Vamos perdiendo la costumbre y es una lástima, porque el humor y la broma
son cosas que sirven poder sobrellevar la vida, que no es poco; pero el humor
requiere un mínimo de ingenio e inteligencia, y no a todas las personas puede
exigírseles tal cosa. Como habrán adivinado nos estamos refiriendo a la inocentada,
porque hoy es el día de los Santos Inocentes y, de tradición que no sabemos de
donde parte, en nuestra tierra era habitual el dar y recibir esa broma inocente
—de ahí su nombre que se intercambiaba de unos a otros. Cierto que esas bromas
no eran a veces tan inocentes y que había muchos que se pasaban pero ello no
justifica el que la hayamos desterrado del todo dando la razón a los “siesos”
porque estamos viviendo ahora el “tiempo
de los siesos” que fueron los que trajeron el oscurantismo medieval y todos
los oscurantismos de la historia.
Los griegos, que fueron uno de los pueblos más inteligentes de la
historia, solían condenar al ostracismo —que es algo así como el destierro— a
las personas que durante el año no se las había visto reír ninguna vez, porque
estimaban que el humor era necesario para el equilibrio mental del individuo y
el “sieso” —esto es, el que no se
reía— era como una manzana podrida en un cesto de manzanas sanas y podía
contagiar a los otros de su tristeza hepática, razón por la que los “carapalos”, “siesos”, “santones”, “malaúvas” y “amargados” eran desterrados a una isla. Pero tantos tuvieron que
desterrar que con su peso, quien era más pesado que el “peso de la púrpura”, la isla se hundió y se creó la leyenda de la
Atlántida que fue la desaparición de un continente bajo el mar. El temor de
que, si desterramos a los “siesos”
que ahora tenemos en un solo lugar pueda volver a hundir un continente, es el
que los mantiene entre nosotros vivos e incordiándonos.
Diario HOY, 28 de diciembre de 1985
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