En una de sus disposiciones, el Fuero de Cáceres, que data nada menos
que del siglo XIII y que fue la ley por la que se rigió nuestra ciudad hasta
hace escasamente dos siglos, se dice, poco más o menos, que al que se le
sorprendiese robando una colmena se la cortaría la mano derecha.
Hoy día, estas penas nos parecen monstruosas, pero en aquel entonces
que los hombres tenían que agarrarse a lo práctico, de no haberlo decretado así
y aún de no haber puesto el castigo como modelo ejemplar, no hubiera quedado ni
una colmena por aquellos campos, en los que no podía haber una vigilancia constante
y en los que los hombres andaban continuamente en guerra sin poderse ocupar de
vigilar sus industrias.
Miel y cera
Otra cosa nos indica esa disposición foral cacereña y es que aquí
siempre hubo industria de miel y cera y, por tanto, de explotación de colmenas,
con lo que la tradición apícola cacereña de esta industria, si se quiere
artesanal, tiene un montón de siglos de existencia.
Digo esto pensando que los aciertos de nuestros políticos y
administradores actuales pueden estar en promocionar las industrias que nos
fueron tradicionales, mediante las
modernizaciones oportunas, mejor que promocionando otras industrias extrañas
para las que no tenemos ni disposición ni tradición, con lo que nos pueden
engañar como a chinos (véase por ejemplo lo de “Eurohard” y algún otro caso).
La lógica del Plan
Ello quiere decir que, a mi modo de ver, lo de meternos con un Plan
Regional Apícola promocionando algo que secularmente conocemos, me parece mucho
mejor y más lógico que meternos a hacer ordenadores o submarinos atómicos.
Nuestra economía tiene que revivir sumando lo que nos parecen pequeñas y
artesanales industrias, pero que conocemos, aunque sólo sea por aquello de: “Mejor pájaro en mano que ciento volando.”
Diario HOY, 12 de agosto de 1987
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