viernes, 2 de marzo de 2018

Las palomas municipales


La concejal de jardines, María Fernanda Sánchez Franco, con esa intuición femenina que sin duda hace falta en nuestras corporaciones, casi siempre formadas por hombres solamente, está pensando, no sólo en mejorar los jardines, sino en que haya palomas en las calles de Cáceres. Si no tantas como en la plaza de San Marcos en Venecia, sí al menos algunas para que su vuelo y arrullos vuelvan a oírse por nuestra vieja ciudad. Sobre todo por las zonas históricas, que son las que han logrado conservar el silencio.
La idea es bonita y muy femenina, porque las viejas ciudades históricas han conservado siempre grandes bandos de palomas que realzan el encanto de sus monumentos, aunque ensucien sus estatuas como sucede en Roma, y haya que gastar lo suyo en limpiarlas. Según nos explicaba la concejal, el palomar sería municipal, como lo fue otras veces, corriendo con el gasto de la alimentación de estas aves el Ayuntamiento; estaría en la torre de Peña Redonda. Tiene el temor de que, al haber palomares particulares en los que existen lo que suelen llamarse palomos ladrones, el gasto se hiciera para engrosar palomares ajenos.
Lo que sí hemos recordado a la concejal, es que en tiempos anteriores a la Guerra Civil, el Ayuntamiento mantenía un palomar, en el lugar donde ahora está el reloj municipal y nuestras calles y plazas estaban inundadas de dóciles palomas de todas clases, que hasta comían en las manos de los cacereños de aquél entonces. No eran extrañas estas aves y se las respetaba por parte de todos. Pasada la guerra, llegaron los años difíciles del hambre y las palomas fueron desapareciendo poco a poco, con lo que cumplieron la finalidad social de servir de bocado a los hambrientos cacereños de los años cuarenta, muchos de los cuales murieron por falta de alimentos.
Diario HOY, 25 de septiembre de 1987

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