martes, 31 de octubre de 2017

La felicitación de los Pepes


Se nos ha puesto más difícil, lo digo ahora que acaba de pasar, esto de la festividad de San José. No sólo porque algunas comunidades autónomas lo hayan disminuido de categoría no declarándole festivo su día, lo que sería materia más que discutible, porque se ha dado el caso de que, en contra de sus propias juntas, algunos de estos pueblos han hecho fiesta, porque parece ser que las juntas van por un lado y el pueblo por otro, aunque nos confesemos todos muy democráticos. Pero no es a eso a lo que voy a referirme, sino a una cosa más nimia, que a alguno de ustedes pueda haberles pasado.
Ese día, siempre tiene uno un don José, un Pepe o una Pepita con quien ineludiblemente tiene que cumplir, y como se daba el caso de que había un estupendo “puente” en el fin de semana, algunos lo aprovechaban para pasarlo fuera de la ciudad. Otras veces, aún no estando en Cáceres, uno cumplía perfectamente con esos compromisos, dejando encargada una tarta, un ramo de flores o un regalo en establecimientos que abrían al público ese día. Se dejaba una tarjeta para adjuntar, y se pagaba un poco más para que el establecimiento se ocupara de llevárselo al Pepe o la Pepa del compromiso, el mismo día del Santo. Pues bien, esta práctica está “obsoleta” —como diría un líder socialista—, la mayoría de los establecimientos tomaban el encargo pero sin el compromiso de entregarlo a su destinatario, con lo que el encargante no tenía más que dos opciones: o viajar y no enviarlo, o llevarlo él en mano y no viajar.
Cierto que no todos los establecimientos observaron la misma práctica, pero la mayoría sí. Tras de mucho peregrinaje por esas pastelerías o bombonerías, había alguna de tipo familiar que sí aceptaba el compromiso. Conste que no se discutía el precio del encargo, sino la negativa rotunda a hacerlo, olvidando aquello de que el cliente tiene razón y aún el que los negocios andan mal.
No andarán tal mal cuando se rechaza algo que podría producir mayores ingresos… digo yo.
Diario HOY, 21 de marzo de 1984

Los pantalones "Franco"


Estos comerciantes americanos lo aprovechan todo, hasta la historia, Yo no sé si lo saben ustedes, pero los auténticos pantalones Franco los está haciendo una empresa americana de San Francisco, dedicada a la venta por correo de ropa deportiva, que en todos los periódicos del mundo entero —sobre todo en los de Norteamérica— está haciendo propaganda de estos pantalones que ofrece a 29 dólares la pieza y de los que cuenta la siguiente historia que está teniendo mucho predicamento entre la juventud americana: “cuenta la historia —dice la propaganda— que al general Franco se lo llevaban los demonios si veía a un soldado con las manos metidas en los bolsillos… por ello, el propio Franco diseñó estos clásicos pantalones de faena, con cuatro bolsillos espaciosos, pero cosidos lo suficientemente bajos como para no poder meter las manos en ellos.
Nosotros hicimos el descubrimiento del año cuando hallamos miles y miles de estos pantalones —nunca usados— en un almacén del puerto de Barcelona, donde nos hicimos de ellos para podérselos ofrecer hoy a nuestros clientes. Son auténticos pantalones diseñados por el Generalísimo Franco.”
Hasta aquí la propaganda que habla bien  las claras de la popularidad que, aún después de muchos años de fallecido, sigue teniendo en el mundo entero la figura histórica que fue el general Franco. Un poco interesada y exagerada la propaganda pero estos comerciantes americanos lo aprovechan todo, aunque en cuestión de pantalones hay que reconocer que Franco los tuvo en vida muy bien puestos y hasta se preocupó de que sus soldados los llevaran del mismo modo, por lo que es perdonable la licencia que no indica más que la trascendencia de esa figura histórica española.
Diario HOY, 20 de marzo de 1984

