Una cosa hay que decir sobre el eclipse de las romerías cacereñas, que
ahora trata de apuntalar la “Decena
Cultural” organizada por nuestro Ayuntamiento alrededor de ellas, es que en
mucha parte se debe a que ellas eran preludio del carnaval, que solía celebrarse
a continuación. La prohibición del carnaval durante más de cuarenta años dio en
cierto modo al traste de estas celebraciones, al menos en su parte externa y
participativa del pueblo, aunque parte de él siguiera asistiendo a las
tradiciones religiosas de las mismas.
Tanto en los Mártires, como en la Candelaria y como en San Blas, se
sacaban los trajes típicos, y los menos típicos, y se solían emplear lo que
eran “armas” carnavaleras como el “confeti”, que por aquí en lo popular, se
llamaron “papelinos” o las
serpentinas y otros instrumentos de embromar a los convecinos.
Realmente, en Cáceres, los viejos carnavales comenzaban desde San
Antón, o sea, días antes de la festividad y romería de los Mártires, que ya se
hacía en plenos carnavales, siguiendo ese calendario carnavalero del que ya
hemos perdido el hilo (domingo de Piñata, domingo Gordo, entierro de la
Sardina, etcétera).
La romería de la Candelaria y la de San Blas se hacían también en
plenos carnavales y se vestían por ello los trajes de “campuza”, los mantones de Manila y aún los trajes de máscaras,
porque terminadas las fiestas, los paseantes de la romería, solían terminar en
alguno de los bailes típicos que se organizaban con motivo del carnaval.
Una práctica muy cacereña de aquellos carnavales era la “Mala vaquilla”, especie de “tora” con ruedas y petardos explosivos
que arremetían, como broma, con los paseantes; o bien, las “murgas”, con letras picantonas que
reseñaban algún hecho local ocurrido.
Entre los locales de baile más decentes, figuraban los de las
sociedades de “El Mercantil” y “La Concordia”, existiendo otros más
populares, como “La Churreta”, “La Gallega” y alguno más. La mezcla del
personal en estos días era uno de los signos del carnaval, ya que la careta
convertía en atrevidos a los vergonzosos o tímidos. No obstante, los bailes más
sonados y “democráticos” fueron los
que se organizaban en Gran Teatro. Todo aquello se vio interrumpido y suprimido
por la Guerra y ahora no se ha sentido la necesidad de resucitarlo quizás
porque ahora, todo el año es carnaval.
Diario HOY, 30 de enero de 1983
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