por quedar vivo su nombre en los siglos venideros, aunque se mandó que nadie le nombrase para que no consiguiera tal fin…, pero la verdad es que se supo se llamaba Eróstrato. ¿Es acaso este asesino un ser de tal catadura? No llegaremos a saberlo, pero para mí el terrorismo tiene otros orígenes, que alguna vez he dicho: En el mundo hay dos fuerzas contendientes: marxismo y capitalismo. Sólo dos jugadores con un tablero en el que los demás somos peones y donde cada “ficha” se mueve por iniciativa —aunque sea remota— de uno de los jugadores. Nadie está en posesión de la verdad y puede que yo me equivoque, pero hoy por hoy, a mi no me quita nadie mi “teoría” de la cabeza, al menos con argumentos válidos… y que cada cual piense como quiera.
Diario HOY, 15 de mayo de 1981

La calma turbada


Tiene Wenceslao Fernández Flores una deliciosa novelita titulada “La calma turbada”, en la que narra —con el salero que tenía este autor— la verdadera revolución que ocurrió entre los vecinos de un pequeño pueblo con la llegada de un equipo de peliculeros para hacer allí unas filmaciones. El que más y el que menos se creían protagonista de la película y fueron presa de la misma locura que invadió a don Quijote por leer libros de caballería. Don Quijote se vistió de cabalero andante y salió a buscar aventuras por los caminos, y los vecinos de ese pueblecito comenzaron a vivir como si estuvieran protagonizando una película.
Pienso yo que algo de esto viene ocurriendo en muchos de nuestros pueblos sin que yo sepa decir cuál es el agente turbador, aunque muchos piensen que pueda ser el cine o la televisión, que nos sirven violencia a manos llenas. Por no ir más allá, tenemos la noticia surgida en Mohedas de Granadilla, donde unos jóvenes de la localidad: Timoteo Rodríguez, Juan Fernández y Pedro Batuecas, según los partes de la Guardia civil que intervino en el asunto, comenzaron a hacerle la vida imposible al pobre maestro, don Virgilio, al que le robaron 700.000 pesetas en joyas, le quitaron posteriormente un ciclomotor y lo quemaron y, últimamente, comenzaron a mandarle anónimos amenazándole de muerte si no les daba otras 200.000 pesetas, y firmando como “ETA – militar”.
La Guardia Civil los ha “trincado” y pagarán su culpa, pero pienso yo que a lo peor el “torcimiento” de estos jóvenes comenzó por juego y, más tarde, viendo que las cosas les salían bien, que lograban dinero fácil, se han visto metidos hasta el cuello en un asunto delictivo de “mayor cuantía”. Pienso yo que todos los delincuentes del mundo, o una gran mayoría, debieron comenzar de modo similar… y casi como jugando, o como habían visto hacer en el cine o en la “tele”, porque, oiga, esta última —a mi modo de ver— no acaba de acertar con sus programas, porque yo veo el “Raskens” ese que nos están poniendo al mediodía y pienso que, por si era poca la violencia de todo tipo que nos traen las noticias, tenemos también que enterarnos de las faenas que le hacen a la pobre familia del “soldado”, lo que sufre su fea mujer y sus hijitos y acaba uno asqueado de este mundo y deseando “correrle la badana” a todos esos suecos desalmados… Es más, si hacen una suscripción en beneficio de la familia “Raskens”, que cuenten con mi óbolo.
Diario HOY, 14 de mayo de 1981

jueves, 29 de junio de 2017

Señor alcalde, “pis”

