(Incluida en el libro
“Ventanas a la Ciudad”)
Muchas de nuestras procesiones son representaciones de la Pasión del
Señor y así hay que verlas. Representaciones hechas por el pueblo y para el
pueblo. Prueba de lo que decimos es que la cofradía de la Soledad y Santo
Entierro, desde muy antiguo y hasta hace poco, poseía una viejísima imagen de
Cristo yacente, que estaba articulada, con el fin de subirla al Calvario y
proceder a clavarla en la cruz, donde permanecía mientras se predicaba el
Sermón de las Siete Palabras, realizándose después al descendimiento de la
misma y depositándola en el sepulcro de cristal que poseía la cofradía para
iniciar con ella la procesión del Entierro desde el Calvario hasta Cáceres.
Toda esta práctica se hacía en la tarde del Viernes Santo, llevando la
imagen hasta lo alto del lugar conocido por Calvario, en la carretera de la
Montaña, siendo en lo alto de un balconcillo, que está aún en lo más empinado
del risco, donde se instalaba la cruz, sobre la que se clavaba a la imagen,
gracias a sus brazos articulados. Desde un púlpito y gradas que han desaparecido
hace muy poco, se realizaba el sermón, tomando el pueblo asiento en las gradas
y en pleno campo. Tras el descendimiento, y depositada la imagen en el féretro
de cristal, se iniciaba la procesión de regreso, portando las andas los
sacerdotes de la villa.
Pero como quiera que gamberros los ha habido en todas las épocas, de
muy antiguo también, hubo que suprimirla porque durante el sermón los graciosos
de aquel entonces, apostados tras de los riscos, arrojaban sobre los fieles que
asistían al sermón toda clase de animales como gatos, ratas y cuantas cosas
podían soliviantar a los asistentes hasta el punto de que un obispo de entonces
decretó el suprimir esta práctica, no volviendo a subir el Cristo al Calvario y
haciendo la misma en el interior de la iglesia de Santa María durante algunos
años hasta que finalmente se suprimió del todo.
Esta cofradía fue una de las más indisciplinadas siempre, hasta el
punto que su tropa de romanos —que era como vestían de antiguo— en el oficio de
tinieblas se golpeaban unos a otros, y un año, por un golpe sin querer, murió
uno de los hermanos, teniendo otro obispo que suprimir las armaduras y “condenarlos” a vestir túnicas rojas —como
señal de luto por el hermano muerto—. Desde entonces entre ellos se llamaban “los cangrejos”.
En definitiva, que también de antiguo hubo de todo en nuestras
cofradías, como pueden demostrarlo estas historias de que les hablo, ya que el
pueblo, cosa natural, tiene sus cosas buenas y también sus cosas malas.
Diario HOY, 1 de abril de 1983
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