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martes, 6 de marzo de 2018

Tente mientras cobro


En nuestro país hemos venido practicando demasiado tiempo el “tente mientras cobro”, como para que podamos desterrarlo de nuestras relaciones en un momento, Y como para que lo tomen en serio y lo corrijan las muchas sociedades que se dicen defensoras del consumidor, que sólo han surgido para crear una burocracia inútil más, con beneficios para los que integran sus cuadros directivos, pero sin ninguno para el indefenso consumidor que, en España, sigue teniendo minoría de edad y nadie le respeta. Es triste, porque consumidores somos todos. Pero el hecho real es que si un consumidor tiene una reclamación que hacer, aunque recurra a alguna de estas asociaciones, tras del poco caso que le hacen, se encuentra más solo que la una, con lo que el único camino —lento camino— es la reclamación judicial, que ya existía antes que las mencionadas asociaciones.
No importa que el fraude sea tan de bulto como para que todos lo comprendan. El consumidor, por muchas razones que le asistan, tendrá que emprender el largo, complicado, caro y lento camino de la justicia ordinaria, Pero solo y sin la compañía o el estímulo de esas inútiles (aunque vistosas) asociaciones de consumidores.
Uno de los fraudes más al uso, es el de la construcción. No decimos que todas las constructoras defrauden, pero sí que muchas de las que se dedican a hacer viviendas, por la apetencia que hay de ellas, y la poca inspección que ejercen quienes deberían hacerlo, dan gato por liebre al más pintado. Como, parece ser, sucede con inmuebles de la calle Dionisio Acedo y con tantos otros más. Da la impresión de que se ha puesto de nuevo de moda el viejo bolero titulado “Mi casita de papel”. Aunque lo malo es que cobran las casitas como si sus muros y materiales fueran de oro. Así se forran muchos y las asociaciones de consumidores en congresos o reuniones que tratan de hacer mala filosofía de cada caso.
Diario HOY, 29 de octubre de 1987

lunes, 5 de marzo de 2018

Canteras e industrialización


Uno ve con agrado el que sociedades como SODIEX, al decir de su presidente, Luis Carrera, tengan una especie de varita mágica para generar riqueza y puestos de trabajo en toda Extremadura, como se deduce del plan que dicho señor ha presentado para los próximos cuatro años, con la garantía de un apoyo oficial, cosa que nos afianza más en que las cosas pueden no ser el cuento de la lechera, como han sido otras veces, sino dineros y puestos de trabajo, “contantes y sonantes”, como dice ahora su presidente.
Me he fijado quizás más, como lo habrán hecho otros cacereños, en lo que esta sociedad nos tiene preparado para Cáceres. En “la participación de la sociedad en una empresa de extracción de áridos en la capital cacereña, para la explotación de calizas que supone la inversión total de 300 millones de pesetas, con la generación de 13 puestos fijos de trabajo, con previsiones de producción que superan las 460.000 toneladas anuales”. Esta cantera está situada, se dice, a tres kilómetros de la capital cacereña, por la carretera de Miajadas. Si uno, que es curioso, traza sobre un mapa tres  kilómetros por esa carretera (que es la de las Torres), nos daremos cuenta de que esa cantera va a estar, más o menos, en las faldas de la Montaña, donde ya hay otras canteras de las que los ecologistas y sucesivos ayuntamientos vienen diciendo que de continuar excavando el cerro, harán desaparecer parte de La Montaña, modificando el paisaje y todo el entorno ecológico que lo circunda. Esto se ha dicho de esa cantera (que a lo mejor no es la de SODIEX” y de “La Labradora”, de propiedad municipal, que está destrozando el Cerro de Cabezarrubia y cuyas obras tampoco hay quien pare.
Puede que esto sean simples temores, pero habría que preguntar a SODIEX cómo se sacan de ahí 460.000 toneladas de tierra anuales, sin que se note.
Diario HOY, 25 de octubre de 1987

