Hoy es el día de la Patrona,
Nuestra Señora de la Montaña, imagen a la que tienen devoción todos los
cacereños, aparte del credo político que profesen.
A lo largo de más de un siglo
de devoción, a esta imagen se han registrado infinidad de anécdotas que
atestiguan que en ese amor a la Madre de la Montaña no ha habido distinción de
ideales, credos, ni situaciones sociales. Todos los cacereños estamos de
acuerdo en la reverencia y devoción a esa imagen de la Patrona, aunque alguno
confiesa “no creer en los curas”. Ya
conté cómo en los tiempos difíciles de la República, cuando se prohibieron las
procesiones, para celebrar la de esta Virgen se le extendió un carnet del
partido socialista, con lo que la procesión se convirtió en la “manifestación con una camarada”.
Pero eso aparte, hemos de
registrar que este año, más que nunca, la visita diaria a la Virgen, mientras
ha permanecido en la Concatedral, ha registrado el lleno total de una cita
diaria y multitudinaria que convertía las calles de ida a la Concatedral en un
hormiguero humano. Es curioso contrastar un fenómeno que se dio los primeros
años de la democracia, que fue que —aparentemente— la devoción decayó algo en
cuanto a la asistencia a la “visita”
y las novenas. Había esas dudas de si, siendo de izquierdas, se vería bien el
que se fuera a la visita tradicional de la Patrona. Eran las mismas dudas que
muchos creyentes de la izquierda (o recién llegados a ella) tenían en lo de
asistir o no a la misa. Se pensaba que esto podría tildarles de menos
demócratas y hasta podría suponerles una llamada de atención de su partido del
que a lo mejor tenían carnet reciente. Afortunadamente estos miedos pasaron y
ahora se entiende que la devoción religiosa, o el amor a la Virgen de la
Montaña, es una cosa, y la filiación política otra. En fin, un signo de madurez
que conviene se señale.
Diario
HOY, 4 de mayo de 1986
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