No hay nada mejor como ocupar un cargo público para darse cuenta de
las limitaciones que en muchos casos tiene la soñada gestión, vista desde
fuera, creo que éste es el fenómeno que vienen sufriendo, a diferentes escalas,
muchos de los que ahora detentan poder, sin que lo que digo tenga que ver con
la ideología (que en el caso actual suele ser socialista) de los que suelen
sufrir esta experiencia, y esta decepción.
He conocido muchos ayuntamientos y muchas corporaciones locales y
provinciales, y siempre suele darse el fenómeno de la ilusión de los que
llegan, por primera vez, al cargo. Van llenos de buena fe, de ilusión en hacer
algo, en arreglar el mundo, y luego se dan cuenta de la limitación que a su
cargo imponen las burocracias y los presupuestos de cada momento. Ello, aparte de que los
funcionarios suelen ver al gestor político como el “eventual”, considerándose ellos los “fijos” y no siempre se entienden bien unos y otros. Eso pasaba en
la época de Franco y eso sucede ahora, y seguirá sucediendo aunque gobernaran
los comunistas, porque la “diosa” de
ellos también es la burocracia y el presupuesto.
Viene todo esto a cuento de la decepción que se está llevando ese
joven e ilusionado concejal que es Pepe Alvarado, al que se nombró no hace
mucho delegado de Festejos. Él trazó la feria que le ilusionaba, la que podía
ilusionar a jóvenes como él, sin fijarse mucho en esas limitaciones de los presupuestos,
que parecen trasnochadas, pero que están ahí, y trazó la feria ideal, pero se
pasó en unos millones y el “dios”
presupuesto y la burocracia, con su rodillo rompe ilusiones (no la oposición),
fue la que le hizo polvo ese programa imaginado de feria, que yo hubiera
querido ver realizado, porque lo que se hace con la ilusión con que Alvarado
trazó el suyo suele salir bien.
Diario HOY, 22 de septiembre de 1986
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