viernes, 2 de marzo de 2018

Montanera de Extremadura


Desde luego tenemos el santo de espaldas. Primero fue la peste porcina africana la que nos dejó planchada la ganadería extensiva extremeña, la del riquísimo cerdo ibérico, no muy grande y de color pizarra, que andaba por esos encinares de Dios buscando bellotas y del que decía un pensador extremeño, ya muerto, “que tenía ricos hasta los andares”. Ese era el cerdo, cerdo y no los mastodónticos cerdos rubios a los que aquí llamábamos “guarros portugueses” o “gallegos”, porque no eran autóctonos de nuestro territorio, y porque se criaban realmente estabulados y no en plena libertad, como el cochino nuestro. En fin, que vino la peste y que nos quedamos sin cerdos de ese tipo, y que a estas alturas todavía no se ha encontrado una vacuna eficaz para combatir dicha enfermedad.
Así las cosas, ahora nos llega la otra peste, la equina, que dicen la han traído unas cebras que, no sé qué ecologistas o zoologistas, se empeñaron en aclimatar aquí, y que están a punto de dejarnos sin caballos. Afortunadamente, a nuestra región no ha llegado todavía la enfermedad, según se dice, pero la tenemos casi en puertas, en Ávila, por lo que “cuando las barbas de tu vecino veas rapar, echa las tuyas a remojar”, Quiero decir con ello que, yo que nuestras autoridades, vacunaba hasta a los “pasos de cebra”, no vaya a ser que también nos la líen con esa otra cabaña ganadera y nos tengamos que dedicar a exportar sapos parteros, de los que al parecer estamos muy bien abastecidos.
Viene esto a cuento y como comentario al cuidado que tenemos que tener con nuestra cabaña que, sin duda, se relaciona también con la denominación de origen que se quiere conseguir de los productos de cerdo de la región, a los que se les quiere poner algo así como “Montanera de Extremadura”. No está mal, pero debemos darnos prisas, porque podemos quedarnos sin “bichos”.
Diario HOY, 20 de septiembre de 1987

lunes, 26 de febrero de 2018

La pelota puede seguir en el tejado


(Incluida en el libro “Ventanas a la Ciudad”)
El asunto de la cantera “La Labradora” y del vecindario del barrio de La Abundancia,  ni se ha solucionado ni se solucionará de manera fácil. Para los vecinos no hay duda de que el deterioro que producen en sus casas, las grietas que surgen tras de cada explosión y el polvo continuo que les invade todos los enseres, proceden de la cantera y de su trabajo que, a juicio de ellos, debería hacerse más lejos de sus viviendas al menos por la peligrosidad que entraña. Pero los dueños de la cantera se defienden con informes técnicos porque el cierre de ellas les traería, a ellos y a los que allí trabajan, un perjuicio económico que hay que atajar a toda costa.
El asunto de las canteras, al ser industrias en las que se mueve dinero y mucho, es un hueso duro de roer y prueba de ello tiene el propio Ayuntamiento de Cáceres que, tras cuatro años de discusiones con los propietarios de esta cantera, están como estaban al principio. No ha servido en este caso aducir que nos están variando el paisaje y que lo que hoy es el Cerro de Cabezarrubia, si la cantera sigue adelante quedará convertido en un llano.
El hecho, y yo lo confieso, es que no veo solución porque la extracción de áridos para la construcción, para los fabricantes de mosaicos, etcétera, tiene que continuar porque todas esas industrias que dependen de una cantera no pueden cerrar. Me dicen que en el extranjero —que es donde ocurren siempre las cosas bonitas— se obliga a los que explotan canteras a ir cerrando lo que han abierto y hasta a plantar árboles para quedar el paisaje como estaba, rellenando con otros escombros lo que se han ido comiendo. Esto es costoso, pero dicen que así lo hacen por ley, lo que pasa es que aquí nos faltan leyes de este tipo. Por ello me temo que la pelota seguirá mucho tiempo en el tejado.
Diario HOY, 25 de agosto de 1987