Monaguillo, pillo


Por aquello de que el tambor también es tropa, me complace a mi el que nuestro obispo don Jesús haya tenido la iniciativa de hacer en el Seminario Mayor de Cáceres una convivencia de monaguillos de toda la diócesis, reuniendo alrededor de cuatrocientos chavales que se lo han pasado en grande este fin de semana en nuestra ciudad.
En cada pueblo el chaval destinado a monaguillo solía ser el más travieso y espabilado de la localidad, el que acaudillaba las incursiones a los desvanes y a las torres de la Iglesia: el que subía al campanario no sólo a tocar las campanas —que ahora se tocan solas—, sino a coger nidos y organizar otras travesuras, que solían acabar con algún pescozón del sacristán o algún tirón de orejas del párroco. Pues imagínense lo que habrá sido el reunir a cuatrocientos, que, sin duda, son los más traviesos de cada localidad de la diócesis, y aguantarlos durante una jornada. Pero la iniciativa es buena porque los monaguillos de tradición han sido la “cantera” de los seminarios y ahora, con la tremenda falta de vocaciones, es bueno cuidarla porque alguno de ellos puede llegar potencialmente a ser mañana un respetable sacerdote razón por la que digo que el tambor también es tropa y que me parece muy bien la iniciativa de don Jesús.
Yo no he sido monaguillo “propietario”, pero sí “estampillado” como lo fueron muchos de los que conmigo hicieron el bachillerato con el profesor de Religión don Casimiro Garona, sacerdote paternal y autoritario que, aparte de examinarnos de religión, nos exigía aprender a ayudar a misa cuando la misa se hacía en latín, con lo que teníamos que practicar en las misas matinales para terminar “examinándonos” de este parte con él. Gracias que estos exámenes se solían hacer en las misas de alba, porque entre latín y latín, mal dicho o mal rezado, la sarta de pescozones que recibíamos del profesor oficiante eran tan numerosos que solían soliviantar a las pocas “beatas” que acudían a ellas, hasta que aprendíamos a hacerlo “como Dios manda”.
Valga esta experiencia pasajera de monaguillo para decir que me siento identificado con los concentrados, como se sentirán otros muchos de mi generación.
Diario HOY, 18 de marzo de 1984

Los "empujadores" de todos los tiempos


Esto de andar a codazos entre los políticos, nada más que hay un personaje importante ante el que “fardar”, es una constante de todos los tiempos. La venida del vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra, a Cáceres ayer, me recordaba otros tiempos con otras políticas y otros personajes, en los que sucedía lo mismo, aunque las políticas fueran distintas.
Uno ha vivido aquellos tiempos y estos, y la constante es igual, aunque varíen los personajes de la escena.
Me recordaba la venida de Guerra, aquellas otras de los ministros secretarios generales del Movimiento, como el mismo Solís —que vino varias veces—, en las que los políticos de turno de entonces luchaban por estar a su lado, fotografiarse con él, sonreírle, hacerse notar haciéndole “gracias”, pronunciar la frase ingeniosa, etc., etc. porque variaron las políticas, pero no variamos los hombres, y tras todo ello hay un deseo infantil de “estar con el que manda”, presumir de su amistad y , posiblemente —no lo sé—, buscar alguna prebenda que, a mi modo de ver, raras veces se consigue de esta forma.
Pero ello sucede también a otros niveles, por ejemplo cuando los gobernadores —sean también del color que sean— visitan las localidades menores donde también los políticos locales tienen su lucha de codos para estar con el mando, fotografiarse con él, etc., etc.
Lo que dudo más es si las prebendas y “las confianzas” llegan por este sistema, porque pienso que “el mando de turno” lo que hace es padecerles, sin fijarse en nadie por la abundancia de “empujadores” que se juntan.
Las que sucedían aquí con las visitas de Franco eran más ordenadas, aunque registraban el mismo fenómeno. Es más, puede que alguna fuera fructífera para algún político de entonces, pero esto lo digo sólo por rumores y sin saberlo ciertamente. En una de ellas se decía que por la buena impresión que le causó al Caudillo, un discurso del alcalde de aquel entonces, le dio a continuación un gobierno civil, pero estas son rarezas que no suelen suceder ni es posible demostrarlas, tras de haber pasado tanto tiempo, son aguas pasadas con las que no muele molino, pero hay una constante de comportamiento en todos los políticos que no acabará de pasar, por muchas vueltas que den el mundo y la propia política.

Diario HOY, 17 de marzo de 1984

¿Para qué nos sirven?


