martes, 26 de septiembre de 2017

El carro delante de los bueyes


Cada uno es muy dueño de hacer las cosas como mejor le plazca, o lo que es lo mismo y reza en el refrán castellano: “cada maestrillo, tiene su librillo”. Lo que pasa es que unos librillos pueden gustar mas que otros, aunque al fin y al cabo de libros y librillos es de lo que vamos a hablar.
El ministro de Cultura se vino para Cáceres y, suponemos, que debió preguntar: “¿Qué tenéis por ahí a mano para que inaugure?”. Le dijeron que la Biblioteca Pública del Estado y el hombre llegó y la inauguró, como se ha anunciado a bombo y platillo. Lo único que pasa es que la Biblioteca, aunque acabada en su fábrica, no puede entrar inmediatamente a funcionar como tal, puesto que el trabajo de ordenar, fichar y poner al servicio del usuario sus más de cincuenta mil volúmenes, y aún el tener personal que pueda atender al público que los solicite, es cosa de más tiempo y que escapa ya a las cámaras de televisión y a la noticia de prensa. La Biblioteca está inaugurada por el ministro y punto. Lo malo es que no va a poder usarse hasta que esa otra labor, al parecer secundaria, que es poner los libros a mano para que el lector los pueda utilizar, es menos importante que la propia inauguración… y eso, al parecer, va a llevar más tiempo. O dicho de otro modo, que la fábrica estaba, pero los libros —que son los que forman la biblioteca— no, con lo que no sabemos si el ministro va a tener que venir de nuevo cuando éstos puedan utilizarse, o ya es suficiente con ese visto bueno de su inauguración anticipada. En fin, que también hay que suponer que hay una tradición en los matrimonios, al menos en Extremadura, que era la boda en sí, y la tornaboda, que se hacía días después aunque en ese caso que nos ocupa se ha hecho antes la tornaboda que la propia boda… aunque esto no quiera decir que la boda —en este caso inauguración— no sea válida.
En tiempos anteriores, los de la nefasta dictadura —según suele decirse ahora— también hubo traslado de la antigua Biblioteca, que estaba en el edificio del viejo Instituto, al actual “Palacio de la Isla”, pero en aquella ocasión, según recordamos, se acabó de instalar la biblioteca y sus libros, y cuando estuvo todo funcionando es cuando vino el entonces ministro de turno a inaugurarla. Ahora, quizás por el cambio, las cosas se hacen al revés, y lo decimos sin ánimo de molestar a nadie y suponiendo que habrá alguno que nos diga: “¡Oiga, más ver televisión y menos frecuentar la biblioteca!”… Es un decir.
Diario HOY, 21 de abril de 1983

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