sábado, 24 de febrero de 2018

Modernizar la tradición


En una de sus disposiciones, el Fuero de Cáceres, que data nada menos que del siglo XIII y que fue la ley por la que se rigió nuestra ciudad hasta hace escasamente dos siglos, se dice, poco más o menos, que al que se le sorprendiese robando una colmena se la cortaría la mano derecha.
Hoy día, estas penas nos parecen monstruosas, pero en aquel entonces que los hombres tenían que agarrarse a lo práctico, de no haberlo decretado así y aún de no haber puesto el castigo como modelo ejemplar, no hubiera quedado ni una colmena por aquellos campos, en los que no podía haber una vigilancia constante y en los que los hombres andaban continuamente en guerra sin poderse ocupar de vigilar sus industrias.
Miel y cera
Otra cosa nos indica esa disposición foral cacereña y es que aquí siempre hubo industria de miel y cera y, por tanto, de explotación de colmenas, con lo que la tradición apícola cacereña de esta industria, si se quiere artesanal, tiene un montón de siglos de existencia.
Digo esto pensando que los aciertos de nuestros políticos y administradores actuales pueden estar en promocionar las industrias que nos fueron  tradicionales, mediante las modernizaciones oportunas, mejor que promocionando otras industrias extrañas para las que no tenemos ni disposición ni tradición, con lo que nos pueden engañar como a chinos (véase por ejemplo lo de “Eurohard” y algún otro caso).
La lógica del Plan
Ello quiere decir que, a mi modo de ver, lo de meternos con un Plan Regional Apícola promocionando algo que secularmente conocemos, me parece mucho mejor y más lógico que meternos a hacer ordenadores o submarinos atómicos. Nuestra economía tiene que revivir sumando lo que nos parecen pequeñas y artesanales industrias, pero que conocemos, aunque sólo sea por aquello de: “Mejor pájaro en mano que ciento volando.
Diario HOY, 12 de agosto de 1987

El expolio de los telares extremeños


Por completar el ciclo, sobre el expolio industrial a Extremadura, aunque sólo fuera a una incipiente industria, vamos a hablar hoy de las fábricas de paño que también acabaron cerrándose a favor de las de la zona catalana, aunque en este caso la operación que montaron los catalanes de acoso y derribo a otras industrias de este tipo y de fuera de su región se refería más a lugares que les hacían más competencia, como pudiera ser, en lo próximo a Extremadura, las industrias de Béjar.
Tras de haber leído un poco sobre el tema, en esto como en los peces, los grandes se fueron comiendo a los chicos y Béjar, que se comió algunas de las industrias que pudieran aflorar en nuestros pueblos extremeños, sufrió a su vez el expolio de las catalanes que, poco a poco y, posiblemente, sin lograrlo del todo, se la han ido merendando
La prueba de lo que decimos, en cuanto a la competencia, semi-regional entre Béjar y Cáceres, figura hasta en nuestro folklore, en una de las jotas cacereñas que dice:
“En mi pueblo al crujir los telares,
suenan más y mejor los cantares,
que aunque en Béjar le ponen más brillo,
para paños, en Torrejoncillo”.
En 1808 en Torrejoncillo había fábricas de paño pardo en cuya operación se empleaba todo el vecindario, antes del establecimiento de máquinas en Béjar, Hervás, Coria y Cañaveral, que fueron los que terminaron con esta industria para terminar, también ellos: Hervás, Coria y Cañaveral (donde había fábrica de hilar seda), “comidos” por Béjar o por Cataluña.
Como puede verse, fue una afloración que, en este caso, no logró la mayoría de edad.
Diario HOY, 9 de agosto de 1987

