Hay problemas que parecen bobos, pero cuya solución requiere los más
sofisticados métodos, y sin muchas garantías de éxito.
Uno de estos problemas es el de la aparición de topos. Sí, sí, de esos
animalitos que hacen galerías en las huerta, jardines y cultivos, que son del
tamaño de un ratón y que al dañar las raíces de las plantas lo destrozan todo,
Pues bien, de esos animalitos tenemos una invasión en algunos jardines de Cáceres
y no hay forma de acabar con ellos por los métodos corrientes de raticidas,
ratoneras, etc., sencillamente porque como casi no salen a la superficie y su
alimento son insectos y raíces, no hay forma de envenenarlos.
Se da el caso de que, según nos decía el jardinero municipal, en el jardín
de la piscina de la barriada de San Jorge (antes Pinilla), no se atreven a sembrar
el césped hasta que hayan sido capaces de desterrar la gran cantidad de
topillos que tienen todo aquello minado. Se ha pensado en todo, y se ha pedido
ayuda a todos sitios y, de la Facultad de Biológicas de Madrid, han enviado dos
soluciones que al parecer son las únicas efectivas. La primera son unos cartuchos
fumígeros que ha que entrar en cada una de las galerías de los topos y prenderles
fuego pero, al parecer, si el terreno es húmedo no suelen ser efectivos, aparte
de que son muy caros.
La otra solución es una sencillísima trampa de alambre, como el muelle
de una pinza de ropa, cuyas puntas se entierran en la galería del topillo una
vez montadas y éste, al marchar a ciegas por ella, la toca disparándola y
quedando prisionero. La Facultad de Biológicas ha enviado un modelo, pero como
harán falta muchas trampas más, habrá que pedirlas a Murcia, único lugar donde
las fabrican, puesto que los murcianos son los únicos que defendiendo sus
huertas han luchado con alguna eficacia contra el topo.
Para que vean lo difícil que es defenderse contra tan pequeños
animales.
Diario HOY, 20 de febrero de 1986
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