lunes, 31 de julio de 2017

De los últimos carnavales cacereños

(Incluida en el libro “Ventanas a la Ciudad”)
No alcanzamos a conocerlos en su esplendor, pero por lo oído sobre ellos, podemos asegurarles que en Cáceres capital tuvieron gran arraigo los Carnavales, que se iniciaban con la romería de San Blas y venían a terminar el Miércoles de Ceniza con el entierro de la sardina y que solían trazar o improvisar las bandas de jóvenes de aquel entonces, organizadas en “comparsas” o “murgas” que era el nombre que aquí solía darse a estas agrupaciones carnavaleras.
Los bailes más arraigados eran los que se realizaban en “Gran Teatro”, donde se quitaban las butacas, elevando el suelo a la altura del escenario, utilizando éste como bar, al que se llamaba “ambigú”; otros bailes, más o menos privados, eran los de los círculos de “La Concordia” —para los señores— y “Artesanos” —para la clase media—. Para el pueblo existían los bailes de “La Churrería”, “La Gallega” y otros, que solían darse en el Palacio de la Isla, donde hoy  está la Casa de la Cultura, o en “Villa Isabel”, cerca de la Plaza de Toros, o en cualquier otro sitio, porque solían habilitarse salones para estos días.
Hemos de decir que existían entonces casas que arrendaban disfraces de carnaval, incluido caretas, y por poco dinero cualquiera alquilaba para estos días, o para asistir a un baile, un traje de “arlequín”, de “dominó” o cualquier otro, siendo más caros los más bonitos.
Aquí  a los “confettis” se les llamaba popularmente “papelinos” y se hacían de artesanía, o sea, cortando papeles de colores, y niños y grandes durante estos días se los arrojaban a cualquier viandante, a los que se les abromaba, sin que éstos debieran molestarse. Donde más se gastaban los “papelinos” y “serpentinas” era en los bailes del Gran Teatro, de los que solían sacarse carros y carros de ellos del patio de butacas, que no se limpiaba hasta finalizar el carnaval.
Los últimos carnavales celebrados en Cáceres fueron en 1936, perdiéndose desde entonces la tradición que, no obstante, quedó bien arraigada en algunos de nuestros pueblos, como Navalmoral de la Mata, donde con diversos nombres permaneció (llegándose a llamar “fiestas de invierno”. para renacer con toda fuerza estos últimos años.
Diario HOY, 3 de febrero de 1982

Las devociones cacereñas


Hoy que festejamos a San Blas en sus vísperas es oportuno decir que nuestro pueblo ha sido un poco “veleta” en el transcurso de los siglos con sus devociones y patronazgos religiosos, porque no siempre nuestro pueblo tuvo devoción a los mismos santos y en esto hubo temporadas en que unos estuvieron de moda y otros que lo estuvieron cayeron en desuso.
Desde luego, la devoción más constante ha sido a San Jorge, al que se aclamó por Patrono una vez tomada la villa, allá por el siglo XIII, pero la devoción a este santo se ha compartido con otras de las que el cacereño actual no tiene noticia, pero que nosotros —siguiendo a viejos historiadores locales, porque aquí no inventamos nada— le vamos a dar.
Uno de los santos que estuvo en “candelero” durante muchos siglos fue Santo Toribio de Liébana, cuya ermita estaba más allá de “Monte Abuela”, en la finca conocida por “Pontefuera”, donde hubo hasta pueblo. Allí acudía en romería nuestro ayuntamiento los días 16 de abril de cada año; pero de aquello no queda ya casi memoria. A Santa Catalina se la llegó a llamar “abogada de la noble villa de Cáceres”, pero también se perdió memoria; también fuimos devotos de San Gregorio, con cuyas aguas milagrosas se regaban los campos cuando había plaga de langosta (como anticipo a los actuales pesticidas). Los mártires San Fabián y San Sebastián fueron nombrados patronos de Cáceres por acuerdo del Ayuntamiento de 21 de agosto de 1620. Por imposición del rey Felipe II, en real cédula de 28 de junio de 1643 —dicho sea con perdón— se nos nombró Patrono de Cáceres a Santiago.
Hubo devociones diversas a la Inmaculada; a la Virgen del Vaquero, que es la de  Guadalupe, desde 1668; a la del Rosario, a Nuestra señora de la Piedad, pero del 1743 al 1747 quien privó fue el Niño de la Congregación, cuya imagen está aún en San Mateo, que compartió la devoción con el Nazareno. La devoción a la Virgen de la Montaña es relativamente nueva, ya que hasta 1776 no pidió el Ayuntamiento que se la declarara copatrona, cosa que confirmó el Papa Pío X, en 2 de marzo de 1906.
Visto esto, y con la mano en el corazón, tenemos que decir que nuestro pueblo en sus devociones fue un poco “veleta”.
Diario HOY, 2 de febrero de 1982

