domingo, 31 de diciembre de 2017

No olvidar lo nuestro


No lo estamos notando pero hay una invasión de músicas y ritmos extranjeros en nuestros medios de difusión oídos y televisados que nos mentalizan a marchas forzadas, sobre todo a los más jóvenes, propósito que es posible exista a unos niveles mundiales. El hecho es que algunos países, por defenderse de esa invasión y preservar sus propios valores han puesto coto a este asunto. Recuerdo que en Méjico, las emisoras y las estaciones de televisión (puesto que allí las hay privadas) tienen una medida de la que no pueden pasarse, creo que sólo un tercio de la música emitida puede ser extranjera. Esto lo controlaba el propio gobierno y se tomaban serias medidas contra la emisora que se propasaba en lo legislado.
Ello ha dado lugar a que las propias músicas se promocionen, las canciones —si son extranjeras— se traduzcan y el pueblo escuche todas las emisiones en su propio idioma y los compositores nacionales no se sientan discriminados sobre los que entran de importación. Esto ocurre en muchos países y no sólo hispanoamericanos; en el caso de Méjico, el asunto era exagerado (no sé si lo será ahora) porque la propia música de zarzuela se contabilizaba como extranjera.
Yo creo que los españoles en general tenemos una visión más amplia y universal de este asunto y las canciones hispanas para mí son tan nuestras como las de la península. En Cáceres, donde existen un montón de emisoras de radio, los programadores suelen mantener un cierto equilibrio y se escuchan canciones españolas o en español, aunque estas emisoras tienen numerosos espacios en conexión nacional surge entonces el desequilibrio de que hablamos y los ritmos extraños y las canciones en idioma extraño están a la orden del día también en nuestras propias emisoras. No digo yo que esté siempre cantando Lola Flores o Julio Iglesias, pero que no parezcan las nuestras emisoras norteamericanas a las que sólo identificamos como nuestras cuando dan el “emite”.
Diario HOY, 5 de noviembre de 1985

No siempre las cosas fueron igual


Estos días son, como sucedía con el Tenorio que solía “ponerse” por estas fechas los obligados para tratar de los fieles difuntos, o de lo que alrededor de ellos —que antes o después será alrededor nuestro— se relaciona con la muerte y sus enterramientos.
Hay algo muy simple sobre lo que muchos hombres de hoy no paran mientes, cual es que el lugar de enterramiento ha variado con los siglos, porque no siempre hubo los cementerios que ahora conocemos. El actual de Cáceres data sólo de 1844 y alguno se preguntará: “¿Y dónde se enterraba anteriormente?” Pues bien ésta es una curiosidad que “viene al pelo” para estas fechas: se enterraba dentro y fuera de las iglesias: las cuatro parroquias medievales cacereñas tenían su cementerio en los alrededores de ellas, ya que los que se enterraban dentro eran los más ricos, puesto que la muerte ha sido siempre un negocio.
Si ustedes se fijan, en alguna de las casas próximas a estas iglesias figura grabada en la piedra la palabra “Cimenterio”. En la de San Mateo, este cartel está muy próximo a una esquina de la llamada Casa del Sol, a menos de un metro de altura del suelo. Uno similar figuraba en la casa solar de los Carvajales de la calle Tiendas, referido al de la iglesia de Santa María, pero al comprar don Alvaro Cavestany la casa, su esposa, doña María, que era algo supersticiosa, hizo que lo picaran y desapareció. Ello quiere decir que los cementerios antiguos estaban en los lugares más frecuentados y para recordarnos que estamos sólo de paso en esta vida Lo de los cementerios separados de la población es una cosa relativamente moderna.
Otra curiosidad que narra Antonio Ponz, que visitó Cáceres en el siglo XVIII, es que en los sepulcros del interior de las iglesias, el día del funeral solían poner túmulos con crespones negros que luego nadie se  encargaba de quitar hasta que se caían a pedazos.
Ya ven cómo los tiempos han cambiado, para bien, los usos y costumbres.
Diario HOY, 3 de noviembre de 1985

