(Incluida en el libro “Ventanas a la Ciudad”)
El asunto de la cantera “La
Labradora” y del vecindario del barrio de La Abundancia, ni se ha solucionado ni se solucionará de
manera fácil. Para los vecinos no hay duda de que el deterioro que producen en
sus casas, las grietas que surgen tras de cada explosión y el polvo continuo
que les invade todos los enseres, proceden de la cantera y de su trabajo que, a
juicio de ellos, debería hacerse más lejos de sus viviendas al menos por la
peligrosidad que entraña. Pero los dueños de la cantera se defienden con
informes técnicos porque el cierre de ellas les traería, a ellos y a los que
allí trabajan, un perjuicio económico que hay que atajar a toda costa.
El asunto de las canteras, al ser industrias en las que se mueve
dinero y mucho, es un hueso duro de roer y prueba de ello tiene el propio
Ayuntamiento de Cáceres que, tras cuatro años de discusiones con los
propietarios de esta cantera, están como estaban al principio. No ha servido en
este caso aducir que nos están variando el paisaje y que lo que hoy es el Cerro
de Cabezarrubia, si la cantera sigue adelante quedará convertido en un llano.
El hecho, y yo lo confieso, es que no veo solución porque la extracción
de áridos para la construcción, para los fabricantes de mosaicos, etcétera,
tiene que continuar porque todas esas industrias que dependen de una cantera no
pueden cerrar. Me dicen que en el extranjero —que es donde ocurren siempre las
cosas bonitas— se obliga a los que explotan canteras a ir cerrando lo que han
abierto y hasta a plantar árboles para quedar el paisaje como estaba,
rellenando con otros escombros lo que se han ido comiendo. Esto es costoso,
pero dicen que así lo hacen por ley, lo que pasa es que aquí nos faltan leyes
de este tipo. Por ello me temo que la pelota seguirá mucho tiempo en el tejado.
Diario HOY, 25 de agosto de 1987
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