De San Blas a las Candelas

(Incluida en el libro “Ventanas a la Ciudad”)
Ya que lo tenemos en puertas, parece casi obligado hablar de la “Candelaria” y de la romería de San Blas, tradiciones que se dan unidas en Cáceres, los días dos de febrero de cada año,  desde tiempo inmemorial.
La ermita de las Candelas está situada entre la calle de su nombre y la de la Consolación, que baja desde la plaza de Santa Clara, y aunque permanece cerrada todo el año, era tradición el abrirla para la misa de las Candelas y la procesión con la Virgen alrededor de la ermita. Este año cambia un poco la tradición, porque habrá procesión hasta San Mateo, donde se dirá la misa. La ermita es antiquísima y estando ya perdida y en ruinas, cuando don Emeterio Hierro era párroco de San Mateo, se hizo la restauración que la dejó como está actualmente, sin lo más típico de ella que era el soportal. Por cierto, en este soportal y según he oído referir a los más viejos de Cáceres, solía abandonarse a los niños expósitos, práctica de la que no conozco más datos. Era una de las ermitas tradicionales de la entrada al viejo Cáceres y formaba un verdadero rosario con otra desaparecida como la de ‘El Humilladero”, que estaba donde hubo una fábrica de harinas, la de San Idelfonso, hoy convertida en garaje particular, en la rinconada de la calle Consolación, y más lejana, la del Espíritu Santo, actualmente convertida en parroquia... porque ésta fue durante muchos siglos la entrada principal de Cáceres que enlazaba con la Ruta de la Plata hacia Mérida.
La otra ermita, hoy parroquia, la de San Blas, cuenta más de cinco siglos de existencia, y en ella es donde se hace la romería de las Candelas, en las vísperas de San Blas. Se convirtió en parroquia en 1959, siendo su primer párroco, el actual, don José Reveriego, que la restauró en 1961, adicionándole otros edificios en 1967. Su último mayordomo fue don Domingo Muriel Espadero, que ejerció el cargo 52 años, y murió a los 90 años, un uno de junio de 1981, y supo mantener estas tradiciones que aún celebramos.
Realmente esta romería, una de las últimas cacereñas, marcaba la entrada del Carnaval y desde antiguo, la bajada a ella era como un pórtico a esta fiestas profanas que, si hoy han desaparecido, tuvieron su mucho arraigo en Cáceres en pasados tiempos... Ha quedado el tipismo que a nuestro juicio, merece ser conservado por ser una de las últimas tradiciones cacereñas.
Diario HOY, 31 de enero de 1982

