jueves, 21 de septiembre de 2017

La historia de “Los Grecos” de Talavera la Vieja

Los temas se engarzan como las cerezas y suscitado por otra “ventana” en la que hablamos del expolio de unos sepulcros de alabastro del Colegio de San Francisco, alguien nos recordó otra cosa similar que pasó con dos “grecos” que pertenecieron a la iglesia parroquial de Talavera la Vieja, hoy sumergida en las aguas del pantano de Valdecañas y que debiendo haber venido a engrosar los fondos pictóricos del Museo del Mono de Cáceres, han terminado en un museo de Toledo, sin que haya sido posible el recabarlos para Cáceres, aun a pesar de gestiones y reclamaciones diversas. Como quiera que el caso no es ni parecido, voy a referir lo que yo conozco de este “pleito”.
Siendo gobernador civil de Cáceres Alfonso Izarra, los cuadros se habían llevado a Navalmoral de la Mata, ya que todo el pueblo de Talavera la Vieja y su propia iglesia quedarían bajo las aguas. Se habló de llevarlos a restaurar a Toledo, y allí permanecían a la espera, para después de restaurarlos traerlos a ese museo cacereño. Así las cosas, y al parecer estando en Navalmoral el gobernador civil citado, llegó un propio del museo de restauración de Toledo, para llevarlos a mano, cosa que el señor Izarra autorizó, y para Toledo se fueron los cuadros.
El resto de la historia es totalmente diferente de la de los sepulcros y yo creo que la solución dada, aún no beneficiando a Cáceres, es la correcta. Sucedió que el arzobispo de Toledo, siendo la parroquia sumergida en las aguas de Valdecañas parte de la diócesis toledana, a la que pertenecen Navalmoral, Guadalupe y otros pueblos cacereños, estimó que siendo los cuadros posesión parroquial de una iglesia de su diócesis, deberían reintegrarse a Toledo, cabecera de esta diócesis, y no a Cáceres, que pertenecía a diócesis distinta. Ahí radica el meollo de la cuestión, en el que, aunque nos duela, tenemos que dar la razón al arzobispo. El entonces alcalde de Cáceres, Díaz de Bustamante, resolvió cuanto pudo para que  vinieran aquí, pero no consiguió más que una compensación de otros cuadros, entre ellos uno de la escuela del Greco, que son los que están ahora en el Museo del Mono. Los otros, aunque de una parroquia cacereña, eran de la diócesis de Toledo y a ella volvieron. Por tanto no es comparable esta historia con la de los sepulcros de San Francisco que ya narramos, siendo mi parecer que el arzobispo hizo lo que era lógico que hiciera.
Diario HOY, 18 de marzo de 1983

Carta de réplica a la “Ventana” titulada “La historia de “Los Grecos” de Talavera la Vieja” aparecida el 18 de marzo de 1983.

