(Incluida en el libro “Ventanas a la Ciudad”)
De suprimirse ahora la feria de septiembre, como dice el alcalde que
quiere hacerse, nuestra feria chica —como se llamó casi siempre— hubiera vivido
exactamente 38 años, lo que es una edad muy temprana para morir, tratándose de
una feria. Bien es verdad, que desde su nacimiento se nos presentó con poca
salud; un poco “pachucha”, como por
aquí se dice, y a pesar de los cuidados que, sobre todo los primeros alcaldes,
le prestaron siempre fue una feria debilucha y enfermiza, sobre la que hubo que
pensar en un cambio de fechas, casi siempre, ya que sus festejos solían salir
mojados.
Se concibió para los tres últimos días de septiembre y el primero de
octubre y, pocos años después, se habló de cambiarla a la primera decena de
septiembre, para que coincidiera con la festividad de la Virgen de Guadalupe,
lo que supondría unas “vitaminas” de
popularidad para la propia feria. Pero no se hizo nada. Como tampoco se
suprimió las veces que anteriormente se pensó en ello.
La historia de la feria de San Miguel es por tanto muy corta. La creó
en 1949 el entonces alcalde de Cáceres, Francisco Elviro Meseguer, razón por la
que se llamó algunos años Feria de Elviro. También fue llamada feria chica, de
septiembre y, últimamente, de San Miguel. En realidad, la creación de la feria
se debió principalmente a las muchas transacciones de ganado porcino ibérico
que se solían hacer por esas fechas. Pero esa razón, que fue su sostén, falló
cuando se presentó la peste porcina y asoló la cabaña de ganado extensivo de
este tipo. Se convirtió después en feria ganadera del equino y también este
ganado perdió su importancia, con lo que la feria de ganados que sostenía el
festejo perdió interés y quedó el festejo. Ahora puede que se suprima el
festejo, aunque quede la feria. Pero de todos modos, es triste morir a los 38
años, por muy feria que se sea.
Diario HOY, 8 de octubre de 1987
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