El expolio de los lavaderos


(Incluida en el libro “Ventanas a la Ciudad”)
Ya hablamos, en una ventana anterior, del expolio catalán a la incipiente industria corchera extremeña que, prácticamente, fue trasladada toda a Cataluña, pero insinuamos que lo mismo pasó con las muchas y florecientes industrias de lavado de lanas, asunto que hoy vamos a ampliar, aunque sólo sea dando un botón de muestra, como suele decirse.
Uno de los lavaderos de lanas más famosos y rentables de Extremadura fue el de El Barrueco, próximo al pueblo de Malpartida de Cáceres, en cuyas semi-ruinas ha realizado su museo Wolf Vostell. Este lavadero de lanas empleaba a un centenar de personas, entre ellas veinte mujeres; y se lavaban de 70 a 80.000 arrobas de lana en temporada. La instalación tenía grandes tinados cubiertos para el esquileo del ganado, un encerradero en el que cabían 4.000 cabezas, dos campos, uno con el suelo encalado y el otro con césped, para secar la lana; dos pedreras para escurrirla, un local llamado la estriba, de 70 varas de longitud por 14 de latitud, para almacenar la lana lavada, prensarla y dejarla dispuesta para el transporte. Aparte del depósito de aguas para el lavadero que hoy existe, había dos charcas que movían sendos molinos y criaban buenas tencas.
Este lavadero, en 1808, era propiedad del Marqués de Santa Marta y se dice que era un manantial de dinero para su dueño. En 1826 lo compraron a sus herederos los comerciantes catalanes señores de Calaff de los que, aunque una rama arraigó en Cáceres, de la que descendían don Fernando Valhondo Calaff, la otra no perdió su vinculación con Cataluña y formó parte de esa lenta “operación industrial” que fue llevándose, poco a poco, estas industrias extremeñas, con cierta lógica para ellos, ya que se llevaban allí para realizar los paños. Lo que pasó después lo sabemos todos, aquí se quedó la materia prima, que se les envía; pero todo el valor añadido de su manipulación pasó a Cataluña.
Diario HOY, 7 de agosto de 1987

viernes, 23 de febrero de 2018

La industria corchera extremeña


Hay una serie de noticias que se vienen dando, relacionadas con el posible regreso, que no fuga, de industrias corcheras catalanas a nuestra región, al abrigo de las ayudas otorgadas, muy inteligentemente, al sector, por la Junta de Extremadura. Es más, Maciá Alavedra, consejero de Industria de la Generalidad, ha llegado a decir que algunas industrias corcheras catalanas que se vinieron a Extremadura han tenido posteriormente que regresar a Cataluña, aunque se confiesa que allí están trabajando para conseguir una marca de calidad del corcho catalán.
Todo esto me hace salir al paso, para recordar algunos aspectos históricos del corcho y su industria en Extremadura y del expolio que de este sector y de los lavaderos de lanas, que fueron industrias punteras en nuestra región, hicieron los industriales catalanes de aquel entonces.
En Cáceres y en Extremadura, a principios de siglo, había industrias de explotación y manufactura del corcho que, ciertamente, habían montado los catalanes, o al menos se habían ido quedando con ellas, como se habían ido quedando con los lavaderos de lanas y con  las pequeñas y artesanales fábricas de paños. En Cáceres todavía se conocen las naves, que hoy se llaman de “Alcoresa”, como “La fábrica de corcho”, porque allí funcionó una manufactura de este tipo de gran importancia. Es más en lo que hoy es Colegio de la Inmaculada (Casa de los Pereros) funcionó una fábrica corcho-taponera, cuyas instalaciones visitó  o inauguró, en uno de sus viajes a Cáceres, la Infanta Isabel, “La Chata”, y en Arroyo y otros muchos pueblos había industrias relacionadas con el corcho que fueron cayendo, en una lenta operación, en manos catalanas para, finalmente, trasladar las fábricas a Cataluña y dejar aquí algún encargado que se ocupara de la extracción y el envío de la materia prima. Igual ocurre con los lavaderos y con los telares, aunque esto es materia para tratar más extensamente.
Diario HOY, 6 de agosto de 1987