Soñar no cuesta nada


Nuestro alcalde es hombre de ideas y tiene un montón de ellas para la Ciudad Monumental, así como dos planes en marcha sobre la  misma, de los que ya ha hablado a este periódico; la última vez el martes durante una inauguración en el Museo de las Veletas. Pero además de éstos, particularmente nos ha dicho que cuando todos esos proyectos estén realizados no habrá más remedio que suprimir el estacionamiento en el recinto amurallado. “No sé cómo se hará porque el tema hay que estudiarlo con cuidado —nos decía—, pero es posible que a cada uno de los que allí viven haya que darles una tarjeta de residente para poder entrar  salir de allí en coche.” Y con los organismos oficiales que allí existen, ¿qué se hará, señor alcalde?, le preguntamos. Y esta fue su respuesta: “Pues eso es lo que habrá que estudiar.”
Pero no es sólo el alcalde el que tiene grandes teorías sobre la Ciudad Monumental, pues también las tienen otros, que si quieren pueden hacer mucho por ella, como es la directora general de Patrimonio de la Consejería de Educación y Cultura de la Junta de Extremadura, Milagros Gil-Mascarell, quien tiene la idea de dejar exentas las murallas. Algo de esto hizo Alfonso Díaz de Bustamante cuando fue alcalde y le costó Dios y ayuda —sobre todo ayuda económica— conseguir despejar los pocos lienzos que hoy pueden admirarse sin obstáculos. Conseguirlo le llevó casi trece años, que son los que estuvo de alcalde.
En fin, y recontando lo que unos y otros desean, imaginemos cómo quiere el alcalde una ciudad monumental sin antenas ni  cables, porque irán subterráneos; sin tráfico rodado y con las murallas limpias y exentas de edificaciones, como pretende la directora general; con las torres separadas, el camino de ronda transitable y todo el conjunto como estaba en los siglos XV o XVI. Lo malo es que de lo hecho anteriormente, como fue limpiarla de cables, se ha deteriorado en gran parte esperando la llegada de este o cualquier otro plan. Lo cierto es que el deterioro continúa mientras sólo se teoriza sobre el tema. Además de que es muy posible que estas autoridades actuales puede que no nos duren trece años.
Diario HOY, 1 de noviembre de 1985

Siempre colonizados


Antonio Álvarez Rojas, el director del Museo de Cáceres, ha tenido el acierto, en la exposición que ayer se inauguró, de narrar en ella la historia de la ciudad de un modo que aún no se había narrado: sin muchas fechas y datos superfluos, y yendo al grano de la cuestión; centrándose más en lo que es la filosofía de la historia que en otra cosa. Así, en estas explicaciones nos dice que cuando en el siglo XIII, Alfonso IX de León toma Cáceres, a los árabes y le da el Fuero más liberal de España, repoblando la ciudad con nuevas gentes, sólo había en ella hombres libres y moros cautivos Estos hombres libres eran los verdaderos conquistadores que habían venido con el rey y que reciben un fuero en el que se excluye a la nobleza y al clero. A estos últimos se prohíbe darles o donarles ningún “bien de raíz”, o sea que no podían tener propiedades en Cáceres.
Pues bien, esta situación dura escasamente un siglo, ya que en el siglo XIV y XV, los “amos” de la ciudad, de las tierras y de los cargos municipales eran los nobles y el clero, que de un modo u otro se habían hecho los dueños del cotarro aunque esta posesión era “anticonstitucional” (que diríamos ahora) o antiforal que se diría entonces. Esto lo explica Álvarez Rojas en el sentido de que los “segundones” de las casas nobles de León y Galicia —los desheredados— lograron que aquí se les dieran tierras y propiedades, llenando sus palacios (que construyeron sobre las casas de los antiguos hombres libres conquistadores) de blasones de familia para presumir de una nobleza en la que ellos no eran primogénitos. A los hombres libres los expoliaron y los mandaron a vivir fuera de murallas. ¿Por qué no se contó esta historia? Pues porque la historia de Cáceres la contaron siempre los descendientes de esos nobles: Ulloa, Canilleros, etc.
Finalmente, ¿no piensan que ahora ocurren cosas parecidas aunque les cambiemos el título de nobles por el de políticos cuneros, etc.? Lo que quiere decir que aquí siempre hemos sido colonizados.
Diario HOY, 30 de octubre de 1985

¿Volvemos a los antiguos tiempos?


