sábado, 30 de septiembre de 2017

Los libros y la feria


Los enemigos de la lectura son la televisión y la falta de tiempo. Pero con todo esto, lo cierto y verdad es que el libro en general suscita mucha atención entre los jóvenes y los menos jóvenes, y es edificante ver, alrededor de los puestos de ventas de libros que suelen venir en ferias y en algunas otras ocasiones, ofreciéndolos baratos mucho público de todas las edades que los hojean (o sea, que pasan sus hojas, porque el otro ojeo, que es pasar los ojos por las páginas, se escribe sin “h”) y de vez en cuando compran alguno, aunque sólo sea un TBO o una novela del Oeste.
Lo malo de estos puestos es que siempre repiten las mismas obras restos de ediciones, que a veces —no siempre— traen defectos o son incompletas. De todos modos, ello indica una atracción creciente por el libro, que es digna de tenerse en cuenta aunque, para mi, una cosa es comprar libros, porque te los dan baratos y en cierto modo adornan, y otra bien distinta el leerlos.
En alguna ocasión conté el caso de un amigo mío, que siendo hombre que, por profesión, habría que considerar culto, los compraba por metros y colores, sin importarle en absoluto el contenido. Mi planchazo con él surgió al contemplar su biblioteca, que era preciosa, pero en la que los títulos se repetían un montón de veces Cuando le pregunté la razón de ello, me contestó: “Yo los compro por lo bonito del lomo, lo de dentro no me importa.” Esta apariencia me hace desconfiar de los que compran libros bonitos, aunque no siempre sea éste el caso.
De estos puestos callejeros a modo de zoco, tenemos que decir que los que más atracción ejercen en el público son éstos de libros y los de discos, que también se encuentran muy frecuentados, sin que uno pueda saber si luego los discos se escuchan, ¡allá cada cual!.
Esta muestra es más seria, pero no estaría de más que nuestros libreros ofrecieran algún descuento o algún aliciente, porque estas cosas, aunque no lo parezca, suelen centrar mayor atención del público.
Diario HOY, 28 de mayo de 1983

Los primeros parques de atracciones


Aunque la tradición ferial de Cáceres se remonta al siglo XIII, reflejada también en el “Fuero” que le diera Alfonso IX de León, que nos concedió, nada menos, que un mes de feria, la actual feria de mayo es mucho más joven, ya que sus antecedentes se remontan a 1896, o sea, finales del siglo pasado y principio s de éste.
Ferias de ganados había habido siempre, y hasta con concursos para los mejores ejemplares, que concedía el ayuntamiento allá por los años de 1862, pero con festejos alrededor, al estilo que ahora la vemos, no la hubo hasta esas fechas que indicamos.
Estos incipientes “parques de atracciones”, que eran muy pequeñitos, se montaron primero en la Plaza de la Concepción, más tarde en la de San Juan, después en Peña Aguda; en la Avenida de la Montaña, por donde hoy está la  Escuela Normal; en el solar del antiguo INP (“la Perra Gorda”), “El Rodeo” y la Avenida de Portugal, donde hoy está, aparte de algún otro sitio, donde se montó como quien dice de paso.
Las ferias eran más entrañables que las de ahora y los feriantes, a base de venir cada año, se consideraban casi como cacereños.
La familia Borza, que venía con su circo, era una verdadera entidad; Adelina, una de las hijas, tuvo hasta novio en Cáceres. Eran conocidos y tratados como amigos: Anita la mujer liliputiense; Juanón, el gigante y hasta el “coquero”, el viejecito que vendía cocos de la Habana, que se alojaba en la posada de San Pedro, y aparecía al inicio de las ferias como anunciándolas.
La publicidad de las ferias corría a cargo de “Enrique el Saldista”, incansable voceador y bebedor que tenía su “cuartel general” en la taberna de Jerte o en la del Sordo.
Hasta los primeros caballitos mecánicos que vinieron a San Juan tenían nombres: “El caballo Malacara”, “El Lucero” y otros más, que los chavales se discutían para cabalgarlos.
Era obligada la visita a “los muñecos eléctricos y autómatas”, donde se contemplaban: un tren eléctrico, bailarinas mecánicas, bandas de música con muñecos que se movían, y hasta una pequeña corrida de toros, sin olvidar el “Museo de Joselito, con la muerte de Granero”. Era una feria pequeñita, pero con una indudable personalidad que, queramos o no, no tienen las actuales masificadas y despersonalizadas.
Diario HOY, 27 de mayo de 1983