El alcalde cayó en el garlito


El alcalde cayó en el garlito; o lo que es lo mismo, al coche del alcalde —al oficial— se lo ha llevado la grúa ayer, en la calle doctor Marañón.
“¡Lo que me alegro!”, nos decía ayer un amigo de esos que gustan de todas la noticias negativas, y agregaba: “¡Para que sepa el alcalde lo que es bueno!”
— “Oye, le decía otro, ¿y si se lo han llevado para dar ejemplo, pero le perdonan las dos mil pesetas?”
— “Que yo creo que le habrán perdonado —terció otro—, porque dime tú con qué cara se presenta esta grúa al próximo concurso que, quiérase o no, adjudica el alcalde… Para mi que esto es propaganda”.
Yo no sé si será propaganda o no, pero desde luego el caso es insólito, o lo era hasta hace poco… y hasta llego a pensar que nuestro alcalde habrá pagado las dos mil pesetitas, como las pagó la señora del gobernador civil, a la que también se le llevaron el coche hace días.
Por si alguno lo duda, vamos a darles más detalles resulta que ayer el alcalde tuvo que ir en el coche oficial a hacer una gestión a la Jefatura de Tráfico, y como la calle doctor Marañón está siempre imposible de vehículos, el coche hubo de quedar mal aparcado… Y sucedió lo que tenía que suceder, que alguien llamó a la grúa y ésta llegó y se llevó el coche del alcalde, con lo que éste —que es un demócrata empedernido— habrá tenido que pagar las dos mil del ala, si es que quiere dar ejemplo.
No obstante, en el fondo me alegro, aunque sólo sea por la razón de que el alcalde se entere sufriendo en sus “propias carnes” de lo mal que estamos de aparcamiento en la ciudad, asunto que o se soluciona urgentemente o no va a poder venir a Cáceres nadie sin correr el peligro de tener que pagarle su “impuesto revolucionario” a la grúa de marras, porque a la altura que se están poniendo los aparcamientos en la ciudad y con lo en serio que se lo han tomado los de la grúa —cosa que nos parece muy bien— vamos a tener que poner a las entradas de las carreteras un cartel que, poco más o menos, rece así: “No entre con coche en la ciudad, está todo completo”.
En fin, que el alcalde cayó en el garlito, pero como es él el que tiene que solucionar lo de los aparcamientos, mejor que mejor.
Diario HOY, 30 de enero de 1982

Los árboles de la pimienta


Hace unos años fuimos testigos del asombro que causaba a un botánico el que en Cáceres se hubieran aclimatado y se criaran bien los llamados “árboles de la pimienta”, porque al parecer son árboles que se dan en climas más templados y para él, entendido en la materia esta adaptación era asombrosa.
“Como usted sabe —nos decía—, por estos árboles es por los que se descubrió América, porque lo que Colón iba realmente buscando es una “nueva ruta de las especias”, entre cuyas especias se encontraba este árbol de la “pimienta negra”, conocido más comúnmente en América por “pirul” o “pirú”, que no solía darse más que en aquellos climas.”
Asesorados por él, vimos y probamos el fruto de estos árboles, y sus pequeñas hojas que, mordidas, dan el típico sabor de la pimienta negra
Para que ustedes lo sepan, porque muchos cacereños lo desconocen, estos árboles están plantados, varios de ellos en el Paseo de Cánovas, mejor dicho, en el parque de Calvo Sotelo, en el macizo que da frente a la fuente luminosa, y entre unas viejas palmeras, sitio que desde luego es muy abrigado, y tienen unas pequeñas hojitas en forma de punta de lanza, y producen un fruto como bolitas verdes, que más tarde se transforman en rojas y finalmente en negras, siendo este fruto la típica pimienta negra que se emplea para la conservación de carnes y embutidos. Si ustedes tienen la curiosidad de morder estas bolitas se darán cuenta de que, en efecto, es pimienta.
En América este árbol es muy común y, aunque hay varias especies que producen pimienta negra más o menos fina, en general se los llama “pirules” o “pirú”  todos ellos, nombre que al parecer fue puesto por los españoles, ya que procedían del Perú… Lo que ya no sabemos es si estos árboles los trajeron de allí los conquistadores, porque suponemos que es una aclimatación posterior, pero de todos modos no deja de ser curioso el que en Cáceres se encuentren los célebres árboles de la pimienta, y como tal curiosidad se lo contamos, como nos lo contaron a nosotros. Es más, sabemos que algunos de los que conocen este árbol, en vez de comprar la pimienta negra recogen estas bolitas y las utilizan como tales, Nosotros les invitamos a hacer la prueba; al fin y al cabo es una curiosidad ciudadana que posiblemente usted desconocía.
Diario HOY, 29 de enero de 1982

