domingo, 25 de junio de 2017

¿Promocionar o cargarse el turismo?


Sólo nos movemos en el terreno de la “presunta autoría” —que diría un jurista— de la especulación alrededor de una noticia y del comentario de ella, diciendo de antemano que desearíamos equivocarnos y que alguien nos dijera que estábamos errados (sin hache) y que tal noticia no se había producido, pero todo induce a creer que no ha sido así. Resulta que en la Hostería del Comendador a un escolar de Valdecaballeros, que en unión de otro compañeros de su colegio, de otros de Castilblanco y de los profesores respectivos, que vinieron a visitar la ciudad monumental cacereña, resulta, decimos, que por un vaso de agua que entró a pedir al bar de dicha Hostería le cobraron nada menos que diez pesetas, con lo que el empleado, la dirección o quien haya autorizado a ese cobro hicieron de “malos samaritanos”, cuando en nuestra ciudad, en Cáceres, no hemos cobrado nunca nada por cumplir con la obra de misericordia de “dar de beber al sediento”.
Que estas cosas pasen en un “centro” estatal que se puso para promocionar el turismo es al menos un contrasentido, por no calificarlos de forma más rotunda, pero no debemos dejar de pasar el “incidente” y “quitar hierro” a lo que —de haber ocurrido— descalifica de por sí a  la Hostería el Comendador en la función que, creo pensamos todos, tiene encomendada.
Las hosterías y los paradores de turismo se pusieron no para ganar dinero con ellos, sino para suplir con sus servicios los lugares de turismo donde la iniciativa privada —por las razones que fuera— no había llegado aún, siendo su finalidad promover ese turismo.
Cierto que se dice que la mayoría de ellos son deficitarios económicamente, pero habría que profundizar en el porqué de ese “déficit” de que tanto se habla. Primero: en cualquier establecimiento del ramo de hostelería de tipo particular y privado, los empleados tienen sumo cuidado en extremar un trato exquisito al cliente (que dicho sea de paso a veces da mucha lata) pero de saber aguantarle depende el “negocio”. Si el empleado, por ejemplo —y es sólo un ejemplo— se considera sólo funcionario del Estado, y por tener seguro el sueldo no cumple como en los sitios privados, está cargándose la finalidad para la que estos establecimientos fueron creados. La rigidez de horarios, las caras largas a la clientela, etc. (incluyendo en ese etcétera el cobro de vasos de agua) pueden ser “chinas” en ese camino. ¿Sucede algo de eso en la Hostería).
Diario HOY, 8 de abril de 1981

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