Ahora que se le ha puesto el punto final a los carnavales y que hemos
entrado en la Cuaresma, en esa lucha en la que se complacían nuestros clásicos
de don Carnal y doña Cuaresma, hemos de decir que el carnaval en Cáceres capital
ha sido recuperado, tras de cincuenta años de ausencia. Nosotros mostramos
nuestro temor de que la fiesta no arraigara en los mayores, sino que fuera, más
bien, una siembra entre los más jóvenes con una idea de recuperación futura,
pero los mayores de todas las edades han sabido responder también a la
convocatoria que familias enteras, de personas muy serias —como suele decirse—,
no han tenido empacho en vestirse de máscaras, vestir a sus hijos y salir
simplemente a pasear y embromar de buena fe a los amigos y a los no amigos.
En Cáceres se ha dado el fenómeno de que ha participado el pueblo de
todas las edades, pero no sólo en los bailes sino en la calle, que es lo
importante, y sin darle mayor trascendencia sino la de que es sano divertirse
esos días y olvidarse un poco (si se puede) de lo dura que se nos ha puesto la
vida.
No había solución de continuidad y sólo los más viejos recordaban los
antiguos carnavales, por haberlos vivido, pero los de edad media no los conocían
más que por los relatos y son esos los que han sabido darles tono popular en la
capital
Ni que decir tiene que el presidente de la Comisión de Festejos está
emocionado por lo magníficamente que ha sabido comportarse nuestro pueblo,
donde no se ha registrado, a pesar de todo el aparente lío, ni un solo
incidente desagradable. “Es que los
cacereños somos formidables —nos decía— y
tengo que darles públicamente las gracias por saber comportarse y participar
con humor y alegría, como Dios manda”.
Pues por nosotros queda dicho y a lo mejor hasta tiene razón el
concejal.
Diario HOY, 13 de febrero de 1986
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