Nuestros viejos políticos


Algo hemos ganado en cuanto al comportamiento de nuestros políticos Me refiero a los  que de algún modo representaron a Cáceres, no siendo de aquí, pero que aquí se presentaban para pedir y “pagar” votos en las elecciones que mucho antes de la Guerra Civil se hacían entonces.
Yo no alcancé a conocer esa época de la que sólo sé las referencias que algunos de los que las conocieron me han hecho, o bien las historias que, contadas en libros del pasado, he logrado leer.
Uno de los personajes que por los años 1918 a los veinte, se presentaba en Cáceres como un papá Noel, o como un “Bienvenido Míster Marshall”, a comprar los votos que le permitieran sentarse —representando a Cáceres— en los parlamentos de aquel entonces, era don Juan Vitórica Casuso.
Y debió lograrlo, porque aquí los votos se vendían al mejor postor y hasta yo oí contar a Paco “El Navero”, fallecido ya, pero que en diversas ocasiones le sirvió de “agente”, que don Juan Vitórica solía “pagar hasta un duro por el voto que se le vendía”. Hasta me contó que en las colas ante los colegios electorales ésta era una práctica corriente, ajustándose la compra como el que ajusta una mercancía.
También solía pasar que se compraban las mesas y se falsificaban las actas, pero dejemos esto para mejor ocasión y centrémonos en este prócer, que aparecía por Cáceres al filo de las elecciones como un verdadero rey mago sin volver a ocuparse de la ciudad una vez conseguido su propósito.
Precisamente debió ser un hombre espectacular, porque se cuenta que de los primeros aviones que se vieron en Cáceres, uno de ellos fue el suyo que pilotaba él mismo, y que en las elecciones de 1918 tomó tierra en Cáceres, un poco como propaganda electoral, gastando en aquel entonces medio millón de pesetas en votos y propaganda electoral, lo que ya era un capital.
Lo curioso es que todavía queda memoria de este político, en una lápida de mármol que existe a la entrada de una casa de Sierra de Fuentes y que textualmente dice:
El día 26 de mayo de 1922 se alojó en esta casa el digno diputado Excmo. Sr. D. Juan Vitórica Casuso, Conde de los Moriles, quien generosamente supo sacrificarse por la Patria, sin abandonar jamás su Distrito; sus correligionarios y subordinados Vicente y Lorenzo Guerra en gratitud a tanto altruismo le dedican este modesto homenaje”.
Diario HOY, 26 de mayo de 1983

Ferias, con perdón del respetable


En los programas de la Feria de Mayo de este año habría que haber puesto ese anuncio de disculpas previas que se piden en algunos espectáculos cuya propiedad cambió de manos: “se ruegan disculpas al respetable, por las deficiencias que pudieran observar, debidas al cambio de empresa”.
Decimos esto porque, como ustedes saben, las ferias actuales las organizó una Comisión que ya dejó oficialmente de serlo, y aunque esta comisión es delegada de la alcaldía lo que implica cierta continuidad, lo cierto y verdad es que a nuestro alcalde actual le “ha caído ese muerto” —como suele decirse— en cuya confección él no ha intervenido y de la que sabe, lo que usted o yo sabemos.
No queremos decir con ello que los funcionarios adscritos a esa comisión no conozcan sobradamente el tema que pudiéramos llamar administrativo, pero hay otra serie de acuerdos de palabra, gestiones hechas por el que fuera presidente de esta Comisión hasta ayer, que tienen un valor relativo, por no estar reflejadas en los acuerdos escritos de la Comisión o ser gestiones personales que pueden estar en el aire.
Lo cierto y verdad es que hay hasta un programa editado que, personalmente —porque así nos lo dijo— tratará de sacar adelante el propio alcalde Juan Iglesias, que por cierto, ayer mismo se reunía con los feriantes de los coches eléctricos  a ver si se lograba llega a un acuerdo, puesto que las dos subastas hechas habían quedado desiertas. Al parecer el acuerdo se logró en base a alcanzar el tipo de licitación, que creemos eran unas 900.000 pesetas, pero con el compromiso de descontarles algo en las próximas de septiembre. Sobre lo taurino no puede hacerse nada, porque ya está cerrado el cartel de la única corrida, y  sobre lo demás se tratará de sacar el programa adelante.
Diario HOY, 25 de mayo de 1983

