Una y otra vez vuelve a
aflorar eso que sienta tan mal a los industriales hoteleros establecidos, pero
que entraña una realidad como un puño, cual es la falta de alojamientos en
nuestra ciudad. Cada cual tiene su negocio y cada cual sabe llevarlo a su aire,
por lo que, líbreme Dios, de decir que lo hacen mal los hoteleros establecidos.
Es más, estoy por concederles que hasta hacen bien defendiendo sus negocios y
tratando de que no aumente la competencia, porque es más cómodo para ellos el
ser los únicos y llenar de clientes sus establecimientos lo más cómodamente
posible. Pero para el posible cliente la competencia es buena, porque de ella
viene la selección y porque de una abundancia de plazas hoteleras vendrá la
sección por calidad y muchos establecimientos que hoy día subsisten sin
comodidad ninguna para el cliente, tendrían que reformarse para darla.
Viene todo ello a cuento de
que se celebrará en Cáceres el VI Simposio Iberoamericano de Lengua y Literatura,
que concentrará aquí a unos 600 participantes, y los organizadores han tenido
que rechazar a más que hubieran venido, pero el lograr esas 600 plazas durante
el tiempo que dura el simposio ha sido ya un verdadero triunfo.
No es la primera vez que esto
ocurre, ni la primera que celebrándose aquí algún acontecimiento trascendente
hay que recurrir al alojamiento en colegios y aun en casas particulares porque
no hay plazas suficientes. Los cardiólogos hicieron en tiempos reuniones en
Cáceres y hubieron de desistir de hacer congresos porque no había plazas
hoteleras suficientes.
No quiero ni pensar lo que
sucedería si volvieran a tratar de hacerse los famosos festivales folklóricos
hispanoamericanos que se hicieron por los años sesenta y que movían a tanta
gente, porque ahora hay en Cáceres menos alojamientos que había entonces. Esto
es así, y yo siento que lo sea, y que le siente tan mal a algunas personas aun
el que se hable de ello.
Diario
HOY, 11 de mayo de 1986
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