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viernes, 26 de enero de 2018

"La sartén y su mango"


Ya no valen las condenas que estamos hartos de hacer todos. El hombre del pueblo, el de a pie, como usted y como yo, porque no tenemos “la sartén por el mango”, puede que no tengamos a otra cosa a que recurrir que a la condena de unos hechos en los que no podemos intervenir directamente de otro modo, pero a los que tienen “la sartén por el mango” no les podemos consentir que se queden solo en la condena de los hechos, de palabra,, sin mover un solo dedo en otro sentido, ni buscar otras soluciones, porque el tener “el mango de la sartén” ha obligado siempre a utilizarla, para eso le hemos dado “la sartén” con sus respectivo mango, para que la utilicen y se dejen de hacer, por comodidad o por no saber utilizarla, lo que solo podemos hacer usted o yo, que no tenemos “sartén” ninguna. Si no la saben utilizar, que dejen “la sartén” a otros que sepan hacer mejor uso de ella.
Como ustedes pueden imaginar me estoy refiriendo a los incendios forestales en los que las  autoridades —los de “la sartén”— aparte de arbitrar unos medios profesionales (bomberos, aviones, etc.) que hacen lo que pueden, no acaban de tomar actitud ninguna en lo que es la raíz de este asunto: erradicarlos, evitarlos (con sanciones ejemplares a los pirómanos, o como sea, ellos sabrán, que tienen los hilos del tinglado).
No es ya de recibo —ni en esto ni en lo del terrorismo— ceñirse sólo a lo que hacemos los ciudadanos de a pie: la condena verbal. Puede esa condena acallar la conciencia del político, pero visto está que no sirve para nada. Pensamos que los políticos fueron elegidos, no sólo para la prebenda, sino para mojarse con algo más que condenando los hechos. ¿Cómo habrá que decirles: “Oiga, que usted está ahí para solucionar cosas, aunque esa sea la parte fea de la política”?.
Diario HOY, 26 de agosto de 1986

jueves, 25 de enero de 2018

Hacer algo, pero pronto


Yo no sé cuántas hectáreas de nuevos árboles se repoblarán anualmente en España. Parece ser que las repoblaciones han sufrido un parón de unos años a esta parte, no sé yo si es por discutir con qué árboles deben hacerse para que den mejor resultado, o si hay una desgana general en los organismos encargados de todo esto.
Lo cierto y verdad es que, según unas estadísticas totalmente actuales que he leído, España está a la cabeza del mundo en el número de hectáreas forestales arrasadas por los incendios y a la cola del número de hectáreas que se repueblan cada año.
Por referirnos a nuestra provincia y región, diremos que el fuego, este año, ha arrasado casi todo lo que se había repoblado durante años y años, no sabemos si con complacencia o no de los que están contra el reconocimiento de labores positivas hechas en los anteriores cuarenta años de historia, en los que Franco debió hacer algunas cosas positivas aunque tuviera el error de ganar la guerra civil, que según parece debieron ganar los que han regresado tras su muerte y los hijos de los que le ayudaron a ganarla, que se han unido a ellos (aquí no se olvida nada, por mucho que recomendemos el hacerlo), en fin, que en Extremadura, al menos, en la parte de las Hurdes, Sierra y de Gata y Las Villuercas, se ha quemado y se está quemando todo lo que podía quemarse y en el resto de las zonas forestales españolas está pasando lo mismo y, al parecer, de forma impune. Nuestras autoridades, los medios informativos y al parecer todos, condenamos de boquilla estos incendios, pero quien debe hacer algo más que condenarlos no acaba de decidirse con qué es lo que hay que hacer, lo que es tanto como dejar correr la bola hasta que estemos en un desierto, que al parecer, será dentro de muy poco. Todos estamos de acuerdo en que los incendios son provocados, así como que son una forma de terrorismo, tan mala como el terrorismo pro, pues bien, ¿por qué no le aplican la ley antiterrorista a los pirómanos?.
Diario HOY, 19 de agosto de 1986