Se dice que el propio presidente del Gobierno, Felipe González, está preocupado por el caos económico de las autonomías. Resulta que políticamente el estado de las autonomías puede ser una realidad, pero económicamente es un caos que puede acabar en la quiebra financiera del Estado.
Es público el que las 17 autonomías han generado un déficit e 130.000 millones de pesetas, siendo una parte de ello los sueldos de sus presidentes y consejeros que, en varios casos, cobran más que el propio presidente González.
No obstante esto, la misma comunidad murciana acordó subirse los sueldos en un 30 por ciento, cuando los de cualquier trabajador no han subido, o han subido como máximo menos del 8 por ciento.
No vamos a entrar en esto que es un contrasentido para cualquiera que se lo piense despacio, sino en que el hombre de la calle comienza a preguntarse: “Aparte de generar déficit y subirse los sueldos, ¿para qué nos han servido las autonomías?”
Uno piensa que en todo debe haber una contraprestación y supone que eso que nos viene costando tan caro, entre otras cosas por los generosos sueldos acordados al modo de Juan Palomo —yo me lo guiso y yo me lo como—, debe sernos útil al resto de los ciudadanos para alguna cosa: aminorar los trámites burocráticos anteriores, estar mejor atendidos que con la Administración central anterior, o mejor informados, o más cultivados, o mejor protegidos. Pero se da cuenta de que todo se ha complicado más, aparte de costarnos más caro, y comienza a pensar si las autonomías se van a quedar sólo en la creación de poltronas bien pagadas para dormir, tan ricamente, la siesta, mientras solo los ciudadanos de a pie somos los que nos apretamos el cinturón, para cumplir los criterios de austeridad que propugna el presiente del gobierno, Felipe González
Diario HOY, 16 de marzo de 1984

La gallina astrológica


(Incluida en el libro “Ventanas a la Ciudad”)
No podemos olvidar que el hombre en sí tiene un fondo supersticioso y una inclinación a creer en las cosas supranormales a las que no encuentra explicación momentánea. Digo esto, porque esta ventana la escribo un martes y 13 y porque se anuncia la celebración en Cáceres de un Congreso de Parapsicología, por lo que parece oportuno que nos ocupemos de alguna de estas cosas que no ha acabado de aclarar la ciencia hasta el momento, pero que vienen a demostrar —al menos esto dicen los astrólogos y parapsicólogos—  que las cosas que suceden en el cielo pueden ser anuncio de las más nimias de la tierra.
Lo que voy a narrarles ocurrió en Cáceres por los años 1864 y posteriores, sobre finales del pasado siglo.
Vivía aquí un don Alonso Montoya Paredes que, además de ser abogado en ejercicio y persona de prestigio, ya que fue concejal y primer teniente de alcalde de nuestro municipio, tenía también otros negocios de granjero y poseía un corral de gallinas. Pues bien, una gallina negra de su corral comenzó a poner unos extraños huevos en cuya cáscara salían, como repujadas, extrañas figuras.
La primera y la que más llamó la atención al señor Montoya fue una estrella con rabo, que corrió de mano en mano entre los entendidos sin que se encontrara una explicación lógica. La gallina siguió poniendo otros huevos con extraños dibujos: un pan, una cadena, un barco, etc.
Coincidió todo esto con que a los pocos días de aparecer el extraño primer huevo apareció en el firmamento un cometa, por lo que nadie dudó de la relación del dibujo y el cometa.
Al parecer, en 1680 hubo otro precedente parecido en Roma, con motivo de la aparición de otro cometa, de lo que se ocuparon las crónicas de entonces puesto que también otra gallina puso un huevo con el dibujo del cometa en la cáscara, catalogándolo los sabios romanos de aquel entonces de prodigio científico sin precedentes.
Pero nuestros cacereños del siglo pasado no eran tan sabios y lo que hicieron en mayoría fue no volver a frecuentar la casa del abogado Montoya y aun no cruzar delante de ella sin santiguarse, por entender que todo era cosa del diablo o al menos de otro mundo, con el que no querían tener relación.
Diario HOY, 15 de marzo de 1984

