A nuestros políticos, a todos los niveles, se les puede llenar la boca
diciendo que hay que invertir en investigación y tecnología, porque el futuro
va a ir por esos derroteros y este país (España, claro) no puede seguir pagando
“royalties” por todo e importando científicos, cuando aquí pueden formarse. La
cosa no es sencilla y como en esos mundos de la tecnología hay también
tiburones, a veces nos suelen dar gato por liebre, como sucedió con la fábrica
de ordenadores y alguna otra industria similar. Pero pienso que ello no debe
desilusionarnos, sino ilusionarnos en el sentido de que, como dicen los
refranes castellanos, “tropezando se
aprende” y “el que no se aventura no
pasa la mar”. Lo malo de esos tropezones sería que nos convirtieran en
recelosos y escépticos, mismamente como “el
gato escaldado que huye del agua fría” (para seguir con los refranes) y que
estos políticos encargados de la gestión hubieran perdido la esperanza de sacarnos
del hoyo en que está Extremadura.
Y es que se nos puede dar el caso de que por nuestra puerta pase la
ocasión y la desperdiciemos, por esas malas experiencias vividas en un pasado
más o menos remoto.
Yo pienso que una de esas ocasiones, que suelen darse una vez en la
vida de cada ciudad y región, es la que se está viviendo en Cáceres con el
primer paso dado para la creación de un Centro de Microcirugía, que será de
momento —y caso de contar con el apoyo de estas “escaldadas” autoridades– el primero que se cree en España de
este tipo, en el que, por si pudiera dudarse de ello, están estos días los
microcirujanos más prestigiosos del mundo. Pienso yo que Manuel Veiga,
presidente de la Diputación, es un político con verdadero olfato y creo que en
esta ocasión no se ha equivocado al no regatear ayudas.
Diario HOY, 16 de septiembre de 1987
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