Los temas se engarzan como las cerezas y suscitado por otra “ventana” en la que hablamos del expolio
de unos sepulcros de alabastro del Colegio de San Francisco, alguien nos
recordó otra cosa similar que pasó con dos “grecos”
que pertenecieron a la iglesia parroquial de Talavera la Vieja, hoy sumergida
en las aguas del pantano de Valdecañas y que debiendo haber venido a engrosar
los fondos pictóricos del Museo del Mono de Cáceres, han terminado en un museo
de Toledo, sin que haya sido posible el recabarlos para Cáceres, aun a pesar de
gestiones y reclamaciones diversas. Como quiera que el caso no es ni parecido,
voy a referir lo que yo conozco de este “pleito”.
Siendo gobernador civil de Cáceres Alfonso Izarra, los cuadros se
habían llevado a Navalmoral de la Mata, ya que todo el pueblo de Talavera la
Vieja y su propia iglesia quedarían bajo las aguas. Se habló de llevarlos a
restaurar a Toledo, y allí permanecían a la espera, para después de
restaurarlos traerlos a ese museo cacereño. Así las cosas, y al parecer estando
en Navalmoral el gobernador civil citado, llegó un propio del museo de
restauración de Toledo, para llevarlos a mano, cosa que el señor Izarra
autorizó, y para Toledo se fueron los cuadros.
El resto de la historia es totalmente diferente de la de los sepulcros
y yo creo que la solución dada, aún no beneficiando a Cáceres, es la correcta.
Sucedió que el arzobispo de Toledo, siendo la parroquia sumergida en las aguas
de Valdecañas parte de la diócesis toledana, a la que pertenecen Navalmoral,
Guadalupe y otros pueblos cacereños, estimó que siendo los cuadros posesión
parroquial de una iglesia de su diócesis, deberían reintegrarse a Toledo,
cabecera de esta diócesis, y no a Cáceres, que pertenecía a diócesis distinta.
Ahí radica el meollo de la cuestión, en el que, aunque nos duela, tenemos que
dar la razón al arzobispo. El entonces alcalde de Cáceres, Díaz de Bustamante,
resolvió cuanto pudo para que vinieran
aquí, pero no consiguió más que una compensación de otros cuadros, entre ellos
uno de la escuela del Greco, que son los que están ahora en el Museo del Mono.
Los otros, aunque de una parroquia cacereña, eran de la diócesis de Toledo y a
ella volvieron. Por tanto no es comparable esta historia con la de los
sepulcros de San Francisco que ya narramos, siendo mi parecer que el arzobispo
hizo lo que era lógico que hiciera.
Diario HOY, 18 de marzo de 1983
Carta
de réplica a la “Ventana” titulada “La historia de “Los Grecos” de Talavera la
Vieja” aparecida el 18 de marzo de 1983.
Los grecos de Talavera la Vieja y
otros expolios
Días pasados, nuestro compañero Fernando se refería en la sección “Ventana a la ciudad” a los cuadros del
Greco de Talavera la Vieja, que acabaron en Toledo. Sobre el tema, recibimos un
largo y pormenorizado escrito, de Lauro Díaz Herreruela, quien dice entre otras
cosas:
No fueron dos, sino tres, los grecos de
Talavera la Vieja, titulados: La
Coronación de la Virgen, de 105 x 80 centímetros; San Andrés, de 126 x 46 centímetros, y San Pedro, de 125 x 46 centímetros. En el primero, además de la
Coronación y como presenciando dicho acto, están representados, de izquierda a
derecha, los santos Francisco, Juan Bautista, Juan Evangelista, Sebastián,
Pablo, Antonio y Domingo.
Los cuadro los pintó El Greco por encargo del
entonces alcalde de dicho pueblo, no por el sacerdote, para la Cofradía de la
Virgen del Rosario y por dicha Cofradía fueron pagados, no por la iglesia.
Aunque en aquel tiempo se colocaran en el
altar mayor de la iglesia, cuando yo y todos los talaverinos vivos los hemos
conocido, no estaban colocados en el altar mayor, sino en la sacristía, de
donde en varias ocasiones salieron al Ayuntamiento para que fueran visitados.
Si yo los veía con mucha frecuencia en la sacristía es porque fui varios años
monaguillo.
Los cuadros nunca estuvieron en Navalmoral,
pues pasaron, con nocturnidad y alevosía, de la iglesia de Talavera la Vieja
directamente a Toledo en el verano de 1959 o 1960 cargados en un taxi por, se
supone, el propio cura párroco. Cuando bastante tiempo después el pueblo se dio
cuenta de la desaparición de los grecos, al preguntarle al párroco que dónde
estaban, éste contestó que los había enviado a Toledo con el único propósito de
que fueran restaurados, y que una vez hecha esta restauración, serían
devueltos. Veinte años después de la desaparición del pueblo (octubre 1963)
seguimos esperando la devolución.