De cuando Felipe II estuvo en Cáceres


Hay veces que los temas de las “ventanas”, sobre todos los referidos a la pequeña historia de la ciudad, suscitan su controversia, a la que no queremos llamar polémica porque no suele llegar a tanto. De ello vamos a hablar aquí, puntualizando una cosa que alguien ha puesto en duda, aunque no sea más que porque de algo hay que hablar.
En una de las últimas “ventanas”, nos referíamos a que cuando el rey Felipe II estuvo en Cáceres, la calle Pintores se llamaba así, porque las crónicas de este viaje dicen que el rey, caballero en una mula, entró por la calle de “Pintores”. Pues bien, uno de estos amigos que lo discuten todo, nos ha dicho que tal rey no estuvo nunca en Cáceres, porque según él —que parece ser estuvo acompañando al rey en esta visita, dados los detalles que se inventaba de tal asunto— no quería jurar los Fueros de la ciudad y prefirió quedarse a pernoctar en la finca “La Enjarada”, para no tener que entrar en Cáceres.
Por descontado que nosotros no estuvimos en la visita de este rey, como parece ser estuvo nuestro “oponente”, por lo que nos hemos tenido que agarrar a las “crónicas” de aquel entonces de las que hablan diversos historiadores  posteriores de los que nos tenemos que fiar más que de nuestro amigo, por muy discutidor que sea…, por lo que, para el que como él lo dude, extraemos algunos detalles de esas crónicas que puedan venirle a aclarar las ideas a nuestro amigo, y si no se le aclaran, allá él. Pensamos que la historia tiene que hacerse así, y no echándole imaginación y haciéndola ver como a nosotros nos hubiera gustado que fuera.
En definitiva, que el rey Felipe II, según esas crónicas, llegó a Cáceres en la tarde del 9 de marzo de 1583, entrando como decíamos por la calle de Pintores montado en una mula. Permaneció en Cáceres todo el día 10 y partió de nuestra ciudad el día 11, para Torremocha, continuando desde allí, por Trujillo, camino de Guadalupe. Al parecer, el día antes de la venida a Cáceres era cuando había pernoctado en la finca “La Enjarada”, puesto que venía de Portugal, por lo que hoy es carretera de Badajoz, continuando desde Cáceres viaje de regreso a Madrid, pero por Guadalupe… Si esto es suficiente para nuestro discutidor oponente, ahí queda, y si no lo es allá se las vea.
Diario HOY, 28 de enero de 1982

