La madrastra de Blancanieves, que era además la reina de aquellos
pagos, cada dos por tres cogía el espejo y le decía: “Espejito, espejito, ¿quién es la más bella del reino, la más pizpireta
y admirada de todos las damas que lo pueblan?”, y el espejo, que no mentía
nunca aunque le tuvieran hasta el mango de tanta pregunta estúpida, respondía:
“Tú ya no lo eres, mi señora, sino
Blancanieves que pasa por ser el guayabo más hermoso de este país”.
Ni que decir tiene que la madrastra se agarraba unos berrinches que,
por aquello de que la cuerda se rompe siempre por el sitio más flojo, los
acababa pagando el espejo al que traía mártir y cuya tersa superficie terminaba
hecho añicos y pisoteada una y otra vez por la reina hasta que los trozos
terminaban pulverizados y desacreditados —que es lo peor— porque a la madrastra
todo se le volvía decir, para justificarse: “Es que estos espejos baratos hacen aguas y deforman la imagen, como los
de las casetas de ferias”.
Pues bien, algo así nos viene pasando a los que nos dedicamos a
informar cosa que más seriamente se ha tratado en la asamblea que en Cáceres
hemos celebrado los periodistas de Extremadura, en la que se ha hablado de esas
presiones que sobre compañeros nuestros han ejercido y ejercen algunos medios
más o menos oficiales, y los políticos, nos toman por el espejo de la madrastra
y nos preguntan: “Espejito, espejito,
¿quién es el político más guapo, inteligente y con mejor gestión en su haber?”,
nosotros no tenemos más remedio que decir la verdad: “Tú ya no lo eres, mi señor, porque tus promesas electorales se
convirtieron en arena.” Y con el clásico agregamos; “El romper tu cara importa, que el espejo no hay por qué”.
Diario HOY, 17 de diciembre de 1985
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