miércoles, 31 de enero de 2018

La habilidad profesional


Uno tiene que quitarse el sombrero ante las habilidades de los demás, aunque sean ladrones. Lo que uno no entiende es la “chapuza” en cualquier profesión y ahora parece que es la “chapuza” lo que se usa en todas o casi todas. Nadie se preocupa por el trabajo bien hecho, que requiere unas dotes de habilidad y psicología. Ahora hay mucho chapucero del robo, y hablo de Cáceres que se está convirtiendo en un paraíso de los maleantes, pero por regla general de los “chapuceros” esos que roban un bolso y salen corriendo, o que a lo que más llegan es a dar el “tirón” desde una moto, para correr mejor; de esos otros, cuya única habilidad es romper un escaparate de un ladrillazo, tomar las cuatro cosas que allí hay y salir corriendo, chapuceros y “chorizos” consumados que no aportan cerebro ni arte a su profesión, sino sólo brutalidad y piernas para correr. No encomiamos el robo, pero puestos a hacerlo, admiramos más al carterista fino que roba la cartera sin hacer año alguno al “cliente”, y aun sin que éste lo note, que al navajero intimidador que por pura fuerza de navaja (o pistola) arrebata lo que no es suyo, sin esa “firma artística” del otro.
Viene esto a cuento, porque estos días ha operado en Cáceres una habilísima banda, utilizando el clásico y manido timo de “la estampita”. Uno no se explica cómo con un timo que todos conocen, todavía se pueda engañar a la gente, y no tiene más remedio que quitarse el sombrero ante las dotes psicológicas que estos timadores que, sabiendo tocar los resortes de la avaricia ajena han logrado engañar a dos mujeres una en cada ocasión, hipnotizándolas hasta el punto de hacerlas ir a sacar dinero de sus cartillas bancarias y darles sus joyas a cambio de lo que ellas creían una fortuna y luego eran recortes de periódico. Yo no sé en estos casos quién tiene más delito, si el timado o el timador que sólo ha sabido explotar, con habilidad, la ambición ajena.
Diario HOY, 31 de octubre de 1986

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