Desde luego, nosotros, en la cosa del tren, tenemos el santo de
espaldas. No se trata de recordar viejas heridas, de supresión de trenes y
olvidos de líneas que nosotros creíamos vitales para todos, como eran las de
Plasencia hacia el norte, y luego no son vitales más que para nosotros. No, no
se trata de que aquí, en nuestra tierra, tengamos trenes y líneas inacabadas
como la sinfonía de Schubert, cual esa de Guadalupe, con sus estaciones y vías,
pero que no funcionó nunca. Lo que se trata es que aquí, en la cuestión del
tren, tenemos la suerte en contra cuando menos piensa uno, cuando se trata de
un viaje de promoción turística, es que la máquina se averíe y tengan que pasar
tres hora de espera los periodistas
invitados al acto y las gentes que les acompañaban.
Mal principio, o lo que dice el pueblo; “al primer tapón, zurrapa”. Pero no queda ahí la cosa, ya que una vez
llegados a la estación de Cáceres, el grupo de invitados se acercó al autobús
que les esperaba para ser trasladados a San Francisco, el autobús dijo que
tampoco funcionaba y los invitados tuvieron que esperar otra media hora a que
les enviaran otro.
Ciertamente, no hubo suerte en el viaje inaugural y no se les puede
pedir a los periodistas que padecieron el viaje que hablen bien del tren, como
hizo el director general de Turismo de la Junta. Que hablen bien de los demás,
pero del tren que llegó con retraso y del autobús que no funcionó, no pueden
decir más que lo que sucedió, que es lo que sucede casi todos los días.
Diario HOY, 16 de septiembre de 1986
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