Yo no sé si hay alguna ordenanza que sancione la ocupación abusiva de
la vía pública, pero si no la hay debería haberla y, si la hay, debe aplicarse,
porque ahora no se aplica en absoluto. Lo que voy a decir sobre esto no lo voy
a decir por “fastidiar”, sino más
bien en defensa propia y de los convecinos que, como yo, patean mucho la calle
y padecen los abandonos oficiales a constructores de acerados y calzadas en los
que uno puede romperse la crisma en cada momento. Pequeñas cosas que atentan
contra los tobillos y la integridad de cuantos patean la calle, hay muchas,
pero sólo voy a referirme a algunos abusos que llevan años atentando contra la
integridad de los vecinos, sin que nadie se ocupe de hacer nada más que de
poner el cartel, que ya produce risa, de: “Perdone
las molestias”.
Vamos con algunos puntos, que más que puntos son lagunas insalvables.
La ocupación de la vía pública, que la constructora de la obra que se
realiza en la Avenida de España, en los impares (exactamente por encima del
cine Coliseum), es intolerable, porque el acerado ya no existe, puesto que se
lo ha ido comiendo con andamios y artilugios, a los que últimamente han
agregado montones de arena, máquinas, que en vez de cargar y descargar dentro
de la obra lo hacen fuera en los espacios públicos, y el pasar por allí es
jugarse el tipo, porque en el estrechísimo espacio que queda, hay baches,
muñones de árboles cortados, alcorques de otros que desaparecieron, y una
parada de taxis que parece se estrechan al acerado para impedir más el paso de
los peatones. Aquello lleva años y años siendo el responsable de muchas piernas
rotas, y nadie se ocupa de decir a la constructora que tiene que realizar un
paso seguro y no ser un peligro para todos.
Otra muestra de ocupación abusiva de acerado y calzada la viene dando
la constructora de la obra del célebre tubo, que no sólo ha cerrado al tráfico
rodado la calle Soledad, sino que ha puesto sus hormigoneras, grava y arenas de
tal modo que tampoco pueden pasar los peatones sin jugársela, porque lo ocupa
todo sin que nadie le señale que el peatón tiene sus derechos.
Diario HOY, 4 de octubre de 1986
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