Los grecos de Talavera la Vieja y otros expolios
Días pasados, nuestro compañero Fernando se refería en la sección “Ventana a la ciudad” a los cuadros del Greco de Talavera la Vieja, que acabaron en Toledo. Sobre el tema, recibimos un largo y pormenorizado escrito, de Lauro Díaz Herreruela, quien dice entre otras cosas:
No fueron dos, sino tres, los grecos de Talavera la Vieja, titulados: La Coronación de la Virgen, de 105 x 80 centímetros; San Andrés, de 126 x 46 centímetros, y San Pedro, de 125 x 46 centímetros. En el primero, además de la Coronación y como presenciando dicho acto, están representados, de izquierda a derecha, los santos Francisco, Juan Bautista, Juan Evangelista, Sebastián, Pablo, Antonio y Domingo.
Los cuadro los pintó El Greco por encargo del entonces alcalde de dicho pueblo, no por el sacerdote, para la Cofradía de la Virgen del Rosario y por dicha Cofradía fueron pagados, no por la iglesia.
Aunque en aquel tiempo se colocaran en el altar mayor de la iglesia, cuando yo y todos los talaverinos vivos los hemos conocido, no estaban colocados en el altar mayor, sino en la sacristía, de donde en varias ocasiones salieron al Ayuntamiento para que fueran visitados. Si yo los veía con mucha frecuencia en la sacristía es porque fui varios años monaguillo.
Los cuadros nunca estuvieron en Navalmoral, pues pasaron, con nocturnidad y alevosía, de la iglesia de Talavera la Vieja directamente a Toledo en el verano de 1959 o 1960 cargados en un taxi por, se supone, el propio cura párroco. Cuando bastante tiempo después el pueblo se dio cuenta de la desaparición de los grecos, al preguntarle al párroco que dónde estaban, éste contestó que los había enviado a Toledo con el único propósito de que fueran restaurados, y que una vez hecha esta restauración, serían devueltos. Veinte años después de la desaparición del pueblo (octubre 1963) seguimos esperando la devolución.
Es cierto que tanto el gobernador como el alcalde de Cáceres que el señor Fernando cita, más una comisión del pueblo, hicieron muchas gestiones para que volvieran los cuadros a Cáceres, siendo todas ellas infructuosas, diciéndoles de una forma vaga e imprecisa que los trámites para el retorno en Bellas Artes eran muy largos, complicados, etc. (con lo cortos que fueron para llevárselos) pero no afirmando nunca que eran propiedad de la iglesia, por lo cual una vez más habrá que pesar aquello del Quijote cuando dice: Sancho, con la iglesia hemos topado.
Siendo yo muy niño, el Duque de Peñaranda los quiso comprar, comprometiéndose a hacer un puente sobre el río Tajo para pasar directamente de Talavera la Vieja a Peraleda de la Mata y evitar el gran rodeo que había que dar y creo que unos 8.000.000 de pesetas. Pero la oferta la hizo a los cofrades de la Virgen del Rosario, no a la iglesia. Huelga decir que la venta no se realizó.
Dichos cuadros estaban en la iglesia sólo en calidad de depósito y por seguridad, pues al no haber museos ni salas adecuadas, la iglesia todavía por entonces era el lugar más seguro.
Aunque hay disparidad de criterios en cuanto a la calidad de las obras según distintos autores (Wethey, Pita), cabe preguntarse: ¿Cómo es posible que dieran otros cuadros como compensación? ¿No sería porque se hubiera realizado un verdadero expolio igual al de los sepulcros del colegio de San Francisco? Estimamos que las autoridades provinciales fueron demasiado conformistas, dando lugar a pensar que los cuadros que les entregaron eran de mucho menor valor que los que nos referimos.
Todos los “talaverinos” deseamos que los “grecos” vuelvan algún día a Cáceres, sabiendo también todos nosotros que hubo más expolios en nuestro pueblo, pudiendo haber habido otras soluciones. Así, el edificio de la iglesia, del cual el obispo que a mi me confirmó y cuyo nombre no recuerdo (pudo ser don Enrique Granados) dijo que más que una iglesia podría tener verdadera categoría de catedral, la desmontaron piedra a piedra y se la llevaron a Talavera de la Reina (Toledo) para reconstruirla allí. Y los “talaverinos” nos hemos preguntado millares de veces el porqué no la trasladaron a Rosalejo, que es a donde fuimos trasladados más del 95 por ciento y al mismo tiempo haber devuelto allí los “grecos”. Esa hubiera sido una solución más correcta, pues al fin y al cabo Rosalejo, lo mismo que Navalmoral o antes Talavera la Vieja,  seguía perteneciendo a la diócesis de Toledo. ¿No fue eso un expolio del pueblo y al mismo tiempo de Cáceres? ¿No pensaron las autoridades eclesiásticas que ya dicho  pueblo se había sacrificado bastante por este país (murió por España) como para que encima vea sus reliquias y obras de arte desperdigadas por distintos pueblos y ciudades que no pertenecen ni siquiera a la región? ¿No es bastante el daño moral que se sufre al no poder bautizar, casar, celebrar la comunión de los hijos, etc., en la iglesia que lo fueron o lo hicieron sus padres? ¿Qué distribuciones territoriales hace la iglesia y qué potestad tiene para hacer que una parte de Extremadura pertenezca a Toledo?
También los particulares no nativos del pueblo expoliaron al mismo y así uno  o dos bustos en mármol de emperadores romanos (creo que Trajano y Adriano) que aparecieron al abrir unos pozos públicos, están en Peraleda de San Román en una casa particular, cuando debían estar en poder del patrimonio nacional en Cáceres.
Sus famosos arcos, restos de un templo de Minerva, fueron desmontados y trasladados, y después de estar sus piedras más de tres años tiradas de cualquier manera, fueron reconstruidas en el termino municipal de Bohonal de Ibor en la misma posición que estuvieron en su lugar de origen, pero los “talaverinos” siempre opinamos que hubieran estado mucho mejor en el límite de la provincia, carretera Nacional V, bien en Cáceres capital, situados en Cánovas, La Montaña, etc., es decir, en un lugar dentro de la provincia que sirviera para admirarlos, no para maltratarlos y rodearlos de basura como actualmente están. Y es que en tocando estos temas los “talaverinos” tenemos una espina clavada, lo mismo que los españoles con Gibraltar, espinas ambas que no dejarán de doler mientras no nos los devuelvan, posiblemente por aquello de que se quiere más lo que se carece que lo que se tiene.
Todos los naturales de Talavera la Vieja nos sentimos verdaderamente expoliados, no sólo por éstas obras de arte, sino por todo el pueblo en sí, pues allá a donde vamos, siempre somos forasteros, siendo esto un daño moral incalculable.
Lauro Díaz Herreruela.
Director del Centro de Fermentación de Tabacos de Jarandilla de la Vera (Cáceres)
Diario HOY, 26 de marzo de 1983

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