lunes, 30 de octubre de 2017

Curiosidades sobre la talla


En alguna ocasión lo he dicho y hoy vuelvo sobre el punto con más datos. La talla media del español ha aumentado desde la guerra civil hasta ahora, quizás por el cambio radical de alimentación, por una mayor práctica del deporte, o por la causa que sea. No hay que remontarse a tiempos más antiguos para ver que ésta ha sido una constante de la humanidad. Por ejemplo, las armaduras que se conservan en el Museo del Ejército, la de Carlos V, no podría hoy ponérselas una persona adulta, aunque fuera de talla bajita. Pero sin irnos tan lejos, yo puedo decir que desde los años cuarenta en adelante la talla media del español aumentó, hasta el punto de que entre los que fueron “quintos” conmigo, el tener una talla de un metro setenta se consideraba ser alto y ahora esta talla se ha quedado en una talla media indiferenciada, porque los que ahora se consideran altos rebasan el metro noventa.
Sin ir más lejos, el pasado domingo se tallaron en Cáceres los mozos del reemplazo de 1985, pasaron a tallarse un total de 1.256 pozos, aunque algunos por residir en otros sitios lo hicieran en lugar distinto, pero el caso es que el más bajito, Francisco Cisneros, dio una talla de un metro 49, quedando excluido porque para ser soldado se exige ahora 1,546; el más alto fue Sebastián Prieto, que dio un metro noventa y cinco, lo que quiere decir que la talla media de ese reemplazo está en los 172 metros, que en mi época era una talla reservada para los que se decían altos Hoy día, con ese talla, no pasa uno de ser del “montón”, como bien demostrado queda. Los ingleses festejan su victoria sobre los franceses en una batalla que se dio en Arroyomolinos de Montánchez, durante nuestra guerra de la Independencia, vistiendo esos uniformes en un desfile, pero son ya tan pequeños que han tenido que recurrir a que se los vistan niños ingleses, para poder seguir con la tradición.
Diario HOY, 13 de marzo de 1984

Los plenos, paso de comedia


Si uno se reviste de paciencia y tiene tiempo, en algunos plenos municipales, sobre todo los que preside Cardalliaguet, se lo pasa en grande. Se escuchan allí las cosas más peregrinas y hasta estoy por afirmar que Hurtado Ricafort, que es un poco el “Jaimito” de la corporación —dicho sea sin ánimo de ofenderle— se lo pasa en grande poniendo en apuros al presidente accidental, como ocurrió en el último pleno. Por si ustedes dudan de ese tinte de humor que muchas veces le dan los propios concejales al pleno, les diré que en ese, al hablar de la capacidad que deberían tener los cuartos de basura de los inmuebles (redactando una ordenanza que se refiere a ellos), como no se especificaba la altura, Hurtado propuso que fueran “suficientemente altos como para que cupiera Machuca”, agregando Bazaga que la medida podría estar “entre la estatura de Machuca y la de Canalejo”, respondiendo este último que “era mejor que la altura fuera el doble de la de Bazaga”. Como verán humor no falta, como no falta tampoco la malévola intención de obligar a decidir a ese hombre meticuloso e indeciso que es el buenísimo Marcelino Cardalliaguet, al que le hicieron pasar un mal rato en ese último pleno, por suponer que lo que allí se aprobara podría obligar al alcalde titular —ausente— a acordar algo que podría no gustarle.
Pero la indecisión figura a todos los niveles, porque también se dijo, en relación con unas cocheras del concesionario de autobuses, que desde 1980 se llevaba tratando que las trasladara, aun con plazos perentorios y decisiones del alcalde titular que no se habían “rematado” nunca.
Es triste reconocerlo, pero la indecisión preside hoy día los asuntos municipales cacereños. Ello trae como consecuencia que las sesiones sean más un “paso de comedia” que unas reuniones serias de gentes que tienen que ejecutar acuerdos determinados. Por ello no es raro que Hurtado Ricafort y algún otro eche la reunión por el lado del humor que, al parecer, es una de las salidas más lógicas que pueden tener nuestros plenos.
Diario HOY, 12 de marzo de 1984

