Yo sé que estas cosas oníricas, de los sueños, suelen ser tonterías,
pero no resisto la tentación de contárselo. Me sucedió la otra noche, cuando
dormía. En el sueño apareció —no sé de qué forma, porque las cosas de los sueños
no sabe uno explicarlas claramente— un precioso perro, una especie de “pastor
alemán” que de momento me ladraba pero que luego, tras de hacerle algunas
fiestas, se dejó acariciar. Estando acariciando al animalito, al pasarle la
mano por su cabeza, me di cuenta de que tenía en ella algo clavado —pensé en un
parásito de los que algunas veces tienen los perros— pero me di cuenta de que
lo que tenía clavado era una especie de “chincheta” de esas que se usan para
poner documentos en los tablones de anuncios; inmediatamente se la arranqué
para librar al animalito de aquel suplico y, cuál no sería mi asombro cuando el
perro dio una gran explosión y de la nube de humo que dejó a su alrededor salió
un ruso vestido con pieles y hablando correctamente —con algún acento— el
castellano. Al verle, por la psicosis que venimos padeciendo, me malicié que el
tal individuo era un espía, cosa que él acabó confirmándome al decirme que
pertenecía a la KGB que en ruso es algo así como en americano la CIA, y de la
que salen —y eso a la vista está— el mayor número de espías de Rusia.
Hablamos amigablemente y le pregunté al hombre-can cuál era el motivo
de encontrarse en Cáceres, porque resulta que el sueño se desarrollaba en
nuestra ciudad aunque, con ese capricho que los sueños tienen, una veces
estábamos en la ciudad antigua, otras en la moderna y otras recorriendo algunos
de los paseos que tenemos. Con un acento marcadamente ruso y arrastrando mucho
las erres me dijo que el motivo era el haber venido a investigar sobre una base
de misiles que en Cáceres se había instalado; me reí de tal pretensión y
comenzamos a discutir aunque el ruso insistía en que el órgano comprado por don
Jaime, el presidente de la Diputación, era en realidad una base de misiles,
aduciendo como prueba que lo habían instalado los americanos y que cada tubo
sonoro era en realidad un cohete de largo alcance que podía cruzar toda Europa
y caer en su país, para “hacerlos la pascua”. Me quedé del otro lado, y el ruso
agregó:
“Vengo a porr esos planos y también a copiarr el futuro plan de
trabajo de la Real Academia de Extremadura, sobre el que se tienen muchas dudas
en mi país…”
Con el capricho de lo onírico, el ruso volvió a convertirse en perro
y, mientras yo estaba pensativo, alzó la pata y se hizo “pis” en lo bajo de mi
pantalón, emprendiendo una carrera…, pero no pude ver más, porque el frío del
“pis” me despertó. Me quedé sentado en la cama y pensativo haciéndome la
reflexión de: “¡Hay que ver lo de tonterías que se sueña uno!”
Diario HOY, 28 de marzo de 1981
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.