miércoles, 21 de febrero de 2018

Simplemente una injusticia


En más de una ocasión nos hemos referido a la marginación gitana que, en muchos casos, provocan los propios gitanos cuya vida y costumbres no suelen adaptarse a la sociedad en que viven, cosa que para ellos es un orgullo secular porque mantienen puras muchas de sus costumbres, pero para la sociedad en que están enquistados suele ser molesto en muchas ocasiones y, en algunos sitios (no aquí en Cáceres), han dado lugar a rechazos violentos de este colectivo marginado, quizás por automarginación.
Todo esto puede ser cierto y hay que admitirlo así, lo que no es lógico, justo, ni cristiano (aunque esto último suene a trasnochado) es que nuestra propia sociedad y nuestras  instituciones oficiales y particulares que se llaman justas y ejemplares, sean las que abusan del gitano , porque el gitano —muchas vedes analfabeto— no sabe utilizar los canales de defensa que tiene  la sociedad paya (como no los saben utilizar los payos analfabetos).
El problema lo hemos señalado estos días atrás en algunas de nuestras secciones, pero no importa volver sobre él, más seriamente. Resulta que en la barriada gitana de “El Carrucho” existe un transformador de energía eléctrica que proporciona luz a diversas familias gitanas. Estas familias tienen obligación de pagar sus recibos que les cobra Iberduero, pero como algunas de esas familias están retrasadas en sus pagos, la forma de presionarles para que paguen es cortarle la luz a todos, a los que pagan y a los que no pagan, que llevan sin luz (y sin que nadie se ocupe de resolverles su problema) más de siete días. No entramos en tiquismiquis de si el transformador es o no de la entidad que cobra los recibos. Lo que nos parece totalmente injusto es tener sin luz a familias que los pagan, porque otros gitanos no los paguen.
Diario HOY, 13 de junio de 1987

martes, 13 de febrero de 2018

Poner puertas al campo


Creo yo que este retraso en consentir canales privados de televisión está dando lugar a un crecimiento raro de lo que son las comunicaciones o las noticias e imágenes. Viene sucediendo que con eso de no tener una apertura de la televisión hacia compañías o sociedades que no sean el propio Estado y la administración, en estos tiempos en los que la técnica evoluciona a marchas forzadas, es como tratar de poner puertas al campo, o presa a un torrente que crece por momentos. Y el asunto no se lo achaco a un partido político determinado, ya que aquí ha venido pasando como en el cuento de los del peral, esos que iban a llamar a los que estaban cogiendo peras y se quedaban allí…
Quiero decir que, en otros países hay un canal del Estado, y otros diversos de compañías o particulares que ofrecen una variada gama de programas que, por aquello de la ley comercial de la oferta y la demanda, se estimulan para ser cada cual la cadena que más televidentes tenga, realizando programas a cual mejores. En nuestro país las cosas van por otro lado y los partidos de oposición hablan, cuando están en ella, de consentir esa apertura televisiva olvidándose, cuando llegan al poder, de lo que han dicho. Pero eso no para el progreso y como la técnica evoluciona a marchas forzadas, ahora se están ofreciendo canales diversos de otros países, por vía satélite y mediante unas antenas especiales que están proliferando en todos los edificios y que, mediante un desembolso, uno puede ver canales de Inglaterra, Francia, Italia, Suiza y un montón de sitios más, que nos están llegando mucho antes de lo que debieran haber llegado las televisiones de casa que en algún momento florecieron y se las segó de golpe (recuerdo por ejemplo, TV Coria y alguna otra).
En Cáceres el fenómeno de las antenas parabólicas es ya habitual, con la ventaja para los más pequeños de que pueden practicar diversos idiomas, puesto que en estos casos estas televisiones del mundo entero llegan con más nitidez que la propia… En fin, yo creo que la cerrazón a consentir compañías privadas de televisión ha sido un tratar de poner puertas al campo.
Diario HOY, 26 de marzo de 1987

