Cuando las gentes, los
colectivos sanitarios y aún la propia UGT, se cansaron de pedir la dimisión de
Antonio Mancha sin conseguir que se fuera, cuanto todo el mundo se había
convencido de que a Mancha no había quien lo moviera de su cargo de director
provincial del INSALUD y, cansados, habían desistido de pedir su cabeza,
cuando, finalmente, nadie se acuerda ya de Mancha, es cuando le llega el cese o
traslado voluntario o no, que esto no importa tanto. No sabemos si Mancha ha
cumplido ya con las órdenes que le dieron al llegar al cargo y, consumada la
labor de reforma o “deforma” (como
algunos dicen), le han agradecido los servicios prestados, o se lo llevan de
pararrayo en expectación de destino para cualquier otra acción de reforma a
contrapelo que se le presente, porque Mancha, según algunos, es un “camicace” del PSOE. Yo más bien le llamé
a el, y a algunos otros, en esta misma sección “hombres pararrayos”, ya que están para recibir las descargas
eléctricas contundentes y, si llega el caso, quemarse ellos y no el partido o
el superior que allí los puso.
Salvando las diferencias,
Mancha en lo provincial y sanitario, era lo que Calviño en lo nacional y
televisivo. A ambos, desde casi el principio de sus respectivas gestiones, al
decir de muchos, les “olía la cabeza a
pólvora”, pero debieron acostumbrarse a este perfume y lo utilizaron como
loción capilar sin importarles mucho.
Mancha al fin se va y alguno
de los que pedían su cabeza nos ha dicho aquello de: “enemigo que huye, puente de plata”, pero casi con tristeza de que
se vaya por lo de “vale más lo malo
conocido…” y porque uno se acostumbra a todo.
Calviño se queda aún, Mancha
se marcha y hay que decir que hemos de agradecerle la serie de noticias que nos
proporcionó en toda su gestión.
Diario
HOY, 12 de abril de 1986
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