La difícil prueba


Acabamos de elegir el segundo alcalde socialista de la historia de los ayuntamientos de Cáceres. Así lo decía ayer en su discurso de aceptación del cargo el propio alcalde elegido, Juan Ángel Iglesias Marcelo, que tuvo un justo recuerdo para varios alcaldes que le precedieron, comenzando por el primer alcalde socialista de nuestra historia, cuya memoria estiman todo los cacereños de cualquier idea y de buena voluntad, Antonio Canales González, que lo fue en el periodo de 1931 al 1934 y en el periodo de 1936, hasta la guerra civil en que fuera encarcelado y, posteriormente, de forma injusta —que también esto hay que decirlo— fusilado por esos azares de la guerra, que es injusta sea la guerra que sea.
Elegantemente, y con la ponderación que le caracteriza, Iglesias Marcelo no quiso cargar tintas sobre el hecho histórico y sólo dijo: “muerto en trágicas circunstancias, que nunca deberían repetirse”.
Recordó también a otros alcaldes: Antonio Silva, catedrático, que fue también profesor suyo; Luis González Cascos, como primer alcalde de la democracia, y Manuel Domínguez Lucero, su antecesor y amigo, aun a pesar de las diferencias ideológicas de ambos, con el que le había sido grato trabajar.
Nosotros, que estimamos las indudables dotes del nuevo alcalde, desearíamos que su gestión, que él ha matizado quiere ser a favor de todos y cada uno de los cacereños, tuviera las virtudes positivas que caracterizaron a cada uno de esos alcaldes: de Canales, el deseo de poner Cáceres por encima de todo; de Silva, su sapiencia; de Cascos, su talante de saber escuchar, y de Domínguez Lucero, su tesón y su quehacer incansable.
Pero ello para nuestro nuevo alcalde va a ser una prueba difícil, y él no debe desconocerlo. Por remontarnos sólo a Canales, diremos que precisamente por ser moderado y de todos, sufrió las más acerbas críticas de los extremistas de su propio partido, de las que supo salir airoso pero a base de sinsabores y disgustos, porque la moderación tiene estos inconvenientes aunque de remontarlos depende la futura gloria, que en el caso de Canales es ya historia indiscutible.
¿Sabrá Juan Iglesias pasar la difícil prueba?, esta es la interrogante que se abre en su gestión, para la que deseamos sepa guardarse de los de dentro y de los de fuera.
Diario HOY, 24 de mayo de 1983

Aquí todo es posible


Se cuenta que Macario, que era una buena persona pero muy bullanguero, se murió y fue al Cielo. Allí le pusieron a tocar el arpa en una nube, pero como era un inveterado juerguista, se aburría soberanamente, por lo que fue a ver a San Pedro, que es el amo de llaves de todo el Cielo, y le dijo: “Mira, Pedro, yo soy un equivocado porque pensaba que el Cielo era más divertido. Aquí me aburro mucho y desearía permiso para, al menos, visitar el infierno, a ver qué pasa allí”. San Pedro le recriminó cariñosamente pero viéndole tan empeñado le dio permiso, agregando: “Si te vas al infierno, piensa que luego no podrás volver aquí”.
Total, que Macario dejó su arpa, cogió sus pocos bártulos y llamó a la puerta del infierno: “¿Quién va?”, preguntaron. “Un pasado de la Gloria”, contestó Macario, y, sin más, Satanás abrió la puerta, le trincó con el tridente por la tripa y le metió en las calderas de Pedro Botero. Tras darle unas vueltas, lo sacó y lo llevó a otra caldera de agua helada y, no contento con eso,  lo volvió a sacar y lo echó en una enorme sartén de aceite hirviendo, reogándolo como si se tratara de un filete.
Así las cosas, el bueno de Macario sacó la cabeza, exclamó divertido y a voz en grito: “¡Esto es lo que me gusta a mí, el cachondeo!”.
Valga el cuento para decir que en nuestro Cáceres, al que comparo ahora un poco con Macario, viene dándose una cosa parecida. De un Cáceres estático, donde no sucedía nunca nada y donde la vida se desarrollaba con monotonía, hemos pasado a un Cáceres dinámico, donde cualquier cosa puede suceder y en cualquier estamento que miremos, lo que en cierto modo es vivir intensamente. Por no ir más lejos, ahí tienen ustedes la interrogante de quién será el próximo alcalde, para lo que se hacen hasta quinielas pero no sólo queda ahí la cosa, sino que en algo tan sencillo como las corridas de ferias, por eso de si se incluye o no al “Moreno”, estamos a punto de quedarnos sin toros, o, si las cosas se arreglan, hasta tener una corrida de cuatro diestros. ¿Más muestras?, pues ahí va otra: En vez de  zarzuela gratuita vamos a tener a Isabel Pantoja… En fin, que más dinámica a interrogantes no caben en tan corto espacio y, dígase lo que se diga, esto es vivir.
Diario HOY, 22 de mayo de 1983

