Todos los fines de semana se nos “amenaza” con la venida de un
ministro. Yo no sé si es que los ministros suelen hacer lo que ahora es
habitual y nunca se materializa, eso de: “A ver si nos vemos y nos tomamos unas
copas”, o bien: “Cuando tengáis la fiesta (la fiesta que sea) a lo mejor me doy
una vuelta por allí, y hablamos de éstas y otras cosas…”. Promesas a las que
habría que contestar, como las señoritas provincianas cuando se las piropeaba:
“Eso se lo dirá usted a todas.” Porque pienso yo que nuestros políticos quizás
por una mayor pureza provinciana, o pueblerina (porque de pueblo somos),
estamos menos metidos en esas frases protocolarias que podríamos considerar
como “largas cambiadas” —utilizando el término taurino— para que le dejen a uno
en paz, y pasa que cuando un ministro promete (porque puede hacerlo, que para
eso son de UCD) que va a venir a tal o cual fiesta, se prepara todo pensando en
que la visita va a ser cierta, se saca la vajilla de las grandes ocasiones, se
hace “comida de levante”, y nos quedan —como quien dice— compuestos y sin
ministro.
No es que yo desee que los ministros vengan, los ministros tienen que
trabajar —que al parecer sigue siendo lo importante del cargo— pero no son
agentes comerciales que tengan que ir aquí y allí para enseñar su “mercancía” y
hablar de las perfecciones de las mismas. ¡Quemados están ellos de que cuando
se les invita a algún sitio es para “sacarles” algo!, y la prueba es que cuando
visitan algún sitio, la prensa de aquel lugar suele echarles encara: “El
ministro vino con las manos vacías…” … claro, y así pasa que cuando no tienen
nada que llevar, pues se lo piensa y rechazan con esa “larga cambiada” la
invitación. Por otra parte y pensándomelo bien, hay que estimar que los ministros
también tienen su familia y, como dice la zarzuela “su corazoncito”, y
preferirán estar el fin de semana entre los suyos aunque sea aguantando la lata
de los niños, el perro y la suegra, que al fin y al cabo los desintoxica de la
larga “representación ministerial” que para ellos ha de suponer la semana.
No es que diga yo que esto es el cuento del lobo: “¡Que viene el
ministro, que viene el ministro!”… y como no llega, cuando venga no nos lo creemos,
sino que con esto de la ingenuidad de nuestro políticos, habría que reformar e
inventar el refrán que dijera: “De ministro y santidad, la mitad de la mitad”.
Diario HOY, 16 de diciembre de 1980
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