domingo, 30 de julio de 2017

La picaresca de las máquinas


La picaresca no cesa y tenemos que reconocer que los españoles somos muy dados a ella. Yo no sé si en algunos casos es por defraudar y buscarse un ahorro, o simplemente por el gusto de correr la aventura de ver “si el invento funciona”. Uno de estos inventos, del que les hablamos a ustedes en tiempos pero que ahora se ha prodigado alarmantemente, es el de los trucajes de monedas para las máquinas “tragaperras”. Suponemos que ello es debido a que las que se han prodigado —también alarmantemente— son las “tragaperras”, con las que se suele dar el dicho “de enero a enero es la ganancia es del banquero”, porque si alguna vez alguno consigue uno de los premios que ofrecen, muchas otra veces —la mayoría— la maquinita se queda con lo que echas.
El truco empleado ahora, y hasta “industrializado” según dicen, es que a las monedas de cinco pesetas les suelen poner un arillo alrededor, de cobre, con lo que se consigue la dimensión y el peso de las monedas de los cinco duros, con lo que el negocio es redondo para el “defraudante”, que las introduce en el monedero de cambio y consigue los cinco duros sueltos, por un solo duro.
Esta forma de defraudar tiene alarmados  los propietarios de máquinas automáticas, hasta el punto de que, como se emplean mucho en las de sacar tabaco, la decisión ha sido cerrar muchas de ellas y expender el tabaco en el mostrador; pero en las otras, en las de juego, la lucha contra este fraude es más difícil, porque si se clausura la máquina se acaba el negocio. Por otra parte, nos aseguran que hay quien se dedica a estas transformaciones de los “duros” en cinco duros y los venden, habiendo montado un “negocio” muy saneado… Aunque pensándolo bien, suponemos que por la “transformación” se pagará algo más de las cinco pesetas, ya que este es un “trabajo fino”, con lo que entre lo que pagas y a lo que te expones acaban pagando más de los cinco duros que te ahorras, por lo que volvemos a lo del principio: ¿Se hace este fraude por ahorro o por el gustillo de la picaresca de hacerlo?... Porque muchos, aunque el duro trucado se lo vendieran a cinco duros, serían capaz de pagarlos por “chinchar” al “tío de las máquinas”… Y es que los españoles somos así, amigos.
Diario HOY, 27 de enero de 1982

Los destroza-cruceros


No queremos pensar mal, pero de algún tiempo a esta parte están apareciendo rotos o desmontados los cruceros de piedra  existentes en nuestra ciudad, casi todos ellos con siglos de antigüedad que respetaron su simbolismo y que, aparte de él, históricamente son verdaderas piezas de museo.
Esto pasó con el crucero existente en el Potro de Santa Clara, hace ya meses, teniendo que recurrir a viejas fotografías para volver a restaurarlo en lo que se pudo. Gracias a que hay muy buenos canteros aún en Cáceres se logró hacer una restauración aceptable y el crucero ha vuelto a instalarse en el mismo lugar. Por cierto, entonces se dijo que el destrozo lo habían realizado una banda de chicos, todos ellos menores de edad, a los que logró localizarse y parece ser que sus padres corrieron con el gasto de restauración.
Hay otro destrozo que lleva ya unos meses sin que se sepa quién lo ha realizado. Nos referimos al Crucifijo de piedra instalado en la esquina del Convento de San Pablo, dando frente a la Torre de las Cigüeñas. Dicho crucifijo también es una pieza notable, que se encontró hace años en un pozo del Santuario de la Virgen de la Montaña, cuando se hacía una de sus últimas restauraciones. Sucedió esto siendo alcalde don Alfonso Díaz de Bustamante, que decidió ponerlo en el lugar que ahora ocupa, dotándole de un tejadillo de protección y una luz, ocurriendo un caso muy curioso, por lo que se le comenzó a llamar “Nuestro Señor de las Aguas”, ya que desde el momento que se instaló donde está comenzaron a caer unas intensas lluvias sobre Cáceres, y a alguien se le ocurrió decir que era porque el Cristo echaba de menos las aguas que, durante siglos, le habían cubierto en el pozo donde estuvo… En fin, leyendas y supersticiones. Pues bien, este crucifijo desde hace unos meses ha aparecido con la cabeza destrozada, sin que se sepa quién ha realizado tal desmán.
Ahora, recientemente, ha sido el crucero existente ante la parroquia de San Blas, sin que se sepa tampoco quién hizo el destrozo. Ha quedado totalmente destrozada la peana superior que sustenta la cruz, y como la fiesta de San Blas está próxima, se está intentando repararla por alguna vieja fotografía, El amigo Antonio “El Sopa” estaba recabándola estos tiempos atrás y parece ser que, tras muchos trabajos, la ha logrado, para que los canteros hagan la pieza… Pero lo que importaría es encontrar a los gamberros o algo peor que realizan estos desmanes.
Diario HOY, 26 de enero de 1982

