Tengo que empezar diciendo
que me cae muy bien el concejal Alfonso Ambrosio al que considero un hombre
inteligente en sumo grado y con un profundo sentido del humor, que ha
demostrado en muchas de sus jocosísimas intervenciones en los plenos
municipales, pero creo que en esto del mal llamado “tráfico de influencias” (mal llamado porque es un eufemismo para
disfrazar lo que en privado se llama de otro modo), se ha pasado de listo o
bien le han cargado “un muerto” que
él no esperaba que le cargaran.
Sucedió que, según creo, el
primero que dijo que había irregularidades administrativas en algunos
departamentos y por parte de algunos funcionarios municipales fue él. El
alcalde lo que hizo fue creerlas y bautizarlas, para quitarles hierro, con el
nombre de “tráfico de influencias” y
encomendar al denunciante que le hiciera un informe de todo ello, pero pata
llevarlo al pleno, con lo que Alfonso Ambrosio se encontró entre la espada y la
pared y en la tesitura de tirar del todo de la manta, si es que realmente
debajo de la manta había algo que ocultar, y si es que era capaz de demostrar
con pruebas lo que simplemente era una sospecha.
Ambrosio o no ha encontrado
las pruebas o está arrepentido de haber sacado la lengua a paseo, aunque
sospecho que lo cierto y verdad es que le ha repugnado desde el primer momento
comprometerse en unos informes al pleno, y los ha ido retrasando, como Dios le
daba a entender, aunque el viernes no tuvo más remedio que dar, aunque fuera de
memoria, esos informes en los que acabó “cantando
la gallina” y confesando que “no
había podido reunir pruebas contra las supuestas irregularidades y sospechas”,
pero seguía “sospechando” que algo
debía haber. Yo no sé si mi buen amigo Alfonso Ambrosio ha aprendido la lección,
que es la misma que la de la espada, pero referida en este caso a los rumores,
a las sospechas, a lo que en general se llama lengua, “no sacarla sinrazón, ni envainarla sin honor”, porque hasta ahora
sólo ha habido una “sacadura” sin razón
si él no demuestra otra cosa.
Diario
HOY, 16 de abril de 1986
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