Por algo se ha comenzado, no digo que a arreglar la calle, pero sí a
intentar volverla a la normalidad, en cuanto a convivencia se refiere. La
Policía Municipal denunció a 22 establecimientos de las zonas de La Madrila y
la Plaza Mayor cuyos clientes bebían en la calle, produciendo el consiguiente
ruido y las molestias lógicas al vecindario. Nuestra curiosidad radica ahora en
ver qué harán las autoridades, que tienen “mando”
y atribuciones para sancionar, con esos 22 nombres. Porque denuncias continuas
durante cuatro años, ha venido haciendo la Policía Municipal, sin que pasara
nada y seguros estamos que los propietarios de esos 22 establecimientos están
tan tranquilitos esperando que esas autoridades hagan lo que han hecho siempre.
O algo más chusco aún, al saber que se trata de 22 establecimiento, mirarse uno
a otro (que pudieran ser gobernador y alcalde) y comenzar a tocar palmas
diciendo: “¡veintidós, veintidós,
veintidós…!”, como hacen exactamente “El
Pulga” y “El Linterna”, del “Dúo Sacapuntas”, en “Un, dos, tres”.
No creo que esto suceda, porque pienso que estas cosas hay que
comenzar a tomarlas en serio, como a nivel nacional se van a tomar los excesos
de velocidad y las infracciones en la carretera. Es más, creo que hay
sugerencias y proposiciones que no debiéramos echar en saco roto. Una de ellas,
la del concejal Miguel Rubio, en el pleno municipal de Cáceres, pidiendo que se
elabore una ordenanza sobre contaminación por ruido, como ya existe en algunas
otras ciudades de Europa. Yo pienso que ésta es una de las contaminaciones más
peligrosas de las que padecemos y a la que nuestros ecologistas, ni nuestras
autoridades están haciendo caso alguno. No es sólo el peligro de que estamos
creando una humanidad más sorda, por defensa natural del oído, sino más
desequilibrada mentalmente. El ruido es también una basura, de la que alguien
debe preocuparse… aunque tenemos tantas.
Diario HOY, 13 de septiembre de 1987
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