martes, 6 de marzo de 2018

Llanto por un colegio


(Incluida en el libro “Ventanas a la Ciudad”)
El Colegio de “La Inmaculada”, hogar-residencia que regían y rigen unas monjas ejemplares por cuyas maternales y amorosas manos han pasado generaciones y generaciones de niñas y niños que hoy las tienen como casi su única familia, va a desaparecer. Ya lo acordó ayer la Diputación Provincial, que es la que lo mantenía, y la casa de Los Perero, palacio de la ciudad monumental que ahora alberga a este colegio y a la comunidad que lo rige, va a quedar vacío para que la Diputación lo dedique a otros menesteres no decididos aún.
La Inmaculada” va a perder hasta el nombre aunque las personas que allí residen pasarán a engrosar el Hogar Infantil “Julián Murillo”, con instalaciones sin duda más modernas y capaces que el viejo palacio de la ciudad monumental, pero no sé yo si tan entrañables.
Posiblemente la vida actual va por otros derroteros y todo lo que no pueda medirse o pesarse, como puede ser el afecto de una comunidad religiosa o el amor vocacional al servicio de Dios y del prójimo, son cosas que resbalan. Es más fácil de controlar y nos pone menos nerviosos el que los trabajadores fichen a la entrada y a la salida y no anden mezclando afectos o vocaciones religiosas con labores puramente técnicas y profesionales.
Ya se dio el caso, casi igual, con las monjas que en tiempo pasado rigieron algunas de las atenciones del Hospital y que terminaron marchando, no sé si con el agradecimiento de los servicios prestados, reflejado en algún papel de oficio. Yo no sé si las hermanas de la Inmaculada, las que rigieron aquello, se van o no con pena, ni si alguien les ha pedido su opinión. Pero la mía, que doy sin que nadie me la pida, es que merecen al menos algo más que un oficio agradeciéndoles sus servicios.
Diario HOY, 31 de octubre de 1987

1 comentario:

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.