viernes, 29 de septiembre de 2017

La dictadura de los inmaduros


Está en la calle y discutiéndose el asunto de la “canción de las Vulpes” del que tengo que decir que yo no tengo más referencia que lo que de él se viene contando, porque yo no oí ni presencié la tal canción, pero por el repudio de una mayoría de gentes que me merecen el mayor respeto y no considero gazmoñas, tengo que considerar que ha sido un desgraciado asunto del que al menos, los autores del hecho, deberían estar arrepentidos.
Lejos de eso —y esto sí lo escuché—, Radio Nacional hizo una encuesta sobre el mismo, un poco dirigida, de la que podía deducirse que el no programar cosas de este tipo era un atentado a la libertad o un recorte de la misma, y con esto sí que no puedo estar de acuerdo.
Por encima de lo que pudiéramos llamar moral religiosa —de cualquier religión— existe una moral del buen gusto, de la que ahora carecen algunas minorías, una moral de lo grosero y lo zafio, que no se puede imponer a los otros que lo repudian, y que suelen ser mayoría, porque de hacerlo no se consigue la libertad,  sino dictadura del libertinaje, y eso ha ocurrido en todos los tiempos. Siempre ha habido y seguirá habiendo cosas que se cuentan en privado, o se hacen en privado, que de hacerlas o contarlas en público trasgreden esa norma de que hablamos causando el impacto negativo que ahora ha ocurrido.
Por poner un ejemplo, contaré que, en mi época de hombre de la radio, tuvimos un publicitario muy activo y que ganó mucho dinero, que tampoco diferenciaba muy bien esa línea que separa lo aceptable por la mayoría de lo que no lo es, simplemente por una inmadurez de su buen gusto. Pues bien, este hombre propuso que se diera un anuncio en el que el locutor eructaba ruidosamente y decía algo así: “¡Qué bien se come con morcillas de tal marca!”. Como saben, según el diccionario, eructar es “expeler con ruido por la boca los gases del estómago”. Ni que decir tiene que aquello no se autorizó, no porque lo prohibiera censura ninguna, sino porque lo prohibía el buen gusto de un medio de información que va a una mayoría, a la que aquello le hubiera parecido una guarrería.
Diario HOY, 19 de mayo de 1983

A modo de despedida


Ahora que se va definitivamente —al menos por cuatro años— y nadie puede tildarme de que busque una prebenda, tengo que decir que nuestro actual alcalde, Manuel Domínguez Lucero, es digno de pasar a la “galería” de buenos alcaldes de Cáceres por su obra y su dedicación.
Al decir “galería de alcaldes” quiero no referirme sólo a la de las fotografías del palacio municipal en la que están todos los que por allí pasaron y donde es lógico figure, si no a la “orla”, o sea, a esa en la que sólo tienen cabida los alcaldes excepcionales, esas que provocan el que se les ponga a su nombre, como un recuerdo un poco más duradero, una calle o una plaza, la “galería de orlas”, que ocupan, al menos en la mente de los cacereños de buena voluntad y de cualquier color, alcaldes excepcionales como Antonio Canales, Alfonso Díaz de  Bustamante, y muy pocos más.
El caso de Manuel Domínguez Lucero fue un caso curioso, porque a él le pasó con la Alcaldía un poco lo que le pasó a Moretón con la concejalía, o sea, que fue alcalde por “la baja” del alcalde existente. Elegido sí, pero cuando causó baja Luis González Cascos, con lo que queremos decir que su gestión ha sido más corta que la de otros alcaldes elegidos desde el primer momento.
Parecía que a aquel muchachito joven que era Manolo Domínguez, en aquel entonces se le elegía un poco como “rueda de repuesto” del grupo de UCD, sin esperar gran cosa de él, como se suele esperar de los sustitutos, y la sorpresa de esa gestión de tres años escasos ha sido mayúscula, porque desde los primeros momentos se afianzó como una persona de valía que comenzó a enderezar un Ayuntamiento que era difícil gobernar. “Le falta rodaje”, era lo más que podían decir los que de algún modo le combatieron al principio, pero llegó el rodaje —porque esa es una cuestión que se cura con el tiempo cuando hay madera— y ya no hubo nada que decir, sino tratar de  seguir el ritmo acelerado que él supo imprimir a la gestión municipal, asombrosa para sólo tres años. No digo yo que la haya hecho solo, pero él ha sabido ser el aglutinante de ella, y hasta entusiasmar en esa labor a los diversos grupos.
Esta es mi opinión totalmente desinteresada y dicha ahora que se va, pero que creo que tenemos que reconocer todos, aunque a algunos les pese reconocerlo.
Diario HOY, 18 de mayo de 1983

