Yo no sé si los extremeños en general, y los cacereños en particular,
somos un poco el “gato escaldado que huye
del agua fría”, en cuanto a lo de la industrialización y sus “paraísos” se refiere. Ahora, los vecinos
de Aldeanueva del Camino, temen que una industria que allí se ha instalado, a
la que han prestado su dinero y hasta le han proporcionado locales, en espera
de la creación a cambio de algunos puestos de trabajo, pueda ser un fraude.
En la capital ha habido ya, a lo largo de los años, varias cosas de
este tipo: que si de transformación de granitos; que si exportación de fresas o
tomates; que si de fabricación de ordenadores, o de “paté” de ocas; en fin, ha
habido una serie de ilusiones que se han venido abajo, o bien por ser un timo
industrial, o porque sus promotores se equivocaron, que ello ha dado lugar a
que nos convirtamos en el gato del refrán que huye de los promotores que le
ofrecen duros a cuatro pesetas, aunque en algunos casos —pocos— pudieran ser
ciertos esos malabarismos.
Ya saben ustedes que los timos se dan, por la apetencia de dinero que
el timador tiene, que le lleva a creer en el cuento que los timadores ponen
ante su vista. Con nuestros deseos de industrialización y soluciones para los
pueblos, hay una apetencia igual que manipulan esos otros timadores
industriales —que los hay— y que nos pintan nuestro futuro de color de rosas,
para llevarse los “cuartos” de las
ayudas, subvenciones y buena voluntad del pueblo timado.
Lo que yo pienso es que en Extremadura en general y en Cáceres en
particular, hemos sido objeto de suficientes timos industriales como para que
alguien (yo no sabría decir quién), se ocupara de hilar más estrecho en todo
esto y pedir más garantías a los que vienen a redimirnos industrialmente y luego
sólo vienen a llevarse los pocos “cuartos”
con que contamos.
Diario HOY, 2 de septiembre de 1986
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