miércoles, 15 de noviembre de 2017

Tomar en serio los incendios


Desde luego hay algo que no funciona, o que funciona mal, en esto de los incendios veraniegos, que debería a estas alturas tomarse bastante más en serio de lo que se toman. Estamos ya tan acostumbrados a esta forma de destrucción de riqueza que, el hábito de ella, como en el caso del terrorismo, no lleva más que a las lamentaciones pero sin medidas positivas para evitarlos, en la forma y cuantía que se puedan.
¿Por qué se producen estos incendios, a los que muchas veces se cataloga de intencionados? Hay un montón de explicaciones que no hemos llegado a comprender del todo. Hay quien dice que, en el caso de las masas arbóreas, se hacen para obtener materia prima barata en plantaciones jóvenes, que de otro modo no se obtendría. Si esto fuera cierto, pienso que se podría haber encontrado método de poner al descubierto la maniobra de los compradores de ocasión. En otros casos se habla de venganzas personales, de la quema de cotos de caza para fastidio de los que los explotan, cosa que tampoco llego a comprender del todo, inclinándome más por la negligencia, pero llegando a pensar que esa negligencia puede combatirse con alguna ley, como se ha hecho en otros países, no dejando fumar en los vehículos.
Hay otro punto oscuro y es el porqué el Ministerio de Obras públicas, o los encargados de carreteras, no se obligan a limpiar las cunetas y dotarlas de cortafuegos, como sería lo lógico en años como el presente. Los daños que se reseñan no suelen decir nada, porque los que los reseñan no saben una palabra del valor de los pastizales para el ganadero, que mantiene ganado en extensivo y, tras un incendio, tiene que alimentarlo con piensos. Estos fuegos nos están empobreciendo a todos y uno no acaba de comprender cómo no se toman más drásticas medidas para evitarlos, tengan el origen que tengan. Bien demostrado queda que el reseñarlos y lamentarlos, no conduce a nada práctico.
Diario HOY, 28 de julio de 1984

viernes, 22 de septiembre de 2017

La confidencia del alcalde


Confesaba ayer nuestro alcalde, Manuel Domínguez Lucero, en un momento de confidencias a los escolares que participaban en el “Día Forestal” que él suele dirigirse a los árboles y a las plantas, porque cree que son seres sensibles que, aunque no contestan, generalmente suelen tomar buena nota de lo que se les dice y hasta estimularse si se les habla o canta amablemente. Le faltó decir que a veces son más sensibles que el propio vecindario, que desoye los bandos de protección a estos seres del mundo vegetal que muchas veces mueren “con las hojas puestas” por las desatenciones que los humanos tenemos para ellos. Fue un gran ejemplo del alcalde ante esa escucha infantil, que tiene más sensibilidad de la que pensamos, y que entiende mucho mejor que los mayores que un alcalde se dirija a los árboles y les hable amablemente. Es, si se quiere, una forma hábil de estimular ese amor a la naturaleza en el niño en ese momento en que el mundo y la naturaleza, para ellos es algo mágico, hasta con sus “elfos” y “gnomos” que viven en setas y ayudan a los humanos que saben tratarlos.
A nosotros el asunto no nos ha parecido tan ilógico, ya que conocemos las pruebas que se han hecho con animales, como aquel granjero que ponía música a sus vacas y éstas, agradecidas, le daban más leche. Hemos oído decir también que algún agricultor estimulaba sus cultivos instalando unos altavoces con músicas suaves en medio de la plantación y que, al parecer, esto se traducía en unos mejores frutos… En fin, que la confesión del alcalde no es tan descabellada, aunque algún gracioso —de los mayores, claro— dijera: “No me imagino a don Manuel en charla con un árbol…”
Hola, alcornoque —dicho sea sin ánimo de ofender—. ¿Qué “corchos” haces ahora?
Más que corcho —le respondería— fabrico bellotas, aunque con la falta de ganadería extensiva no sé para qué las hago… Porque los árboles deben entender mucho de campo.
Pero los que podemos tomarnos a pitorreo la charla del alcalde con el mundo vegetal somos los mayores, porque los niños —y esto es lo curioso— se tomaron la confidencia muy en serio. Sólo cabe decir que es agradable que de vez en cuando alguien, aún con una autoridad municipal, sepa ver el mundo con ojos de niño, que yo creo que es lo que nos viene faltando a los que nos llamamos mayores.
Diario HOY, 25 de marzo de 1983

