En España tenemos por costumbre el admitir que todas las administraciones
que nos gobiernan y nos han gobernado son menores de edad y, los menores de edad,
no suelen asumir sus compromisos o si lo hacen, será, como dice el refrán, “tarde, mal y nunca”. Ahora resulta que
los jefes de los silos del SENPA le han ganado a la Administración unos pleitos
por los que la dueña de las ventanillas está obligada a pagar a esos trabajadores
algo así como 300 millones de pesetas. Pero no los paga, aunque la sentencia es
del año 1979, y la Audiencia Territorial la declaró incumplida en el 1987,
Cerca de 90 personas están esperando ese dinero y la Administración sigue
remoloneando para no hacerlo efectivo.
Debemos llegar a la conclusión de que nuestras administraciones suelen
ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Si un contribuyente,
pongamos a la Lola Flores (que es un caso sonado), deja de pagar a la Hacienda,
se le embarga y se la persigue hasta que paga, o va a la cárcel. Pero si la
Administración (en la que se incluye también Hacienda) pierde un pleito y una
sentencia la obliga a pagar 300 millones, puede estarse años sin pagarlo y sin
que suceda nada. No quiero defender a Lola Flores (que pienso que , como los
demás, debió pagar a su tiempo), pero sí decir que el ejemplo debe comenzar por
la propia Administración. Y no suele ser muy ejemplar, que digamos, el perder
ante la justicia oficial y propia, con condena a un pago, que se ignora durante
años.
Si la caridad bien entendida comienza por uno mismo, la justicia bien
entendida también ha de comenzar por la propia Administración, si es que hay ley.
El hacer lo contrario, es simplemente aplicar la ley del embudo.
Diario HOY, 30 de octubre de 1987
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