El tema es, si ustedes quieren, nimio pero habrá que tratarlo porque ha llegado hasta la “ventana” y no es nuestra sección de las que rechace temas ciudadanos que puedan importar a un sector. A decir verdad, hay un poco de razón en suscitarlo, porque existe un contrasentido en nuestro Ayuntamiento que es obligar a los ciudadanos a hacer algo y no darle los medios para realizarlo. Tienen ustedes, por no ir más allá, el tema de las papeleras: mucho decir que hay que mantener limpia la ciudad, que no hay que tirar papeles en el suelo, que es asombroso el poco civismo de ver una ciudad sucia cuando los ciudadanos —estos mismos ciudadanos de ahora— fueron limpios no hace tanto tiempo… A todo esto cabe preguntar: “¿Pero dónde tiramos los papeles si no hay papeleras?” Porque las que hay son tan pocas y tan distanciadas unas de otras que hay que recorrer media ciudad para encontrar una sana, y claro, el ciudadano sale a hacer sus cosas pero no a buscar con lupa —como un nuevo Diógenes “papeleril”— alguna de las papeleras que restan.
Otro tanto diríamos de lo de la “grúa” que se nos lleva los coches, y que la recomendación que nos hace el Ayuntamiento es que los pongamos en los aparcamientos autorizados, cuando saben de sobra que todos están saturados. El que viene a hacer una gestión a Cáceres no va a hacerla con el coche puesto, como si fuera un traje, y tendrá que dejarlo en algún sitio. Si este sitio no se encuentra, porque no hay aparcamientos, no le queda otra que “jugársela” con la grúa.
Pues bien, esto mismo ocurre —y es lo que será objeto de nuestro comentario— con los urinarios. Los pocos que había se han ido suprimiendo: el de san Juan, el de la calle San José, el que había en la parte alta de Cánovas, etc., y sólo quedan el del parque de Calvo Sotelo y el del Ayuntamiento por la calle Defensores del Alcázar, pero se da el caso de que hace más de un mes este último está cerrado, y el de Calvo Sotelo abre intermitentemente, pero siempre está cerrado cuando el usuario lo necesita… “¿Qué ha pasado aquí?”, se preguntaba un vecino en un bar donde se hablaba del tema. “Es que como don Manuel, el alcalde, se ha ido a La Roche – Sur – Yon, a lo mejor se ha llevado las llaves”, respondió el listo de turno Se habló de que si luego uno hace el “pis” donde le apetece, a lo peor llega el guardia y te multa, porque no va a ir uno al Ayuntamiento diciendo: “Don Manuel, que me hago el “pis”, ábrame usted el urinario”…, y mucho menos puede pensarse en una manifestación de “miccionantes” (vulgo meones) reclamando las llaves al alcalde, en fin, que es para pensarlo.
Diario HOY, 13 de mayo de 1981



NOTA.- La foto de los urinarios de la calle San José, a cuya puerta aparece la que fue encargada de los mismos y empleada del Ayuntamiento Dña. Emilia Rubio Vázquez, ha sido facilitada por su bisnieta Dña. Esperanza Cruz Fuentes.
Las dos fotos de los urinarios de la Plaza Mayor (la primera, con los urinarios al pie de la escalinata del Ayuntamiento y la segunda con urinarios donde actualmente está la oficina de turismo) han sido facilitadas por D. Luis Montes Quijada.

Nuestro cura Marcelo y “300 millones”

Foto: Lorenzo Cordero (HOY)
El hablar de un paisano siempre es agradable, aunque esté lejos. Máxime de un paisano de la categoría del sacerdote Marcelo Blázquez, que fue a Estados Unidos poco menos que de visita y lleva allí un montón de años como director del Apostolado Hispano y haciéndolo tan bien —y el que esto escribe lo ha comprobado sobre el terreno— que es “páter”, o director espiritual, de los reclusos de origen hispano en dos prisiones —quizás las más importantes del estado de Nueva York— y “paño de lágrimas” de cientos de hispanos que tienen su valedor en el padre Marcelo.
Muchas noches ha pasado Marcelo en la celda de los reclusos más díscolos, hablándole en su idioma, convenciéndolos para que sigan la buena senda, sin ñoñerías y con un lenguaje directo, que es el que entienden ellos.
“Me ayuda mucho —nos dijo una vez— el que los hispanos tenemos muy arraigado el sentido de la familia que, por desgracia, ya no tienen los anglosajones. Y busco a sus madres, a sus esposas, a sus hijos y procuro ayudarlos a todos para que ese contacto no se pierda.” En fin, que Marcelo tiene su método y, aunque no presuma de él, le está dando unos resultaos óptimos.
Recordamos una primera anécdota a Marcelo, sucedida cuando apenas había llegado a una de las prisiones. Sus superiores le dijeron que fuera y les dijera misa. Él respondió, más o menos: “Iré de momento a ayudarles, y les diré misa cuando ellos me pidan que lo haga.” No había pasado un mes y todos los reclusos —aun aquellos que presumían de ateos— le pidieron que dijera misa, y no faltaban ningún domingo a ella.
Ahora el olfato periodístico de Alfredo Amestoy ha detectado esta labor de un cura español en Estados Unidos y nos lo va a sacar en “300 millones”. No sabemos cómo saldrá el programa, lo que sí sabemos es que entre el 11 y 13 se haría la grabación. Los permisos están pedidos y las credenciales para el personal de Radio Televisión Española dadas. Aunque lo que salga serán unos minutos, se estima que el tiempo de trabajo sería no menos de cuatro horas ni más de seis.
Amestoy tiene muy buenas “mimbres” para hacer un buen “cesto”; esperemos que le salga redondo porque curas como el padre Marcelo los da esta tierra frecuentemente. Lo que hace falta es darles ocasión para que “se destapen”.
Diario HOY, 12 de mayo de 1981