Calés y payos


Esto que voy a decir lo digo con perdón de doña Luisa, en lo local, y pidiendo también perdón a otras muchas personas que en lo nacional se empeñan en la integración de los gitanos en nuestra sociedad paya.
Es encomiable el esfuerzo que dichas personas vienen haciendo por ayudar a los calés en esta integración, que en algún caso consiguen, pero no en todos. Por ejemplo, en el caso de doña Luisa, es encomiable el esfuerzo que viene haciendo durante muchos años por “redimir” de su forma de vida a los gitanos de Cáceres. No hace mucho les hicimos un reportaje, “Escuela de alfombra del Carrucho”, donde se había enseñando a tejer a unos cuantos gitanillos y ganillas, que parecían felices por aprender ese oficio que se les enseñaba y que ellos, como toda la gente joven, tomaban como un juego.
Pero hay una cosa que, siempre que he visto estos encomiables esfuerzos de integración que hacen algunas personas y grupos, se me ha ocurrido: ¿Quieren en realidad integrarse en la sociedad paya los gitanos? Esto, a nuestro juicio, es el meollo de la cuestión, al que habría que darle una respuesta. De nada valen los esfuerzos de los payos en integrarlos si ellos se siente felices en su propia sociedad, cuyas leyes —no escritas pero sí orales— van por otros derroteros que las nuestras. Distinto es que ellos, o algunos de ellos, por las ventajas que pueden sacar momentáneamente de esa integración, la finjan y acepten el juego, pero sólo de puertas afuera.
El gitano es nómada y libre, y le gusta su nomadismo y su libertad, y acata esa ley no escrita que les viene de padres a hijos y que es la que los ha hecho diferentes de los demás grupos sociales, y cuando alguno de los suyos, por esa integración que los payos pretendemos, peca contra su ley, tiene que pagarlo.
Ahora, por ejemplo, algunos calés consumen helados en los puestos callejeros y se niegan a pagarlos, haga lo que haga el encargado del puesto. Otras veces, son los limpiabotas que cobran un precio abusivo, y con amenazas, al que limpian el calzado y de paso la cartera. En fin, que estas son muestras de que la ley paya para ellos no cuenta, si pueden eludirla. Podríamos contar casos menos nimios pero del mismo signo, para acabar pensando lo que decimos: ¿No será que ellos no quieren integrarse?
Diario HOY, 17 de mayo de 1983