domingo, 11 de febrero de 2018

Mieles o hieles

En el maremágnum de protestas diarias una más fue la de los apicultores que ayer se presentaron con sus camiones ante el edificio de Servicios Múltiples de Cáceres. Ciertamente, esta protesta fue más llamativa, porque venían los camiones y en estos sus colmenas y ellos vistiendo el traje blanco que tienen para “castrarlas” y atenderlas.
Todo esto lo vio el público que se preguntaba (por la lectura de las pancartas) por qué el Ministerio no quiere que las colmenas trashumen, como han hecho toda la vida. Es más, la cosa parece un poco tonta si no se profundiza en ella y, por eso, vamos a ver si entendemos las razones de unos y otros.
Según se ha dicho, en 1985 ha aparecido en España una enfermedad de las colmenas llamada “varroasis” (no “varratosis” como dicen algunos colmeneros) que la produce un ácaro y que, si no se ponen medios para luchar con ese ácaro, la enfermedad puede hacer desaparecer la colmena, su producción y la economía del colmenero. La cosa comenzó en Cataluña y Levante y, según los más entendidos, ya padecen la “varroasis”, todas las colmenas de España. A juicio de Gómez Pajuelo, uno de los españoles entendidos en la materia, que supone están infectadas todas las colmenas españolas, “una vez que entra la enfermedad, como en cualquier otra epidemia, no queda más remedio que acostumbrarse a vivir con ella y buscar tratamientos para combatirlas”.
Al parecer, las órdenes ministeriales que prohibían la movilidad de las colmenas (porque se suponía que muchas no estaban aún infectadas) son de 28 de febrero y de 24 de julio del 86, pero de entonces a acá, según se dice, están infectadas todas las colmenas, por lo que los apicultores creen que ya es innecesaria esa medida porque el ácaro que la produce se mueve por sí solo y si la colmena tiene la enfermedad, el no moverlas para que las abejas coman es condenarlas, además, a morir también de hambre.
Así están las cosas, sin que uno sepa si habrá mieles o hieles en esta protesta.
Diario HOY, 1 de marzo de 1987

jueves, 8 de febrero de 2018

El secreto de "la torta"


La Diputación quiere becar a unos especialistas, a unos biólogos, con el fin de que estudien dos de nuestros mejores quesos: el de los Ibores y el llamado “torta” del Casar, para ver la forma de producirlos industrialmente, dada su fama. Yo pienso que parte de esa fama le viene a esos quesos porque no se han podido industrializar hasta ahora, con lo que posiblemente, de encontrar el modo de realizarlos “en serie” puede ser el comienzo del fin de su fama, que base en la propia artesanía y, en el caso de la “torta” del Casar, en unas condiciones que se desconocen hasta el momento.
Para el que no lo sepa, le diré que la llamada “torta” es un queso de oveja, como otro cualquiera de los muchos que se realizan en Casar de Cáceres que, por una razón hasta lo de ahora desconocida, en vez de “madurar” como queso corriente, se convierte en crema de queso, queso que se revienta por uno de sus lados, dejando salir una crema exquisita que no puede “imitarse” por métodos industriales, porque de una serie de quesos hechos en el mismo día y por las mismas manos y los mismos ingredientes, unos se convierten en “tortas” y otros no.
Hace años, un químico excepcional, como fue el señor Corrales, se empeñó en encontrar el “secreto” de la torta casareña sin conseguirlo. Yo pienso que los tiempos y las técnicas han evolucionado y posiblemente estos biólogos acaben llegando a desvelar el misterio de “la torta” casareña. Yo me alegraré mucho por un lado, porque la ciencia quesera habrá avanzado y ello puede reportar beneficios a nuestra región, pero por otro, por el lado del degustador de una delicia de “la artesanía queseril”, me disgustaría el que se haya arrancado un secreto de siglos a la propia naturaleza. Tovar Mena me dice que se hace así porque no van quedando “queseros”. Ello es lo único que puede justificar ese “asalto” a la intimidad de este queso.
Diario HOY, 27 de enero de 1987