La de Santa Lucía y otras ermitas cacereñas

(Incluida en el libro “Ventanas a la Ciudad”)
Hoy es la fiesta de Santa Lucía y la tradicional romería a la ermita que está enclavada en las proximidades de Aldea Moret, romería y fiesta a la que sin duda ha dado vida esta barriada, aunque justo es reconocer que muchos cacereños del centro suelen acudir de tradición a ella. Deseamos que este régimen de chubascos —que por otro lado tan bien viene para el campo— no les estropee el día a los romeros o, al menos, no les haga correr mucho bajo la lluvia, cosa que también es un aliciente.
Lo que sí nos da ello, es ocasión para decir que tanto esta ermita, como la de San Benito, próxima a ella y posiblemente una de las más antiguas de la región, pertenecieron a la parroquia de San Mateo de Cáceres, hasta que en el día 3 de junio de 1886 fue consagrada y declarada parroquia la de San Eugenio de las Minas de Aldea Moret que, desde entonces, es la que corre con la fiesta y conservación de estas ermitas, aunque la de San Benito está casi totalmente perdida.
Ermita de San Benito el día de su consagración 11-07-2010
Es curioso saber que por aquellas inmediaciones hay un verdadero rosario de ermitas y santuarios entre los que habría que contar también la de Santa Olalla, cuya tradición afirma que es el “Pago Pociano”, donde vivió la Santa emeritense y que, desde allí, se trasladó una noche a Mérida para recibir el martirio. Esto y la proximidad de un cerro conocido por “Cerro de los Romanos” ha hecho pensar a algunos historiadores locales que por allí hubo, en la época de la dominación romana, población sobre la que no se ha investigado de una forma científica y seria. Hay que decir que los antiguos templos romanos solían cristianizarse y muchos piensan que tanto San Benito, Santa Lucía y Santa Olalla, tuvieron este origen y transformación a que aludimos.
Pero curiosidades de este tipo hay muchas en los alrededores de Cáceres, como por ejemplo la ermita de Santo Toribio de Liébana, de la que ya nadie se acuerda y hoy está convertida en una casa de campo, cerca de Monte Abuela y el predio conocido por “Pontefuera”, donde en 1632 había aún población de la que ya no quedan restos. Todas estas ermitas tuvieron su romería pero ya, en muchos casos, no quedan ni las ermitas. La de Santa Lucía se mantiene de verdadero milagro. posiblemente por la atención que le presta la barriada de Aldea de Moret. Y esto es todo, valga de información para los romeros, a los que deseamos pasen un magnífico día.
Diario HOY, 10 de mayo de 1981

