En Cáceres ha habido edificios que se han perdido a cuenta de la
burocracia y otros que estuvieron a punto de perderse. Entre los primeros,
recordaremos como ejemplo de lo que no debió ocurrir, el Sanatorio
Antituberculoso de la Montaña, enclavado en el Portanchito y hoy en ruinas. Este
edificio quedó acabado y dotado a raíz del comienzo de la guerra civil y fue
entregado o requisado para destinarlo a hospital de oficiales. Como tal
funcionó y, terminada la guerra, por aquello de que había pasado de ministerio
y otras pegas burocráticas, se dejó arruinar sin poder ser útil a nadie.
Entre los segundos figuró la actual Escuela de Magisterio, también
requisada como hospital y que costó Dios y ayuda el que volviera a ser de nuevo
Escuela de magisterio, consiguiendo la reversión a su primitiva función muchos
años después de terminada la guerra.
Las circunstancias eran otras y había una guerra de por medio, por lo
que estas pérdidas, o semipérdidas, tienen alguna justificación, que no
podríamos encontrar ahora en algunos edificios oficiales que están también
abandonados, sin cumplir función alguna, mientras la Administración en otras
ramas busca edificios para instalaciones diversas, sin encontrarlos y “cargando el mocho” —como suele
decirse— al Ayuntamiento o a la Diputación. Y al menos esta última ha dado
a manos llenas, mientras la Administración general deja arruinarse los suyos
sin acordarse de ellos.
La Universidad ha venido buscando un edificio para la Escuela de
Informática, y la propia Universidad está buscando otro para que comience en
Cáceres el próximo curso de la Facultad de Veterinaria, mientras se construye
la nueva en terrenos cedidos por la Diputación. Pues bien, mientras tanto está
cerrado el edificio antiguo de Correos que, un poco adecentado podría muy bien
servir para cualquiera de esas funciones, lográndose al par que no se llegara a
la ruina total del mismo.
Otros casos hay de edificios readaptados y concluidos que tampoco
tienen función, como el antiguo Instituto e Higiene, del que en alguna ocasión
nos hemos ocupado y del que parece se ha olvidado también el Ministerio
correspondiente.
En fin, que si la Administración centralizada tiene estos olvidos, no
es lógico que los herede también la descentralizada, digo yo.
Diario HOY, 11 de mayo de 1983
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