Con esto de las saetas cacereñas nos
comienza a pasar como nos pasó con el habla “castúa” que, por un acomplejamiento fuera de lugar, terminamos
perdiéndola por imitar a otros. Me explicaré para que ustedes lo entiendan. En
cuanto al habla, cuando se conservaba el habla castúa en nuestros pueblos, no
era que nosotros habláramos mal, sino que hablábamos distinto, porque nuestro
habla no derivaba del castellano, sino del astur-leonés o si ustedes quieren,
del bable, que es lo que se habla en las montañas de Asturias, pero todo ello
mezclado con otras lenguas de aluvión, en las que habría restos del latín,
árabe, portugués, etc. Lo que no hablábamos era castellano. Para ponerles un
ejemplo les diré que cuando un paleto de Garrovillas decía que venía a Cázris,
lo decía más correctamente que si hubiera dicho Cáceres,. Porque el nombre de
nuestra ciudad que deriva del latino Castri, lo transformaron los árabes en “Qazris” y los antiguos extremeños en
Cázris, como algunos lo siguen diciendo, más concretamente —en lo que a
orígenes se refiere— que cuando dicen Cáceres.
Esto mismo nos ha pasado con nuestra
vieja saeta, canto-oración mucho más antiguo que las saetas sevillanas que es
una transformación preciosista de viejos cantos populares que, a modo de
oración, decía el pueblo. Sólo hay una saeta andaluza que se parezca a la
nuestra, que es la antiquísima saeta del pueblo de Marchena, que como la saeta
cacereña, el pueblo sigue cantando sin adorno y, lógicamente, sin
acompañamiento de guitarra como se cantan algunas de las saetas actuales
andaluzas, que son cantes más bonitos al oído, pero sin la tradición antigua de
los otros.
Aquí nuestra saeta comenzó a ser
sustituida por las saetas andaluzas, que suenan mejor al oído, pero que son
otra cosa. Muchos cantaores de nuestras viejas saetas se acomplejaron y, o
aprendieron a cantar las andaluzas o dejaron la vieja tradición de cantar la
nuestra. Solamente una mujer, Teresa “La
Navera”, siguió impertérrita con el viejo canto y la tradición.
Diario
HOY, 3 de abril de 1986
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