"La Juana", de Mediero


Tengo que felicitarme por haber visto a obra de Martínez Mediero titulada “Juana del amor hermoso” que con Lola Herrera como protagonista se nos ha ofrecido a los cacereños en Gran Teatro durante dos días, con enorme éxito de público, sobre todo joven.
No es mi intención, porque no soy especialista en ello, hacer una crítica de la obra, sino contar lo que disfruté viéndola y las muchas cosas que me sugirió esta obra de un autor extremeño de cuya madurez, como extremeño que también soy, me siento orgulloso. Ya saben que hay un sentimiento que se suele llamar “vergüenza ajena”, que suele sentirse cuando algo que hace alguien nos afecta negativamente. Pues bien, también debe haber otro sentimiento contrario al que podríamos llamar “orgullo propio”, que fue el que yo sentí viendo la obra de Mediero porque me complace que sea un autor extremeño el que haya tenido el acierto de trazarla.
Pienso yo que hay que desmitificar nuestra historia y hacerla amena y comprensible para las nuevas generaciones y para todos. Esto es lo que logra Mediero tomando una parte tan conflictiva de nuestra historia como fue el final del reinado de los Reyes Católicos, papel que jugó en él la figura de “Juana la Loca” y vicisitudes por las que pasó España en un momento tan decisivo de la propia historia europea, como aquél tras del cual —y siempre en lucha con Francia, nuestro natural oponente en todo— nos alzamos con el gobierno del mundo, para bien o para mal.
Mediero rehabilita la figura de Juana de Castilla, pero lo hace de una forma sutil, desenfadada y amena, aunque en el fondo del todo existe un verdadero drama de estado por el que se sacrifica a esta mujer. La obra es amenísima, matizada de humor en el que bulle un profundo conocimiento de la historia pero haciéndola “digesta” al espectador. La pincelada de los personajes, en muchos casos simbólica, está hecha de mano maestra y a  los cacereños que gozamos del espectáculo nos quedó ese “orgullo ajeno” del que hablo, por el que hay que felicitar a este autor extremeño y felicitarnos nosotros mismos, que no es poco.
Diario HOY, 11 de marzo de 1984

Resucitar Granadilla


Me complace la noticia de que Granadilla será reconstruido, porque este pueblo, abandonado y muerto por la construcción del pantano “Gabriel y Galán”, bien merece ser resucitado, aunque sólo sea porque, habiéndolo sido todo, quedó en la nada en beneficio de los demás, llegando hasta perder su verdadero nombre, que fue Granada, para convertirse en Granadilla, cuando la Granada andaluza se convirtió en cristiana. La de Granadilla es una larga historia de un pueblo venido a menos. En la antigüedad fue hasta capital de la comunidad en que se integraban: Abadía, Ahigal, Aldeanueva del Camino, Caminomorisco, Cerezo, Granja, Guijo de Granadilla, Mohedas, Nuñomoral, Pinofranqueado, Rivera Oveja, Pesga, Santibáñez el Bajo, Zarza de Granadilla, Alberca y Sotoserrano; estos dos últimos son hoy día pueblos de Salamanca.
Por ser, Granadilla fue arciprestazgo y cabeza de partido judicial que componían: 4 villas, 22 lugares, 5 concejos compuestos por diferentes alquerías y 6 despoblados.
Con la construcción del pantano “Gabriel y Galán” quedó convertido en península y, abandonado pasó a propiedad de la Confederación Hidrográfica del Tajo. Conserva sus murallas, que hoy lamen las aguas, su viejo castillo y sus casas en ruinas, Atrás queda su vieja historia: construido por los árabes en el siglo IX, fue conquistado, en 1170, por Fernando II de León, cediéndolo su hijo, don Alfonso, a la Orden de Santiago, en 1191. Tras la conquista de Granada, cambia de nombre y se e cede a los duques de Aba. En 1962, cuando se construye la presa y surge el pantano, Granadilla prácticamente muere.
Para resucitarlo, ya que era uno de los pueblos más bonitos de la provincia, hubo varios intentos. Recuerdo el de una compañía hispano-alemana que quiso hacer de él todo un gran hotel para alojamiento de millonarios que vinieran allí a cazar o pescar, pero todo quedó en intento.
Hubo otros intentos también fallidos y ahora surge éste que, si no muy concreto, al menos parece será el único que podrá llevarse adelante en estos momentos. El empeño bien merece la pena, por la belleza y el entorno que, aun en ruinas, conserva aún Granadilla a la que, ojalá, veamos resucitada.
Diario HOY, 9 de marzo de 1984

