viernes, 15 de septiembre de 2017

La evolución urbanística de Cáceres


Uno de los aspectos que ha suscitado la curiosa exposición de fotografías “Cáceres del pasado” entre los muchos visitantes cacereños que por ella pasan a a diario son las de las atrocidades que se han hecho en Cáceres en el sentido urbanístico.
Da la casualidad que muchas de esas fotos recogen aspectos de cómo estaban algunos rincones de nuestra ciudad y de cómo están ahora. En la mayoría de los casos hemos ido a peor, en vez de mejorar.
Uno de los ejemplos que nos comentaba uno de los visitantes era la desaparición del gracioso templete que había en la explanada ante el santuario de la Patrona de Cáceres Nuestra Señora de la Montaña. Tenía su sabor y su belleza, convirtiéndose ahora en un feo y encementado aparcamiento de automóviles que, si es práctico, carece totalmente de gracia y estilo.
Donde quizás la evolución sea más llamativa es en las distintas transformaciones que a lo largo del tiempo ha sufrido nuestra Plaza Mayor. Muchos cacereños se asombraban de que en ella hubiera una “bandeja” en alto a la que había que acceder por escalinatas —al modo de cómo está la del Paseo Alto— y aun dotada de un barandal de piedra con rejería, que tenía una indudable gracia
Más tarde, poco antes de la guerra civil, se quitó la bandeja, quedando a nivel de la propia plaza, empedrada con rocas blancas y oscuras, como está ahora la de San Juan. Recuerdo que, siendo niño, íbamos a ver cómo se trasplantaban las grandes palmeras que había delante del Hospital provincial. Se llevaban con carretas de bueyes, lentamente hasta la Plaza Mayor La operación duró muchos días, ya que se trasplantaron nueve grandes palmeras —que por cierto arraigaron— y allí se mantuvieron hasta que Alfonso Díaz de Bustamante, que dejó la plaza como está ahora, desolada y como un enorme aparcamiento de coches sin la gracia que tenía anteriormente, ordenó arrancarlas, Por cierto que la “operación” suscitó la indignación del vecindario, que deseaba las palmeras continuaran en la plaza, pero aprovechando la última visita de Franco a Cáceres, el entonces concejal de Jardines, Luis María Gil y Gil, por aquello de que se vería mejor al Jefe del Estado, o recibió la orden de arrancarlas o la dio él mismo —cosa que no he logrado aclarar—. La plaza desde entonces se nos quedó como un verdadero desierto y las palmeras, que se trasplantaron al Paseo Alto, murieron todas… Datos estos para apuntar a la pequeña historia local.
Diario HOY, 4 de febrero de 1983

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.