Hay aspectos cotidianos, del
devenir de todos los días, en los que la teoría no se corresponde con la
práctica. Dicho de otro modo: hay una indefensión en la práctica, de cosas que
en la teoría estamos perfectamente defendidos. Para explicarlo más claramente
voy a recurrir a dos casos sucedidos aquí, alguno de ellos conocido con lo que
el lector podrá darse cuenta de lo que quiero decir.
A una persona, cuyo nombre no
viene al caso, le colgaron del balcón del piso de su propiedad, sin solicitarle
permiso de ningún tipo, un cartel luminoso. Protestó en la comunidad de vecinos
a la que pertenecen él y “el colgante”
del cartel, y no le valió nada, ya que en reunión celebrada, el que le colgó el
cartel se negó en redondo a quitarlo y allí sigue, puesto que la única solución
era llevar el asunto al Juzgado, pero el dueño del balcón echó cuentas de lo
que le costarían abogados, procuradores, etc. y, aunque chinchado, prefirió que
el fresco del cartel se saliera con las suyas. Como ven, teóricamente el dueño
del balcón está defendido del ataque de cualquier desahogado, pero
prácticamente el desahogado se salió con
las suyas.
Ahora, el segundo. Ustedes
conocen de sobra el caso del señor Aterido, que prestó a la Institución
Cultural “El Brocense” un cuadro de su propiedad, que esta Institución le ha
estropeado, habiendo sido infructuosas cuantas gestiones ha hecho para que le
subsanen el daño, aun a pesar de tener en su poder un recibo de haber prestado
el cuadro. El director de la entidad, Romano García, se ha negado en redondo a
oír hablar del asunto y el perjudicado, Emilio Aterido, tras consultar a un
abogado nos decía: “Me queda la acción
judicial, pero para utilizar un abogado y un procurador tengo que desembolsar
unas 200.000 pesetas de momento. Habrá otros gastos, que habrá que hacer, y en
el mejor de los casos me darán la razón valorando el cuadro en doscientas o
trescientas mil pesetas, o aún más, pero yo habré tenido que gastar tanto o más
dinero que lo que lo que vale el cuadro, para reclamar una cosa que me ha
estropeado otro que se queda tan tranquilo.”
Diario
HOY, 11 de abril de 1986
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