La calle de Sancti Spíritus


(Incluida en el libro “Ventanas a la Ciudad”)
Por indicación de algún comunicante de esta sección, vamos a seguir hoy con nuestro callejero, o sea, dando el origen remoto de algunas de nuestras calles cacereñas y de la razón que ha hecho que se las nomine del modo que ahora las conocemos. Muchos de estos nombres se remontan a fechas antiquísimas, pero todos ellos tienen una razón remota que, ahora, nos resulta en cierto modo desconocida.
Una de estas calles, cuyos orígenes se remontan al medievo, es la llamada calle de Sancti Spíritus, precisamente la que parte de la plazuela del Duque, llamada popularmente de las Cuatro Esquinas, para enlazar con la calle General Margallo, muy conocida por el nombre antiguo de calle de Moros.
El nombre de Sancti Spíritus, que sigue teniendo esta calle, se debe a que en ella existió un hospital con este nombre, posiblemente el primer centro de este tipo que se crea en Cáceres, ya que su fundación se remonta al siglo XIV. Estuvo enclavado en el solar que hoy ocupa el Cine Capitol, o sea, el actual número 6 de la calle, y su fábrica perduró, ya muy reformada, hasta la construcción de mencionado cinematógrafo.
Dicho hospital lo fundó una familia noble que existió en Cáceres por aquellas fechas, la familia Robles, que tuvieron grandes posibles y de los que ya he contado la anécdota de que un don Juan de Robles lo reformó destinando grandes sumas al mismo en favor de los pobres, pero que la reticencia del vecindario decía que los pobres los hacía él, por tener fama de explotador y usurero.
El inmueble quedó prácticamente abandonado con la desamortización, ya que las fincas que lo mantenían fueron subastadas.
Tuvo varios destinos después, desde el de posada hasta el de cuartel, para lo que sirvió en diversas ocasiones, en la Guerra de la Independencia y últimamente en la Guerra Civil, pues durante algún tiempo fue cuartel de la Falange cacereña. Desapareció para construir el cine; algunas de sus piedras de cantería, escudos y aun cartelas con leyendas sobre sus beneficiarios, pasaron al Museo Provincial.
El nombre se ha mantenido en la calle, que es el único recuerdo que resta de él.
Diario HOY, 8 de marzo de 1984

Los simbolismos


Ha llegado a mis manos la copia de un informe para la adopción de blasón de la Comunidad Autónoma de Extremadura que remite Pablo Gonzálvez, alcalde de Calzadilla. Tengo que decir que el escudo que para Extremadura propone Gonzálvez es francamente bonito y está ampliamente, y heráldicamente, documentado. Sé también que el grupo popular había propuesto otro, también heráldicamente documentado.
Tengo que decir que yo, por simple afición, soy un “forofo” de la heráldica —como se dice hoy día— y que he estudiado con gusto ambas propuestas y, más detenidamente esta última, que me parece muy original y a la que no tengo nada que objetar, como tampoco tengo algo que objetar a la del grupo popular, ya que quien ha de decidir en este asunto es la propia Junta de Extremadura, que debe tener sus expertos en el tema.
No obstante,  me coy a permitir unas puntualizaciones que son más el expresar lo que pienso de los simbolismos en general y el escudo es uno de ellos
Creo que ha que huir de lo recargado, por mucho origen heráldico e histórico que tenga, y centrarse más en lo que ahora y en este momento entiende nuestra gente de a pie, que es la que va a identificarse con el simbolismo.
Tengo entendido que nuestra bandera de Extremadura surgió entre nuestros emigrantes de una simpleza tan grande como era la de “casar” los colores de los dos equipos del fútbol más representativos de nuestra región: el Cacereño y el Badajoz. Lo que pasó es que esos equipos habían elegido, de antiguo, esos colores por un simbolismo histórico, con lo que al “casarlos”, el mismo simbolismo quedó en la bandera: verde de la venera de Alcántara, blanco del reino de León y negro del reino abbasida de Badajoz o de los Austrias, ya que  Carlos V murió en Yuste.
Quiere ello decir que el extremeño de a pie no se complica la vida, sino que admite los símbolos que está más acostumbrado a ver, razón por la que pienso que el mejor escudo para la región sería el que recogiera conjuntamente los de Cáceres y Badajoz, que son los más conocidos de todos, y que a ello se podría agregar algún simbolismo sobre América, como esa leyenda de “Hispaniarum Mater” (Madre de las Españas) que propone Gonzálvez, o algo parecido, y nada más, porque siendo importante el símbolo, más importante es la andadura que es la que nos debe preocupar a todos y lógicamente, a la Junta.
Diario HOY, 7 de marzo de 1984