Volviendo, aunque sólo sea filosóficamente, al principio de las cosas, los hombres somos unos seres tan violentos que lo que hoy se ha convertido en los saludos habituales, como es el estrecharse la mano, se inició como necesidad de sujetar la mano derecha del otro, del oponente, para tener la seguridad de que no trataría de cortarte en dos, con su espada, en un simple descuido. Es más, el saludo brazo en alto (tan denostado ahora, pero que fue la salutación romana en lo antiguo) vino porque los soldados romanos que invadieron España no solían fiarse de los iberos y los hacían ir brazo en alto cuando venían en son de paz, para lo que tenían que dejar sus espadas, lanzas o arcos y llevar la mano abierta. Pienso yo que, siguiendo esta regla de tres, el saludo actual debería ser el de ir con los dos brazos en alto, ya que se están poniendo tan de moda los atracos que ni los maleantes dan abasto para atracar, ni la Policía da abasto a detenerlos.
Siguiendo un poco el hilo de esta historia ingenua, podemos pensar que el hombre se valía por sí y se autodefendía de la ambición de los otros, en solitario, hasta que llegó la sociedad que, mediante unos acuerdos (en forma de impuestos) se encargó de defender al individuo “de orden” del resto de los individuos “desordenados”, que no estaban más que a lo suyo. Esto ha ocurrido últimamente, por ejemplo, en el Oeste americano donde los ciudadanos llevaban pistolas al cinto hasta que llegó “La Ley” en forma de sheriff, con lo que dejaron las pistolas en casa.  Era un derecho que el ciudadano cedía a la sociedad porque la sociedad le garantizaba su vida y hacienda. La pregunta es ésta: ¿Cuándo esto comienza a no poderse garantizar del todo, qué debe hacer el ciudadano? ¿Volver a ponerse en el cinto la pistola o “tragar” con que le esquilme cualquier maleante?. Esto se preguntarán “El Figón” y otros tantos establecimientos, atracados últimamente, así como sus dueños y un montón de cacereños más.
Diario HOY, 29 de octubre de 1985

Mudos, ciegos y sordos


Yo no sé si el exceso de ruidos en los lugares públicos es intencionado, o lo hacen por simple mimetismo de lo que vemos hacer en las películas americanas, que imponen sus modos a la juventud del mundo entero, posiblemente con una intención que a nosotros se nos escapa.
Es incomprensible que en los partes diarios de la Policía de aquí —y sospechamos que de la de los demás sitios— haya denuncias diarias de vecinos de establecimientos de este tipo, por ejemplo de la zona de la Madrila, en lo que a Cáceres se refiere, quejándose de que no pueden aguantar los ruidos que estos establecimientos produce, ruidos musicales de bailes puestos a “toda pastilla”, sobre el que la clientela tiene que hablarse a voces para entenderse entre ellos y para que los servidores del establecimientos les entiendan. Se trata muchas veces de vecinos muy alejados de estos lugares de esparcimiento (¿), que en sus casas y a puerta cerrada no aguantan el ruido de esos lugares públicos en los que las gentes —teóricamente— va a convivir.
Pienso yo que soy un inexperto en la materia, que esos excesos de ruidos deben producir algún deterioro, no sólo en el oído, sino en el propio cerebro, al menos cuando un día y otro se aguantan y se vuelven a ello. Se ha dicho que, por esa razón, la humanidad camina en grupo hacia la sordera, pero uno piensa que también caminamos hacia la mudez, y si me apura un poco, con lo de las luces intermitentes en los clubs nocturnos, también hacia la ceguera.
“¿Hay intención de que esto sea así?”, se pregunta uno, que recuerda lo del personaje de “La venganza de don Mendo”, lo de la Dueña, cuando dijo aquello de: “Si es que lo queréis así, seré ciega, muda y sorda; pero me está oliendo a mí que aquí se va a armar la gorda”. Y puede que se arme, porque lo que se está consiguiendo es la incomunicación total de unos con otros.
Diario HOY, 27 de octubre de 1985