viernes, 25 de agosto de 2017

El terrorismo de los incendios forestales


Este año, al menos en nuestra provincia, están afortunadamente siendo más escasos los incendios forestales. Yo no sé si es porque se ha extremado más la vigilancia del monte, o por lo que me decía con cierto humor un amigo: “porque no va habiendo montes que quemar”… Cosa que no es cierta porque, afortunadamente también, sigue habiendo una amplia riqueza de montes y creemos que un deseo de ICONA de seguir procediendo a repoblaciones en los sitios que van faltando.
Esto de quemar los montes, en cierto modo, es como escupir al cielo, que la escupida le acaba cayendo a uno encima, porque la desertización lleva aparejada la sequía y otros males que acabamos padeciendo todos; y si no, ahí están esas muchas localidades en “alerta roja”, posiblemente porque faltan las zonas de verdor, bosques o montes que, fijando las nubes, hacen que estas lluevan sobre los terrenos Esto lo decimos a nivel mundial, y sin olvidar el nivel local o provincial de estos males. Se dice que si llegara a desaparecer la masa verde que hay en el Amazonas, las dificultades de pervivencia del hombre en la Tierra serían tantas que podríamos llegar a desaparecer como especie… Pero las apetencias de dinero de los industriales que sacan madera de estos terrenos selváticos son tan grandes que no suelen pararse en esto que, siendo verdad, ellos lo consideran teorías a largo plazo. El egoísmo del hombre es grande y su locura, que puede llevarle al suicidio de la especie, también. Nos recuerda esto el cuento del loro que subido al palo mayor de un barco que se hundía, según se iban ahogando los pasajeros que estaban en niveles más bajos, repetía, como una muletilla: “¡San Fastidiarse!”, hasta que el agua llegó a sus propias patas, cambiando el dicho por la siguiente interrogación: “¿SanFastidiarse, es que nos vamos a fastidias todos?” Pues, sí señores, según los científicos, de seguir así nos acabaremos fastidiando todos, aunque los últimos sean los pirómanos que queman el monte, pero ellos también caerán en su propia trampa.
Esto, que es una verdad, lo hemos tomado un poco a pitorreo, hasta el punto de convertir el “slogan” aquel de: “Cuando un monte se quema, algo suyo se quema”… agregando: “Señor conde”… La cosa puede tener gracia, pero es preocupante, hasta el punto de que en Cuba —un país comunista— hay grandes carteles que dicen: “Cuando un monte se quema, se quema también algo de nuestra economía”… Y lo que nos preocupa es que no haya unas leyes internacionales, más drásticas, contra esta forma de “terrorismo” que va en contra de la propia Humanidad.
Diario HOY, 17 de agosto de 1982

viernes, 18 de agosto de 2017

Hoy, Día Mundial del Medio Ambiente


Bajo el lema “Aprendamos a vivir” se celebra hoy, 5 de junio, el “Día Mundial del Medio Ambiente”. Yo no sé si en el mundo que nos ha tocado en suerte hay alguna escuela que enseñe lo que el lema indica: “a vivir”, porque lo que me parece a mi es que estas “escuelas” faltan y por el contrario, hay muchas escuelas en las que, por una cosa u otra, se “enseña a morir”. Véase si no, como simple ejemplo, las guerras de las Malvinas, la de Irán e Irak, y tantas otras que están en marcha, aparte de las muchas otras en las que se forman los terroristas que invaden el mundo, que enseñan más bien a matar que a vivir.
Quiero decir con ello que, como hombre de mi tiempo, soy escéptico en estas promulgaciones de principios generales, aunque no esté en contra de ellos, porque para un día en el que el mundo se pone de acuerdo para decir que es importante el “aprender a vivir”, los 364 días restantes del año la preocupación de ese mundo es o bien enseñar a morir o enseñar a matar, con lo que el “Día Mundial del Medio Ambiente”, se nos convierte en una gota de agua clara en un océano de aguas turbias, que es tanto como decir que excepto la reseña de  unas pegatinas y unos carteles, en conciencia, nos va a quedar poca cosa.
Pienso yo que a estas campañas había que sumar una serie de acciones de tipo local, que concienciarían más al individuo. Pensando en ello, creo que podríamos comenzar por poner en marcha el tan famoso “sonómetro” del señor Machuca, para eliminar ruidos, instrumento que puede servirnos de ejemplo de lo mucho que predicamos y lo poco que cumplimos. En ese origen de cosas están los respetos a papeleras, estatuas ornamentales, jardines, parques, bancos de los mismos, etc., etc., que aunque parezcan una nimiedad no lo son si entendemos que el deterioro del medio ambiente comienza por esas cosas cotidianas que sin hacer un gesto en contra, vemos destrozar a nuestro vecino encogiéndonos nosotros de hombros…
¿Que qué más podríamos hacer?, pues no lo sé, pero pienso que cumplir con pegatinas y carteles una vez al año, como se hace ahora, poco van a aportar en la defensa de ese medio ambiente que sigue deteriorándose, a parecer, con la complacencia de todos,
Diario HOY, 5 de junio de 1982