Hay algo que hoy no nos puede pasar desapercibido a los cacereños como
es la celebración del día de nuestra Patrona, la Virgen de al Montaña, de la
que hoy celebramos su festividad y romería. Hay una feliz coincidencia y es que
hoy es también el “Día de la Madre”,
que sin duda es la mejor fecha para el festejo de la Madre Celestial que los
cacereños nos hemos dado con la advocación de Nuestra Seora de la Montaña, a la
que tenemos por patrona de la ciudad desde el siglo XVII, en que Francisco de
Paniagua trajera su imagen a Cáceres.
Otra coincidencia más podríamos señalar, que en cierto modo es un
homenaje que se le ha rendido, cual es el que el pasado viernes la Diputación
Provincial, con su presidente a la cabeza, tuvo el feliz recuerdo de inaugurar
el hospital que lleva su nombre y que, remodelado sobre el antiguo, es
posiblemente uno de los centros hospitalarios más modernos y mejor dotados de
España.
Pero no es a esto a lo que vamos a referirnos sino a algún detalle de
cómo surgió esta devoción en Cáceres. La devoción la trajo un seglar de Casas
de Millán, que llegó a la villa en 1621, con una imagen de la Virgen de
Monserrat, pididendo limosnas para hacerle una capilla. Francisco de Paniagua, en
contra de lo que muchos piensan, no era cura, sino un anacoreta que eligió, por
la razón que fuera, esa meta para su vida. En Cáceres encontró la acogida de un
sacerdote, don Sancho de Figueroa, que le ayudó en el empeño.
La capilla primitiva la hizo con sus manos y en unos terrenos que no
eran suyos, en la llamada Sierra de la Mosca, pero que le donaron sus dueños.
Esto lo dice el propio Paniagua en su testamento indicando que el pedazo de tierra
que le ceden se conocía por “El Castañal”,
y se lo donaron don Pedro de Ovando y otros a los que cita en dicho testamento
que otorga en Cáceres el 24 de mayo de 1636. Él muere el 28 de agosto del mismo
año, e instituye como primer mayordomo de la cofradía a don Sancho de Figueroa.
Por indicación de su testamento se le entierra en la capilla hecha por él,
aunque aquí existe un enigma histórico local, ya que en Santa María hay una
lápida con su nombre y escudo, por lo que hay que pensar que antes estuvo
enterrado en la Concatedral, posiblemente hasta que se hizo la nueva capilla en
el santuario, donde se trasladarían sus
restos.
Estos son, si ustedes quieren, detalles históricos que ni quitan ni
ponen a la actual devoción que todos los cacereños tenemos a la Virgen patrona,
pero que entrañan cierta curiosidad, como puede ser esa de saber que Paniagua,
el fundador, no era sacerdote y que el lugar del primitivo santuario se llamaba
“El Castañal”, cando en la actualidad
y desde hace muchos siglos, no se tiene memoria de que allí existieran castaños
sino encinas.
Diario HOY, 1 de mayo de 1983
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