sábado, 30 de diciembre de 2017

Publicidad y gestores


Cuando los publicitarios quieren demostrarte lo bueno y útil de su profesión, de la que en cierto modo vivimos los medios de información, recurren al ya clásico cuento de la gallina y la bacalada. Esta última pone millones de huevos y no se entera nadie, pero la gallina, que pone sólo uno, entera a todo el mundo del acontecimiento porque lo cacarea, cosa que no hace el bacalao hembra. Ello quiere decir, según los publicitarios, que aquello de “el buen paño en el arca se vende” pasó a la historia  como no se pregone el paño, como la gallina pregona su huevo, no se venderá nunca por bueno que sea. Para entendernos, que importa mucho en todos los órdenes de la vida la publicidad, que en el caso de la gallina es el cacareo, aunque se trate de sólo un huevo, y no el silencio de la bacalada, aunque se trate de miles de ellos.
Pienso yo que con las regiones pasa tres cuartos de lo mismo; hay regiones que por poca cosa que hagan o por poco que necesiten, movilizan a España entera, porque tienen una serie de gestores (yo diría de publicitarios) que se saben mover. Otras regiones, entre las que se incluye la nuestra, siguen pensando en que el paño debe seguir en el arca, o carecen de gestores y ya pueden hacer lo que hagan que les pasará lo que a la bacalada, por muchos huevos que pongan.
Digo esto porque en no muy lejanos años padecimos aquí, estoicamente, una sequía de casi cuatro años en la que se nos vino abajo nuestra ya de por sí precaria economía, sin que se nos echara una mano o consiguiendo menos de lo que hubiera sido menester. Ahora la sequía ha asomado un poco la oreja por el norte y se han comenzado a pedir ayudas y socorros de todo tipo, que unas trombas de agua y lluvias torrenciales han estado a punto de echar por tierra; pero si esas peticiones están en marcha, ya puede llover lo que quiera que se llevarán adelante, o se cambiarán por daños por lluvias, por lo del cacareo y los gestores, que a nosotros, justo es confesarlo, nos faltan.
Diario HOY, 26 de octubre de 1985

Los cazadores y su mundo


Bien claro queda que, al menos teóricamente, la aplicación de la normativa de la caza, con autorizaciones especiales para cazar en días distintos a los expresados en la orden, o acumularlos, es justo para todos los que tienen cotos. Porque estas autorizaciones se dan exclusivamente para los cotos —o así lo entendemos nosotros— ya que en los terrenos libres la norma es la que expresa la orden sin más y sin que el cazador que los utiliza pueda solicitar que le cambien los días o se les acumulen, porque ello resultaría el lío padre.
Pues bien, como sucede con todo, esto ha despertado la consiguiente polémica y discusión entre los cazadores, ya que algunos se sienten discriminados y hasta llegan a decir: “Se autoriza a un coto el que cacen los 35 días seguidos, ¿y quién controla después el que allí no se vuelva a cazar el resto de los días de la temporada?”. Vistas así las cosas, en efecto, parece que hay una discriminación por la mala intención que se presupone siempre entre españoles de que el autorizado, tras de disfrutar los 35 días, se saltará la ley a la torera, cosa que puede no ser cierta, pero hay otra precisión que es la que debe hacerse y que es la que —a nuestro juicio— ha venido a liarlo todo. Hasta esta temporada, en los cotos se podía cazar diariamente y no había limitación más que de las vedas, cosa que es lógica, porque si hay alguna caza es gracia a los cotos, ya que los dueños de ellos, por el hecho de pagarlos, suelen cuidarla. Pero todo este lío ha venido con la limitación —también en los cotos— a los dos días por semana, cosa que a nuestro juicio trata de corregirse con esas autorizaciones de cambios y acumulaciones de días, cuando lo sensato sería dejar la caza en los cotos como estaba en anteriores temporadas, y en paz. Lo demás es cabrear al personal cinegético.
Diario HOY, 25 de octubre de 1985

Un fallo del Otoño Musical


Muchas veces las cosas mejor organizadas se vienen abajo por un fallo de lo más tonto, en el que posiblemente no pensó nadie, pero que da abajo con la labor de un montón de personas que se han machacado por llevar la empresa adelante.
Suponemos y comenzamos ya suponiendo para quitar  hierro al asunto, que esto es lo que ha pasado con los “Otoños Musicales” lanzados a bombo y platillo por la Institución Cultural “El Brocense”, que convocó en su día varias ruedas de prensa para informarnos sobre los esfuerzos que se han realizado en beneficio de los amantes de la buena música, el dinero que se han gastado en la contratación de las orquestas y solistas, y sobre otras muchas cuestiones relacionadas con el montaje de estos “otoños” que tuvieron y tienen un peso específico más que aceptable, no sólo para el mundillo musical, sino entre los cacereños en general, que suelen asistir en número más que apreciable a los conciertos, gastándose su dinero en comprar las entradas en las taquillas puestas al efecto porque las que se regalan, si es que se regala alguna, no cuentan, aunque hay veces que determinadas organizaciones se ocupan mas de que lleguen a punto las regaladas que las otras, cuando e buena lógica debiera ser al revés.
Pero en fin, vamos al asunto, y el asunto es que las taquillas instaladas en un puesto de helados, en el Paseo de Cánovas, frente al Cine Coliseum, aunque tienen un cartel que dice que por las tardes se abren de 5 a 8, y aunque hay colas para adquirir las localidades, ayer, a las 6,15 no se habían abierto, y el día del concierto anterior se tardaron también en abrir más de la cuenta, y los “colistas” estaban de un cabreo subido —perdón por lo drástico de la palabra, pero cabreo era y gordo—. Tan es así que no faltó quien comentara que aquello era un “toreo de la Diputación y de la propia Institución Cultural”. ¿Lo era o simplemente se trataba de un retraso “involuntario” del taquillero que no se lo tomó en serio?...
Diario HOY, 24 de octubre de 1985