Es cierto que tanto el gobernador como el
alcalde de Cáceres que el señor Fernando cita, más una comisión del pueblo,
hicieron muchas gestiones para que volvieran los cuadros a Cáceres, siendo
todas ellas infructuosas, diciéndoles de una forma vaga e imprecisa que los
trámites para el retorno en Bellas Artes eran muy largos, complicados, etc.
(con lo cortos que fueron para llevárselos) pero no afirmando nunca que eran
propiedad de la iglesia, por lo cual una vez más habrá que pesar aquello del
Quijote cuando dice: Sancho, con la
iglesia hemos topado.
Siendo yo muy niño, el Duque de Peñaranda los
quiso comprar, comprometiéndose a hacer un puente sobre el río Tajo para pasar
directamente de Talavera la Vieja a Peraleda de la Mata y evitar el gran rodeo
que había que dar y creo que unos 8.000.000 de pesetas. Pero la oferta la hizo
a los cofrades de la Virgen del Rosario, no a la iglesia. Huelga decir que la
venta no se realizó.
Dichos cuadros estaban en la iglesia sólo en
calidad de depósito y por seguridad, pues al no haber museos ni salas
adecuadas, la iglesia todavía por entonces era el lugar más seguro.
Aunque hay disparidad de criterios en cuanto
a la calidad de las obras según distintos autores (Wethey, Pita), cabe
preguntarse: ¿Cómo es posible que dieran otros cuadros como compensación? ¿No sería
porque se hubiera realizado un verdadero expolio igual al de los sepulcros del
colegio de San Francisco? Estimamos que las autoridades provinciales fueron
demasiado conformistas, dando lugar a pensar que los cuadros que les entregaron
eran de mucho menor valor que los que nos referimos.
Todos los “talaverinos” deseamos que los “grecos”
vuelvan algún día a Cáceres, sabiendo también todos nosotros que hubo más
expolios en nuestro pueblo, pudiendo haber habido otras soluciones. Así, el
edificio de la iglesia, del cual el obispo que a mi me confirmó y cuyo nombre
no recuerdo (pudo ser don Enrique Granados) dijo que más que una iglesia podría
tener verdadera categoría de catedral, la desmontaron piedra a piedra y se la
llevaron a Talavera de la Reina (Toledo) para reconstruirla allí. Y los “talaverinos” nos hemos preguntado
millares de veces el porqué no la trasladaron a Rosalejo, que es a donde fuimos
trasladados más del 95 por ciento y al mismo tiempo haber devuelto allí los “grecos”. Esa hubiera sido una solución
más correcta, pues al fin y al cabo Rosalejo, lo mismo que Navalmoral o antes
Talavera la Vieja, seguía perteneciendo
a la diócesis de Toledo. ¿No fue eso un expolio del pueblo y al mismo tiempo de
Cáceres? ¿No pensaron las autoridades eclesiásticas que ya dicho pueblo se había sacrificado bastante por este
país (murió por España) como para que encima vea sus reliquias y obras de arte
desperdigadas por distintos pueblos y ciudades que no pertenecen ni siquiera a
la región? ¿No es bastante el daño moral que se sufre al no poder bautizar,
casar, celebrar la comunión de los hijos, etc., en la iglesia que lo fueron o
lo hicieron sus padres? ¿Qué distribuciones territoriales hace la iglesia y qué
potestad tiene para hacer que una parte de Extremadura pertenezca a Toledo?
También los particulares no nativos del
pueblo expoliaron al mismo y así uno o dos
bustos en mármol de emperadores romanos (creo que Trajano y Adriano) que
aparecieron al abrir unos pozos públicos, están en Peraleda de San Román en una
casa particular, cuando debían estar en poder del patrimonio nacional en
Cáceres.
Sus famosos arcos, restos de un templo de
Minerva, fueron desmontados y trasladados, y después de estar sus piedras más
de tres años tiradas de cualquier manera, fueron reconstruidas en el termino
municipal de Bohonal de Ibor en la misma posición que estuvieron en su lugar de
origen, pero los “talaverinos”
siempre opinamos que hubieran estado mucho mejor en el límite de la provincia,
carretera Nacional V, bien en Cáceres capital, situados en Cánovas, La Montaña,
etc., es decir, en un lugar dentro de la provincia que sirviera para
admirarlos, no para maltratarlos y rodearlos de basura como actualmente están.
Y es que en tocando estos temas los “talaverinos”
tenemos una espina clavada, lo mismo que los españoles con Gibraltar, espinas
ambas que no dejarán de doler mientras no nos los devuelvan, posiblemente por
aquello de que se quiere más lo que se carece que lo que se tiene.
Todos los naturales de Talavera la Vieja nos
sentimos verdaderamente expoliados, no sólo por éstas obras de arte, sino por
todo el pueblo en sí, pues allá a donde vamos, siempre somos forasteros, siendo
esto un daño moral incalculable.
Lauro Díaz Herreruela.
Director del Centro de Fermentación de Tabacos de Jarandilla
de la Vera (Cáceres)
Diario HOY, 26 de marzo de 1983
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