Devolver la Plaza Mayor al vecindario


Hay que recuperar la plaza pública para el pueblo, y este es el criterio de nuestro actual alcalde, don Manuel Domínguez Lucero, que vuelve de Madrid ilusionado con esta idea. Tenemos que reconocer que nuestra Plaza Mayor, antiguo recinto de convivencia del vecindario, se nos ha convertido en un enorme garaje sin utilidad para el vecino de a pie.
Este fue un desacierto del antiguo alcalde, Díaz de Bustamante, al que, en compensación, le debemos otros muchos aciertos en su gestión, como puede ser el del abastecimiento de aguas, desviación del ferrocarril, etc. Pero todo ser humano tiene desaciertos y esta transformación en garaje de la Plaza Mayor fue uno de los de don Alfonso que, si quedó enjugado por otros aciertos, hizo perder la primitiva finalidad que las plazas mayores de nuestros pueblos y ciudades tienen para el vecindario, cual es el de ser centro de la convivencia del pueblo, lugar donde estar, etc.
Ahora, con motivo de la nueva remodelación de la Plaza Mayor, parece ser que quiere subsanarse el error anterior —y así nos lo ha explicado el actual alcalde—, volviendo a trazar una plaza, con bandeja central accesible para todo el mundo, donde puedan jugar los niños, descasar los viejos, convivir todos y servir también para instalar esas ferias del libro o puestos que en ocasiones determinadas no se sabe donde poner. Cierto que los estudiantes actuales conviven en los sitios que han quedado próximos a la plaza: escalinatas al arco de la Estrella, soportales, Foro de los Balbos, calles como General Ezponda y otras…, pero no son suficientes y trata de devolverse la plaza a esta convivencia ciudadana aunque, como es lógico, surgirá el problema de dónde aparcar los vehículos, pero este es problema secundario que por otro lado, puede subsanarse con los nuevos aparcamientos que se tienen en mente.
El proyecto no está hecho, pero paree ser que se trata de volver a trazar la plaza como estuvo a principios de siglo con bandeja y árboles —no muy altos para que no resten belleza a la muralla —que den sombra a los que utilicen aquello; en fin, que de sabios es rectificar y que en realidad muy pocos cacereños estamos contentos con como la plaza está ahora, y sobre todo: si la plaza debe ser un lugar de convivencia para el pueblo, vemos muy bien que se le devuelva al pueblo lo que es suyo.
Diario HOY, 24 de enero de 1982

El "paseo de Ibarrola"

Como tantas otras cosas en Cáceres, el Paseo Alto tiene un nombre antiguo y otro moderno —aunque no sea tan moderno—. Porque, si no lo saben ustedes, el nombre “oficial” del Paseo Alto, aunque todos sigamos llamándole Paseo Alto, es “Paseo de Ibarrola”.
Sucede aquí, y yo creo que en todos lados, que contra lo popular no puede irse, y que si a una calle el pueblo la nombra de un modo, no sirve el que oficialmente nos empeñemos en nominarla de otro, porque el nombre no arraigará. Yo no sé si la célebre y típica “calle Caleros” ha tenido algún otro nombre, pero de  nada hubiera valido ponérselo, porque para todos los cacereños seguirá siendo la “Calle Caleros, como seguirá siendo “Calle Pintores” la de los comercios de Cáceres, aunque se haya llamado de infinidad de modos entre los que recordamos: Alfonso XIII y Generalísimo Franco, que es como oficialmente se llama ahora, pero para Cáceres seguirá siendo Pintores, que por cierto es una designación tan antigua que cuando llegó Felipe II a nuestra villa camino de Portugal la crónica dice que entró en ella, montado en una mula por la calle de Pintores… Pero no es éste el caso.
El caso es que el jurista y hombre popular que fue en Cáceres don José de Ibarrola, siendo ya anciano gustaba de ir a pasear —y tomar aire puro— al Paseo Alto y se dice que no faltaba un día a él, lloviera o tronara, por lo que un ayuntamiento de aquel entonces, antes de morir Ibarrola, nominó este paseo con su apellido, en un homenaje al que había sido destacado jurisconsulto y amenísimo y festivo escritor entre otras cosas. Por cierto, Ibarrola, del que en tradición oral se conservan cantares y versos ingeniosos, publicó poco, al menos firmado. Sé que fue director de la revista literaria “Cristal”, colaboró en otras publicaciones, pero libros sólo le conozco uno al que por su largo título todo el mundo le llama simplemente “El libro de Ibarrola” y en él se contienen, narrados con soltura y amenidad, casos jurídicos y literarios de gran garra. La lástima es que no se hayan conservado sus “chascarrillos”, que hacía en verso para una tertulia a la que asistía en la botica de Boaciña, pero se dice que “como se metía” —con salero— con el todo Cáceres de aquel entonces, él tenía buen cuidado de, tras leerlos a los contertulios, hacerlos añicos y guardárselos en un bolsillo, no fuera a ser que los publicaran, creándole incomodidades.
Diario HOY, 23 de enero de 1982