"Tente mientras inauguro"


Manuel Veiga confesaba que más de un centenar de depuradoras de aguas residuales en otras tantas localidades cacereñas llevaban sin funcionar más de cinco años y muchas de ellas, por el desuso, no volverán a funcionar nunca. Uno, que tiene el defecto de darle vueltas a las cosas, se paró a pensar el que aquello había sido una verdadera estafa a cada uno de los pueblos donde cada una de las depuradoras están instaladas, pero como se da el caso de que la instalación funcionaba en su día, no hay estafa en ese sentido, sino en el de que como es caro el mantenimiento por la electricidad que gastan se empeña a los ya empeñados ayuntamientos si es que la ponen en marcha.
¿Qué salida les queda a estos ayuntamientos?. Pues exclusivamente la de Abundio, aquel que vendió el coche para comprar la gasolina. Todo ello pensando que esas depuradoras pudieran venderse para comprar la energía eléctrica. Pero así y todo, el engaño al vecindario queda palmario, y no es de este ni de aquel tiempo, es de la tremenda picaresca española, sobe todo en cuanto a la política y los políticos se refiere, en la que podía emplearse un remedio de la frase de Diógenes, que con su linterna trataba de encontrar un hombre… pero agregando en este caso: honrado.
Parece que muchos de estos políticos se interesan más por el hecho de la inauguración y apuntarse el tanto que por servir al pueblo. Es un poco el “tente mientras cobro” que aquí podríamos traducir por “tente mientras  inauguro”, y no hay derecho a esto, porque el padecimiento queda después para el pueblo usuario que se sintió manipulado en la inauguración. ¿Otros ejemplos de cosas que no funcionan y fueron bombo y platillo de su tiempo?, el Edificio Múltiple, escaso en ascensores y con tal cantidad de defectos que en invierno empeña a la administración por el coste de la calefacción y en verano por el de la refrigeración, si se encendieran una y otra.
Esperemos que esta mentalidad política cambie, para bien de todos.
Diario HOY, 23 de octubre de 1985

Decreto para los cumplidores


Dudo yo mucho que los veintitantos mil cazadores que salieron al campo el pasado domingo, en la apertura de la veda, se hayan leído, ni aun a medias, la orden de 22 de julio de 1985 por la que se establecen los periodos hábiles de caza durante la presente temporada, ni hayan prestado mucha atención a los nueve o diez folios de apretada lectura que, firmados por Juan Serna, se incluyen en el “Diario Oficial de Extremadura” de 25 de julio de 1985. Lo que más o menos saben es que la caza menor salía el día 20, o  sea, el pasado domingo y se podrá cazar hasta el día 2 de febrero del próximo año, sólo “los jueves, domingos y festivos de carácter nacional y en toda clase de terrenos cinegéticos”.
Sabe el cazador cumplidor, que por mucho que decrete Serna en el territorio regional, poco caso harán de lo decretado los furtivos, que leen aún menos ese boletín, y que se saltan a la torera cualquier norma por muy bien hecha que esté. Lo que pasa con la caza es que se aprende en el campo y ejercitándola y de nada vale decretar si no hay guardería suficiente para hacer cumplir las leyes a los que habitualmente no las cumplen, porque los otros —los cumplidores— cumplirán con guardas o sin ellos. Pues bien, tras la experiencia de ese primer día, en general la gente vuelve desilusionada porque “no hay un bicho” ni en lo libre ni en lo acotado. Pero, en este primer año en que la caza está en manos autonómicas, hay una cosa que no acaban de entender los cazadores cumplidores, que es el por qué se elige el jueves y no el sábado como era antes, ya que el jueves es un día normal de trabajo (para los que lo tienen) que obligará a solicitar permiso de las empresas o renunciar a salir. A los no cumplidores les es igual, porque seguirán cazando cuando les venga a en gana.
Diario HOY, 22 de octubre de 1985

