Uno de estos concejales prudentes, que no ha abierto la boca durante
sus más de cuatro años de gestión y que ahora va a irse, me lo decía indignado:
“La voy a armar porque, como ya me voy,
me importa un comino, Un día de estos voy a llamarte para contar muchas cosas
que van a asombrar a la gente.”
No es el único caso ni personalizo en nadie, pero hay que señalar que
es curioso que tras cuatro años de silencio, precisamente cuando uno va a
marcharse, quiera armarla sacando a la luz cosas que debió haber sacado desde
sus primeros tiempos de concejal y que si entonces estaban mal y pudieron arreglarse,
no van a arreglarlas ahora rompiendo el silencio.
El razonamiento es lógico: es el derecho al pataleo posiblemente por no
haber sido incluido en una de esas famosas listas que le hubieran dado la
ocasión de continuar otros cuatro años de callado. Pues bien, amigo mío, la
equivocación está en el silencio a todas luces culpable, de cuatro años de
gestión sin abrir la boca o abriéndola para decir amén. Hay que dar paso a
otros que quieran hablar, bullir y equivocarse —porque todos los humanos nos
equivocamos— y los silencios son buenos en la música, pero seguidos de las
notas precisas que hagan armoniosa una gestión porque si no no hay música ni gestión.
Otro caso que se suscita ahora que los mandatos se agotan como la
colilla de un cigarrillo, es el deseo de dejarlo todo y no mover un dedo. Pues
bien, tampoco esto nos vale a los ciudadanos que con los votos pusimos ilusión
en esa gestión, mejor o peor hecha, pero delegada. El compromiso de cualquier
cargo, y sobre todo el de concejal que está más cerca del pueblo, es el de
laborar con igual ilusión hasta el último día de la marcha, porque si no
también existe cierto fraude al electorado que puso ilusión en esa gestión.
Hay que laborar como si la “muerte
administrativa” no fuera a llegar nunca, aunque sólo sea para que los electores
no se sientan defraudados. No vale el callar y dejarlo todo para lo último, ni
vale el aflojar en la gestión si se ha tenido capacidad para hacerla Cierto que
no se pueden pedir peras al olmo, pero tampoco se puede pedir al que sea peral
que deje de dar peras porque ya se marcha. Hay que seguir “dando peras” hasta el último día.
Diario HOY, 10 de marzo de 1983
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