El poeta, escritor y buen amigo
que es Fernando Bravo, a cuenta de una de mis “ventanas” titulada: “El
cuarto rey mago”, en la que yo me refería al Defensor del Pueblo como tal,
me escribe una carta titulada : “El
cuarto rey mago”, en la que yo me refería al Defensor del Pueblo como tal,
me escribe una carta con unos preciosos versos en la que me habla del cuarto
mago al que él llamaba Artabán, y traza el argumento de un poético cuento suyo,
inédito, referido al mismo.
Como quiera que la festividad de los Reyes Magos, como quien dice,
acaba de pasar, todavía es tiempo de hablar de ellos y de lo que hay de verdad
histórica en esa tradición cristiana de la que no se sabe más que lo que dice
el Evangelio de San Mateo, de que unos
sabios o magos de Oriente vinieron guiados por la estrella a venerar al Niño
Dios y lo que sucedió con ellos. Lo de que eran tres y que se llamaban Melchor,
Gaspar y Baltasar, así como lo de que eran reyes, fue una tradición cristiana
surgida mucho después.
Volviendo ahora al cuento de mi ben amigo Fernando Bravo, diré que él,
tomando también una traición existente, llama al cuarto rey mago Artabán y, en
efecto, por la época de Cristo existió un rey de los partos llamado Artabán
III, al que Tiberio destronó un montón de veces. Según ese cuento, Artabán, que
marchaba con Melchor, Gaspar y Baltasar, en vez de continuar hacia el Portal se
entretuvo haciendo el bien a unos y otros y llegó, moribundo, a conocer a
Jesús.
Diario HOY, 13 de enero de 1986
NOTA.- Junto al texto anterior, Fernando deja una nota manuscrita
en la que indica: “Muy mutilado y hecho
sin sensibilidad ni cabeza, lo que le quita todo el sentido que tiene.
Se
adjunta el original en el que se subrayan en rojo las partes suprimidas”. El original completo, al que se refiere, dice lo
siguiente:
El poeta, escritor y buen amigo que es Fernando Bravo, a cuenta
de una de mis “ventanas” titulada: “El cuarto rey mago”, en la que yo me
refería al Defensor del Pueblo como tal, me escribe una carta con unos
preciosos versos en la que me habla del cuarto mago al que él llamaba Artabán,
y traza el argumento de un poético cuento suyo, inédito, referido al mismo.
Como quiera que la festividad de los Reyes
Magos, como quien dice, acaba de pasar, todavía es tiempo de hablar de ellos y
de lo que hay de verdad histórica en esa tradición cristiana de la que no se
sabe más que lo que dice el Evangelio de
San Mateo, de que unos sabios o magos de oriente vinieron guiados por la
estrella a venerar al Niño Dios y lo que sucedió con ellos. Lo de que eran tres
y que se llamaban Melchor, Gaspar y Baltasar, así como lo de que eran reyes,
fue una tradición cristiana surgida mucho después. Según los “Apócrifos”
y otras tradiciones, estos sabios magos, que eran astrólogos, pudieron ser
cuatro, otros elevan la cifra a seis y algunos hasta a doce, lo que parecería
una verdadera multitud de sabios ante el Portal de Belén, que posiblemente
hubieran prohibido los romanos poco amigos de manifestaciones, aunque fueran de
amor En fin, que lo de hacerlos reyes surgió también después, para significar
una superior categoría de estas personas, más bien científicos, cuyos nombres
la tradición señaló como el de Melchor, Gaspar y Baltasar.
Volviendo ahora al cuento de mi buen amigo
Fernando Bravo, diré que él, tomando también una traición existente, llama al
cuarto rey mago Artabán y, en efecto, por la época de Cristo existió un rey de
los partos llamado Artabán III, al que Tiberio destronó un montón de veces.
Según ese cuento, Artabán, que marchaba con Melchor, Gaspar y Baltasar, en vez
de continuar hacia el Portal se entretuvo haciendo el bien a unos y otros y
llegó, moribundo, a conocer a Jesús cuando éste
expiraba en el Gólgota.
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