Los consumidores también tienen voz


Uno no acaba de comprender por qué el empecinamiento de cargarse el mercado franco de los miércoles, que tanto éxito de público comprador tiene cada semana en el Camino Llano. La última permanente municipal trató de una petición de representantes de la Cámara de Comercio que recogiendo el punto de vista de los comerciantes de la capital solicitan el traslado de este mercadillo a las inmediaciones del central de abastos o a los márgenes de la carretera de la Ciudad Deportiva. La Permanente ha trasladado el tema a la Comisión de Servicios que lo estudiará, y ahí ha quedado la cosa.
Yo no quiero entrar en las razones que pueden tener los peticionarios para solicitar ese traslado que, estoy seguro, ellos desearían que fuera hasta de la población, sino más bien en el sentido de que como el tema del mercado franco es un tema general en el que no sólo están implicados los comerciantes sino los consumidores que lo utilizan los miércoles de manera tumultuaria, se ha vuelto a olvidar, o puede correrse el peligro de olvidar, la opinión que sobre el mencionado mercadillo puedan tener los usuarios y consumidores en cuanto a su traslado y aun modificación en cualquier sentido.
Los comerciantes ya instalados son parte interesada, y esto lo ve cualquiera, ya que cualquier competencia que pueda provocar una baja del precio del producto o bien una marcha de los clientes hacia otros establecimientos, no debe ser deseable. Pero si esa competencia (siempre que sea lícita) viene a beneficiar al consumidor —desgraciadamente tan olvidado— el Ayuntamiento que lo forman tanto los comerciantes como los consumidores —y estos últimos en mayor número— debe tener sumo cuidado en inclinarse en beneficio de una “clase” o de otra, porque si los comerciantes pagan sus impuestos también los pagan los consumidores y, hasta lo de ahora, no hemos sabido que alguna agrupación de estos últimos haya pedido modificación de sitio o sistema del “mercado franco”.
Hay un hecho que hay que reconocer, y es que el “mercadillo” ha servido para frenar precios. Puede aducirse —y los comerciantes lo hacen— que los productos que allí se expenden son de peor calidad que los suyos, pero la gente se arregla y se ahorra unas pesetas y, sobre todo, están contentos con esta forma de venta.
Diario HOY, 9 de mayo de 1981

El juego de las estatuas


Recordaba yo cómo nos entreteníamos en mi barrio cuando éramos pequeños, muy pequeños, jugando al “juego de las estatuas”. Consistía en agarrarnos de las manos y dar remolinos muy deprisa hasta que el que dirigía daba un grito y, soltándonos, salíamos despedidos para quedar totalmente quietos unos segundos, según caíamos —como los perros “puestos”— imitando a cualquier estatua que hubiéramos visto. El que dirigía elegía el que él estimaba el mejor, que pasaba a ocupar su puesto de dirigente y continuaba el juego hasta el aburrimiento. Mejor dicho, en mi barrio no había ocasión de ello, porque un tal Rosendito, que tenía fama de bruto y tonto, cuando le apetecía y aprovechando la quietud de los demás, largaba un par de bofetones a los que tenía más próximos, con lo que el juego acababa en batalla campal.
Estaba yo contando esto a un grupo de amigos, cuando nos llego la noticia del acuerdo que, en pacto y parto común, habían tenido nuestros partidos políticos sobre lo de parar todos los españoles unos segundos el día 12 a las doce en “rogativa” por que desaparezca el terrorismo y se arreglen las cosas. Paco, que es un ingenuo que no se entera de la “evolución”, peguntó: “¿Y por qué no habrán acordado unas rogativas a algún santo como se hacía antes?”. La sapiencia de Antonio Belvedere le respondió: “Pero hombre, ¿cómo quieres que un cúmulo de ideologías tan dispares puedan acordar algo así? ¿Es que no te has enterado que ya no somos un estado confesional y que el rezar a un santo sería una antigualla? Han tenido que elegir una especie de rogativa laica, que todos puedan aceptar.” “Pues mira, a mi —insistió el otro— me parece mejor un Padrenuestro que un minuto de silencio.” Belvedere, que es un demócrata, le dijo: “Tú si quieres aprovecha el silencio y reza lo que te parezca, pero no vas a obligar a los demás a que lo hagan.”
En fin, que Paco y alguno más han quedado en rezarle a Santa Rita, y unos opinaron de un modo y otros deforma distinta, aunque no teniéndolas todas consigo sobre la eficacia del “paro laico comunal”. Yo, ligando una cosa a otra, me di en pensar: “¡Mira que si en estos momentos aparece el Rosendito de turno!”… En fin, que quizás uno prefiere aquello de: “A Dios rogando y con el mazo dando”, pero allá cada cual con sus ideas.
Diario HOY, 8 de mayo de 1981