Se extraña el concejal delegado de Consumo, Emilio Vázquez Navedo, de
que nadie haya ido a denunciar a la OMIC (Oficina Municipal de Información al
Consumidor) los casos de intoxicación por alimentación ocurridos últimamente en
unas bodas. Igual extrañeza nos mostraba el presidente de ADUCA (Asociación de
Usuarios y Consumidores), Manuel Cupido, que nos decía que en la sede de dicha
asociación sólo había habido una consulta que luego no se materializó en
denuncia. El primero nos lo decía francamente molesto, agregando: “Pues si no hay denuncias, la OMIC ignorará
lo ocurrido, porque nosotros no trabajamos de oficio”.
A mi modo de ver, tras de cuarenta años de desatenciones con el
consumidor, a pesar de que había unos organismos —llamados de otro modo— que
decían defenderle y no le defendían, aunque montaban la comedia. Tras de la
aprobación de un código alimentario que nadie aplica y que, aun estando en
vigor ha habido envenenamientos de todo tipo, harán falta al menos otros
cuarenta años de trabajo anónimo y eficaz de estos organismos para que los
consumidores comiencen a creer en ellos. En España siempre ha habido picaresca
alrededor del consumo y su defensa, y el español de a pie no va a creer a hora
que todo ello se ha quitado de golpe y porrazo. Primero habrá que demostrarlo y
luego pedir la fe del consumidor. Un ejemplo local podría ser el de la
promoción de turismo, que es también una forma de consumo. Si a los pocos
turistas que vienen a Cáceres les robamos el coche, les asaltamos en la ciudad
monumental, les intoxicamos en los restaurantes, les robamos en los precios y
cuando protestan lo más que les decimos es que se queden en su tierra… ustedes
me dirán quién viene a esta tierra de pícaros, de no traer consigo, para su
defensa, el famoso “Séptimo de Caballería”.
Diario HOY, 29 de agosto de 1986
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.