Por eso de que la hermandad bien entendida debe comenzar por el
vecino, me parece a mí bien el que nuestra ciudad esté hermanada con la
francesa de La Roche-sur-Yon, cosa que no es nueva porque lleva años de rodaje,
pero sí el que últimamente hayan venido de allí una serie de industriales y
comerciantes de todo tipo a tratar con los industriales y comerciantes de aquí,
por aquello de la inminente entrada nuestra en la CEE, cosa en la que ellos
llevan años —porque los franceses fueron los que la inventaron— y podrán
ilustrar ampliamente a nuestros comerciantes que serán un poco los “isidros” de esa feria permanente que
deber se la Europa Comunitaria, en la que —dicho sea de paso— entramos un poco
de paletos. Pero es bueno tener amigos hasta en los infiernos y si alguno de
nuestros comerciantes o industriales de aquí piensa vender sus productos allá,
es posible que esos hermanos franceses de La Roche (ahorraremos lo de sur-Yon,
puesto que aquí en palabras somos muy ahorrativos), aquellos hermanos de La
Roche, digo , nos pueden echar una mano y presentarnos ante los que ellos ya
deben conocer al dedillo.
Uno piensa que si en alguna ocasión los agricultores franceses del sur
tiraban nuestros productos o quemaban nuestros camiones, es por aquello de que
no éramos de la “parroquia”, o sea,
de la CEE, y le hacíamos una competencia desleal, por lo que es de esperar que
todo ello acabe a partir del uno de enero, máxime si nuestros hermanos de La
Roche, franceses también, nos echan una mano. Yo sé que hay otros líos entre
los viticultores franceses e italianos, con quema de camiones, etc., y sé que
ambas naciones son de la CEE, razón por la que sigo teniendo “la mosca en la oreja”, puesto que parece
que en la CEE no son tan hermanos como se dice. Pero, en fin, como en el refrán
de los pájaros: “Más vale hermano de La
Roche en mano que ciento volando”.
Diario HOY, 18 de diciembre de 1985
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