viernes, 2 de marzo de 2018

Nueva plaza y nuevo nombre


En este asunto de los nombres de las calles yo pienso que lo mejor es ponerlos, conozca o no el pueblo a los nominados en cada caso. Porque al pueblo hay que darle pequeños conocimientos que pueden suscitar la curiosidad que le lleva a preguntar: “¿Oiga, y por qué mi calle se llama así?” Es más, soy enemigo de las pequeñas explicaciones que bajo los nombres suelen ponerse a veces, porque se llega a absurdos como el de “Profesor Rodríguez Moñino. Profesor”, u “Obispo tal. Obispo”, lo que no hace más que sumar una ignorancia a otra.
Creo que los cacereños que viven en el Polígono Isabel de Moctezuma saben ya quién era esa princesa mexicana y la vinculación que con Cáceres tenía. Como saben quienes eran otros muchos personajes históricos de la conquista americana, aunque de momento les haya extrañado su nombre.
Por todo lo dicho, creo que nuestro Ayuntamiento acierta poniendo nombres que, aunque no sean populares hoy en día en Cáceres, lo van a ser en el futuro. Los vecinos de las calles o plazas nominadas, aparte de acostumbrarse a ellos, van a preguntar e indagar quién era la persona que dio nombre a su calle.
Esto pasó, por ejemplo, con la avenida de “La Roche-sur-Yon”. Cuando se puso allí la lápida, a los vecinos les sonaba a raro el nombre, pero ahora todos saben que es el nombre de una ciudad francesa que se ha hermanado con la nuestra. Lo mismo va a pasar con el nombre de Ferdinand de Montlahuc, puesto a una de nuestras plazas. Él fue uno de los artífices de esa hermandad entre las dos ciudades y, aunque no es popularmente conocido en Cáceres, fue un gran amante de nuestra ciudad y de sus cosas. Por ello y para esos vecinos, lo decimos: como artífice de ese hermanamiento, bien merece  Ferdinand de Montlahuc tener una bella plaza en Cáceres.
Diario HOY, 27 de septiembre de 1987

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