Un justo pataleo


A veces he llegado a pensar que es comodidad de la oposición el no poner suficiente énfasis en las cosas que lleva tanto a los plenos municipales como provinciales, aunque tengo que reconocer que cuando el grupo gobernante es abrumadoramente mayoritario, de nada sirve el repetir las cosas una y otra vez para que, en las votaciones, se vayan todas —como suele decirse— al “cesto de los papeles” o a la “memoria testimonial” que es tanto como decir que no sirven para nada. Debe ser desesperante, aunque en cuanto a Cáceres capital se refiere la oposición tiene más faena en el Ayuntamiento que en la Diputación Provincial. En el Ayuntamiento, la unión de todos los grupos de oposición equilibra el peso del grupo gobernante y aún puede rebasarlo, pero en la Diputación la cosa está juzgada y sentenciada pues la mayoría socialista es abrumadora y aunque se unan los grupos de oposición no llegarán nunca a tener número suficiente de votos como para discutir el más mínimo asunto al grupo mayoritario, que hará lo que le venga en gana y dejará pasar solo los asuntos de la oposición que les interese que pasen. Por decirlo de modo coloquial, cuando se dan estas proporciones, el grupo mayoritario se convierte en “perdonavidas” de los minoritarios y prácticamente les hace “pis” en el cuello cada vez que dice: “a votación”, sea el asunto que sea.
Esto ha dado lugar a esos “parlamentos de papel” que se han sacado de la manga los aliancistas y esas ruedas de prensa tras los plenos provinciales como la celebrada el viernes que no conducen a nada en el terreno operativo, pues sólo pretenden que el público se entere de cosas que, cuando se gobierna en solitario como es el caso de los diputados socialistas, puede producir desviacionismos hacia un lado. Por ello, por lo que  tiene de información al ciudadano, creo que es justo ese pataleo, aunque no pase de eso, pataleo.
Diario HOY, 20 de octubre de 1985

viernes, 29 de diciembre de 2017

La falta de vigilancia


Pienso yo que se está tomando poco en serio eso de la seguridad ciudadana y que nuestras autoridades, más o menos, se piensan: “Total, si se trata de cuatro raterías.” En muchos casos esto es así, pero el mal estado de opinión que nos crean merece tomarse la cosas más en serio de lo que se toman. Los robos han llegado a estar tan a la orden del día, que nada más que se descuida uno le birlan lo que lleva, sin posibilidad de volver a recuperarlo. Eso le ha pasado a doña Inés Gozalo, en la calle Moret, una de las más céntricas de Cáceres. Resulta que doña Inés dejó un momento en su suelo una de las bolsas que portaba, miró para otro lado y cuando volvió la vista se la “habían birlado”; en el mercadillo franco, los robos están a la orden del día; el último miércoles, doña Felisa de la Montaña denunció que le quitaron el monedero con 9.000 pesetas; don Nicolás Lozano perdió en el mismo lugar y por el mismo sistema 35.000 pesetas, y hay que pensar en los muchos que no denuncian robos menores, porque no conduce a nada denunciarlos.
Al lado están los revientapisos, que impunemente se llevan lo que les apetece, dinero y enseres, en muchos casos joyas, de las que no vuelve a saberse nada, aunque todos suponemos donde las malvenden.
Con todo, no es esto lo peor ni por lo que recibimos más daño. El verdadero daño a la larga es ver cómo se asalta a los turistas que vienen confiados a ver nuestros monumentos y a quedar aquí un dinero, pero por el procedimiento de ponerles una navaja al cuello como ha sucedido más de una vez en nuestra ciudad monumental. Me imagino la “propaganda” que nos harán en sus respectivas naciones. No cabe decir que nuestra ciudad monumental está vigilada, cuando impunemente se puede pintar de rosa, consumiendo horas en ello, a la estatua de San Pedro de Alcántara, en el sitio más  céntrico del recinto.
Diario HOY, 18 de octubre de 1985