El alcalde 191 y 54 de la ciudad


Esto lo hago, como suele decirse jurídicamente, “a petición de parte”, porque del tema ya me ocupé en alguna de las “ventanas” de hace unos meses.
Ayer mismo, uno de los posibles alcaldes de Cáceres, me preguntaba qué número de alcalde haría él, caso de salir elegido —porque “la pelota sigue en el tejado”— en el pleno del próximo día 25. Venía la cosa a cuento porque en esa anterior “ventana” a la que hago referencia decía yo que el actual alcalde, don Manuel Domínguez Lucero, hacía el número 190 de alcaldes de Cáceres, contando desde el primer alcalde que inaugurara el siglo XVI, que fue don Juan Villafuerte, que rigió el Ayuntamiento de 1501 a 1502, pues bien, el próximo alcalde que elijamos hará el 191 de los existentes en Cáceres desde entonces. Un número capicúa muy bonito —cosa que no sé si traerá o no traerá suerte— y que lo mismo lo pueden ostentar Juan Iglesias Marcelo, que Juan Manuel García Agúndez, que cualquier otro de los cabezas de lista que son también alcaldables según funcionen los pactos.
Pero en esto hay otra curiosidad estadística, porque ese sería el número de alcalde de Cáceres pero no de alcalde de la ciudad, porque nuestra villa no fue ciudad hasta el 9 de febrero de 1881, en que la declarara así el rey Alfonso XII, cuando vino a inaugurar el ferrocarril en unión del rey de Portugal, y se dice que por un error en su discurso. También lo he contado, pero brevemente voy a recordarlo: El rey, en su discurso se refirió varias veces a la ciudad, corrigiéndole al final de él el entonces alcalde, don Lesmes Valhondo Carvajal, que le dijo: “Majestad, Cáceres es villa no ciudad”, respondiéndole el rey: “Pues desde hoy es ciudad, porque un rey no se equivoca”, con lo que ello dio lugar a un real decreto que así nos nombraba.
Con ello quiero decir que el primer alcalde de “la ciudad” fue don Lesmes Valhondo, y habrá que contar desde él, cuando nos refiramos a alcaldes de la ciudad; por tanto, desde entonces ha habido 53 alcaldes, siendo el último don Manuel Domínguez Lucero, lo que quiere decir que elegimos ahora al alcalde 191 desde el siglo XVI el 54 “alcalde de la ciudad”, desde que se nos dio tal categoría.
Es, si ustedes quieren, una nimiedad, pero curiosa.
Diario HOY, 15 de mayo de 1983

El “milagro” de Las Minas


Hay algo de la historia próxima de Cáceres que causó gran impacto en su tiempo, y ahora está totalmente olvidado. Nos referimos a lo que se conoció como: “El milagro de la niña de Las Minas”, que trajo pendiente de ello a todo Cáceres, que durante unas semanas “peregrinaba” a Aldea Moret para ver si el “milagro” anunciado se producía, y estamos por asegurar que también a media España, ya que aquí vinieron por simple curiosidad particular hasta el obispo de Salamanca y algún otro prelado para ver qué sucedía con aquello.
La cosa surgió porque una niña, de esa barriada que aún era minera, comenzó a decir que veía a la Virgen y que hablaba con Ella todas las tardes, en unas ruinas de un descampado próximo, donde nos concentrábamos, como en una romería, todos los cacereños de aquel entonces llegados allí por los más diversos medios, hasta el punto de que los taxistas hicieron su agosto. La niña que tendría unos seis años, se arrodillaba y hablaba con alguien que los demás no veíamos. En alguna ocasión anunció que ocurrían cosas extraordinarias y hasta algunas personas vieron girar al Sol, se desmayaban y hasta hubo un caso de muerte repentina de una joven, al regresar de ver “los milagros”.
Aquello debió producirse por los años 43 al 45, ya que el obispado de Coria era sede vacante, y Fray Francisco Barbado último obispo, que lo era a la sazón de Salamanca, se desplazó para ver el fenómeno. Algunas tardes llegaron a cerrarse los centros de enseñanza, para permitir que los estudiantes fueran a Las Minas y el asunto trajo revolucionado a todo el Cáceres de aquel entonces.
Lo más curioso era que los que más creían en el “milagro” eran los descreídos. Recuerdo a un viejo minero que se confesaba ateo y rojo, hasta el punto de que para estornudar, en vez de decir “¡¡Atchíis!!”, como todo el mundo, decía: “¡¡Rusiaaaa!!”, y nosotros, estudiantes entonces, no sabíamos si decirle “¡Jesús!” o “¡Stalin!”, hasta que su mujer nos indicó que le dijéramos “¡Salud!”. Pues bien, este viejo estornudador (no sé si por la silicosis), era el más adepto a las apariciones llegando a decirnos que él no creía en Dios, pero sí en la Virgen que veía la niña y que hasta él mismo había llegado a ver. En definitiva, un verdadero revuelo que duró unas semanas para desaparecer, sin que nadie volviera a acordarse del mismo.
Diario HOY, 14 de mayo de 1983

NOTA.- La niña se llamaba Mercedes Trejo Medina y falleció en Cáceres el 9 de febrero de 2009, a los 69 años. Su funeral se celebró en la parroquia de San Eugenio, en Aldea Moret. Estaba casada y tenía un hijo.