Del "Naranjito" al "Bellotín" pasando por la "Ruperta"


El “Naranjito”, símbolo de los Mundiales-82, ya comienza a estar en todos sitios con “división de opiniones”, como suele decirse en términos taurinos, porque unos estiman que ha sido un acierto elegir ese “cítrico” símbolo español para esta confrontación deportiva, y otros estiman que ha sido todo lo contrario y que se trata sólo de una burda imitación, pero con menos gracia, de la célebre “Ruperta”, aquella calabaza que se hizo famosa en un concurso de la “tele”, que creo se llamaba “Un, dos, tres, responda otra vez”.
Por nuestra parte no nos inclinamos por ninguna de las dos posiciones drásticas, porque todas las opiniones son respetables —para eso estamos en democracia— y las cosas como se arraigan es cuando se habla de ellas, por aquel dicho que reza “Que hablen de nosotros, aunque sea bien”. Pero sí es cierto que “Naranjito”, que ha comenzado ya a figurar en los escaparates de muchos establecimientos de Cáceres, de momento al menos ha tenido peor acogido que tuvo la “Ruperta” y que una gran mayoría señalan el tremendo parecido con ella agregando aquello de “nunca segundas partes fueron buenas” y dando su opinión en el sentido de que podría haberse elegido algún otro símbolo más representativo de lo español, porque éste está falto de gracia.
Ya veremos si su futuro arraigo viene a clarificar estas dudas, porque la verdad es que aquí protestamos por todo, y al fin y al cabo “Naranjito”, como dibujo, sigue la línea que podríamos califica de simple o infantil que iniciara, hace ya muchos años, el “Chapete”, del dibujante Salvador Bartolozzi, el creador de “Pipo y Pipa”, que lanzó una serie de cuentos titulados “Aventuras de Pinocho y Chapete”. “Chapete” era simplemente un huevo en forma humana que, aun siendo feo, arraigó mucho en el mundillo infantil de entonces. La “Ruperta” era una calabaza y con ella comenzó esta serie de “humanizaciones fruteras”, que continúa el “Naranjito”, y que ha seguido en lo que a Cáceres y Extremadura se refiere, otro personaje —lanzado por no sé qué casa comercial— que se llama “Bellotín” y que ha nacido como réplica al “Naranjito”, pero “Bellotín” quiere simbolizar a Extreadura y auque suponemos va a alcanzar menos fama, para que ustedes lo conozcan al menos, adjuntamos su fotografía aunque sólo sea por curiosidad.
Diario HOY, 22 de enero de 1982

NOTA.- Lamentamos no poder reproducir la imagen de “Bellotín” que se publicaba con esta Ventana, al ser la copia de que disponemos de ínfima calidad.