Las cosas tienen su lado positivo y su lado negativo y se ven según
que el observador sea optimista o pesimista. Ya es clásico el cuento de los dos
que miran una botella a medias y para el pesimista es una botella medio gastada
siendo para el optimista una botella casi llena.
No es este que voy a referir el mismo caso, pero tiene implicaciones
parecidas en cuanto al modo de ver las cosas por un lado o por otro. Se trata
de que la huelga de médicos, que la mayoría ven por su lado negativo en cuanto
a repercusiones de la misma, hay quien la ve por un lado positivo. Como quiera
que yo no estoy en ninguna de esas dos extremas posiciones, voy a narrarles lo
que un amigo optimista me decía al respecto de mencionada huelga, sin entrar
—claro está— en las razones que los médicos aducen y que a mi juicio son muy
dueños de aducir porque al fin y al cabo defienden aspectos de su profesión,
que para ellos son sagrados,
Me decía mi amigo que para él tiene todo ello la parte positiva de
que, como hay huelga, la Seguridad Social se va a ahorrar una importante
cantidad de dinero en las medicinas que en régimen normal suelen recetarse y
que ahora, por mantener solo servicios mínimos, se recetarán en mucha menor
cantidad. “Es más —decía mi amigo— ya sabes que muchos españoles somos
“toxicómanos” de las medicinas y hasta se ha dicho que el exceso de ellas suele
provocar secuelas en esos enfermos imaginativos que son “medicinoadictos”. Pues
bien, agregaba, si esta huelga se
prolonga, todos esos enfermos imaginativos acabarán curándose al ver que siguen
igual sin medicinas que con ellas”. Alguien más terció dándole la razón y
diciendo que, según un médico amigo suyo, un enfermo se salva si lo atiende un
solo médico, tardará más en salvarse si le atienden dos, y será más difícil que
saque la salud adelante, si le atienden varios en consultas. En definitiva que
la Naturaleza es tan sabia, que como decía nuestro Quevedo, a veces nos
salvamos aún a pesar del médico, porque lo que nos salva es la fe que en él se
tiene y no la ciencia, o dicho de otro modo y con argumento fatalista: que de
la última enfermedad no hay quien nos salve, por mucho que confiemos en los médicos.
No es esto desconfianza, porque yo conozco a muy buenos médicos y
tengo fe en ellos, pero sí es certeza de que cuando nacemos sabemos que lo único
cierto es que tenemos que morir. Como ven, hay argumentaciones para todo y si
ese es un lado positivo allá el que así piense, aunque estimando que lo que
suele pasar es que el que no se conforma es porque no quiere. Esto aparte de
que la huelga, cualquier huelga, es incómoda para todos y también —porque esto
es democracia— el que cuando se protesta y a tan gran escala, alguna razón habrá
para ello.
Diario HOY, 29 de abril de 1983
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