Desde que en el siglo pasado
Mariano José de Larra escribiera su famoso artículo titulado “Vuelva usted mañana” no hemos progresado
gran cosa en eso de aligerar la burocracia. Es más, yo estoy por pensar y decir
que la hemos ido complicando más de lo que nunca pudo ni imaginar el propio
Larra y estoy por afirmar que el pistoletazo con que se quitó la vida se lo
hubiera dado antes si, a la burocracia central, que él criticaba, se hubiera
unido en su época la burocracia autonómica que nosotros venimos padeciendo.
Exageración y broma aparte,
lo que sí tenemos que afirmar es que las autonomías, que surgieron con el signo
de evitar la burocracia de Madrid, han venido a complicar más las cosas y a
echar una albarda sobre otra en detrimento del ciudadano que en el mejor de los
casos se aguanta por mucho Defensor del Pueblo que haya y que, piensa, estará ocupado
en cosas mayores, sin poder ocuparse de estas pequeñas puñeterías. Pero no son
tan pequeñas; hace unos días, en la sección de “Cartas a HOY”, un estudiante nos contaba el caso de que para sacar
un permiso de armas y dado que estudia en Cáceres, aunque su residencia
habitual es Badajoz, fue al Centro Oficial Médico de Cáceres, donde pagó las
3.200 pesetas que cuesta el certificado y cuando lo adjuntó, la Guardia Civil
le dijo que el certificado tenía que ser extendido en su provincia, y que éste
no valía.
Oiga, ¿es que estos centros
oficiales no sirven al menos para el territorio regional?, ¿o que los médicos
de una provincia son menos médicos que los de otra?. Bien, pues este caso es diario
y a todos los niveles. Un industrial de Cáceres que piensa montar un
restaurante para estudiantes se nos quejaba ayer amargamente porque tras pedir
préstamos, cuyos intereses corren, puede destriparle la operación que tenía
calculada al milímetro, la parsimonia de unos funcionarios intermedios que
tienen que tramitarle no sé qué permiso, que está concedido de antemano, pero
que ellos tienen que plasmar en un papel con pólizas y lo harán cuando les
venga en gana, teniéndoles al fresco el que este contribuyente se arruine
esperando ese certificado.
Como ven, una chinita aquí,
al mecanismo burocrático y otra allá, pueden enfriar los buenos deseos de
cualquiera. En fin, que no hay enemigo pequeño y la burocracia cada día nos
crea más.
Diario
HOY, 6 de mayo de 1986
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