Con la psicosis de expropiaciones que se ha despertado, después de que
la Junta de Extremadura iniciara los
expedientes de expropiación de varias dehesas, sobre todo los de la finca “Valero”, no parece sino que el problema
más importante que tenemos en Extremadura sea el de la expropiación de fincas a
los pudientes, las exploten bien o mal, A mí, la sensación que me da todo esto,
es la de que se ha despertado un deseo de acoso y derribo a los ricos, por
simple hecho de serlo, sin que las fincas expropiadas sean más que el pretexto
para ejercer ese deseo, sin importar si la expropiación va a repercutir en
mejoras para el pueblo.
Como da la casualidad de que cada cual interpreta las cosas a su
manera, han comenzado a surgir otros “Valeros”,
y hasta otras insinuaciones al presidente de la Junta, Juan Carlos Rodríguez
Ibarra, para que expropie esto o aquello. Sin ir más lejos, un concejal
cacereño de Extremadura Unida sugiere a la Junta que lo que debe expropiar no
son fincas de rentabilidad más o menos dudosa, sino todas las centrales
eléctricas de Extremadura, nucleares o hidroeléctricas, cuya rentabilidad está
asegurada. Por su parte, el alcalde de Villanueva del Fresno, como diablo
tentador, insinúa a la Junta que en su territorio hay fincas de la duquesa de
Alba, que esas sí que son un bocado apetecible para una expropiación sonada, y
pone como ejemplo el que ellos han iniciado el trámite de expropiación de un
solar, a tan caracterizados propietarios.
A mí todo esto, lo digo con toda sinceridad, me parece un capítulo del
serial titulado: “Los ricos también
lloran”, que nos ha estado sirviendo nuestra televisión cada mañana, en el
que quieren involucrar a Rodríguez Ibarra y a la Junta. Si las razones de estas
expropiaciones tienen un fondo de razón y justicia, háganse; pero si sólo
tienen las razones romancescas del bandido generoso, es mejor dedicarse a cosas
más serias.
Diario HOY, 10 de octubre de 1987
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